xoves, 12 de novembro de 2009

Roma baila al son de los móviles de Calder


El Palacio de Exposiciones acoge una gran muestra del artista estadounidense

MÓNICA ANDRADE - Roma - 12/11/2009

Los herederos de Calder han llegado en tromba a Roma para inaugurar una de las mayores retrospectivas europeas dedicada nunca al artista. Entre ellos está el presidente de la Fundación Calder, nieto del artista y comisario de la muestra, Alexander S. C. Rower, que se pasea satisfecho por el Palacio de Exposiciones poniendo en movimiento alguno de los móviles más conocidos realizados por su abuelo y a los que Jean Paul Sartre dedicó encendidos elogios. "Calder no sugiere nada: captura movimientos reales, vivos y los plasma. Sus móviles no significan nada, no hacen referencia a nada excepto a sí mismos: existen y basta; son absolutos", escribió.

Hasta el 14 de febrero, este espacio acoge la muestra que lleva por título simplemente el nombre del artista americano, nacido en 1898 en el seno de una familia de artistas y fallecido 78 años después de una brillante e innovadora trayectoria artística. La exposición, que incluye más de 150 obras que cubren todas las etapas creativas, se completa con las fotografías realizadas por el italiano Ugo Mulas, amigo del artista, que lo retrató junto a sus esculturas, y varias películas, entre ellas una que recoge el famoso circo de Calder en el que él mismo da vida a las figuras de alambre, en lo que puede considerarse la primera performance de un artista.

Estas pequeñas esculturas abren la muestra, concebida de manera cronológica y pensada, según explica su comisario, para "presentar al artista tanto a quienes no lo conocen como a quienes creen conocerlo a fondo". El palacio romano se llena de vida con el humor, la energía, el vigor y la alegría de Calder, al que su nieto define como "buscador incansable de la belleza idealizada".

De sus primeros trabajos en alambre realizados poco después de su llegada a París en 1926, se exponen por primera vez en Roma Hércules y el león y un monumental Rómulo y Remo de tres metros y medio de longitud.

Poco después, Calder se aventura por los caminos de la abstracción y pinta una serie de óleos, poco conocidos y presentes en la muestra, que le permiten explorar la interacción entre fuerzas energéticas dentro de una composición y que le llevarían a realizar sus famosos móviles, bautizados con ese nombre por Marcel Duchamp, del que fue amigo, junto a Léger, Miró y Mondrian.

El itinerario propone alguna pieza nunca vista antes y que resulta clave para comprender esa evolución. Rower señala en concreto la obra Pequeña esfera y pesada esfera (1932). Es el primer móvil ideado por Calder para ser colgado del techo, y significa, según su nieto, "un viraje fundamental en su trayectoria" porque representa la "síntesis de su talento y sus intuiciones en materia de movimiento, intervención, composición, performance y casualidad".

Calder eligió objetos de desecho -botellas de vidrio, latas y una caja de madera- y los reutilizó como accesorios para ser golpeados por una pequeña esfera cuando el móvil se ponía en movimiento. El artista dejó libertad para disponer esos elementos con el fin de que fuera el espectador quien lo hiciera a voluntad. "Estas intervenciones despojan al artista del control de la composición definitiva y la transforman en una pieza interactiva", explica Rower. The Spider, Little Spider, Tree, Big red, The Y, Glass Fish testimonian el grado de genialidad alcanzado por Calder en este tipo de esculturas.

La muestra acoge también una significativa selección de los denominados stabile -nombre acuñado por Hans Arp, en contraposición de los móviles- realizados a lo largo de toda su carrera. Black Beast, Hollow Egg , Cactus o La Grande Vitesse son algunos de ellos. Tampoco faltan piezas monumentales con las que Calder renovó el concepto de escultura pública, obras de gran dimensión integradas en el ambiente para las que fueron creadas. De manera excepcional, cuelga del techo del Palacio de Exposiciones Pittsburgh (1958), un móvil gigante que habitualmente da vueltas por encima de las cabezas de los viajeros que pasan por el aeropuerto de esta ciudad americana.

La obra de Calder ha llegado a Roma tras tres años de trabajo, según cuenta el comisario de la muestra, quien al principio encontró un poco "loca" la idea de traer la obra de su abuelo a "la capital mundial del arte". "Después de ver el espacio, comprendí que podía ser una magnífica retrospectiva", dice. Solo espera que el público la viva como una "experiencia apasionante, cautivadora, como una fuente de inspiración capaz de transmitir un sentido duradero de lo sublime".

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