domingo, 8 de novembro de 2009

Rossend Torras, el fotógrafo que nunca quiso ser periodista


Sale a la luz el archivo de un aficionado catalán con 25.000 instantáneas de principios del siglo XX

LIDIA PENELO - Público - 08/11/2009

Unas cajas de cartón con más de 25.000 imágenes en su interior han estado viajando de garaje en garaje durante diez años. El material, inédito hasta ahora, es de Rossend Torras (Barcelona 1907-1996), el nombre de un fotógrafo, que quiso pasar de incógnito y que retrató lo que ocurría en la Barcelona de los años veinte, treinta y cuarenta. El padre de Rossend Torras arreglaba relojes y su madre vendía gafas. Creció aprendiendo óptica y relojería, de la mezcla apareció el interés por la imagen.

Cuando Rossend cumplió los 17 convirtió el negocio familiar en una tienda de fotografía que mantuvo abierta hasta su jubilación. Nunca quiso ser periodista, pero no pudo evitar capturar los cambios que le tocó vivir. "Aprovechaba cualquier ocasión para tomar fotos y siempre iba cargado con tres o cuatro cámaras", recuerda Carmen Arnal, segunda esposa y viuda de Torras.

No se relacionó ni con Agustí Centelles ni con Pérez de Rozas ni con ninguno de los fotoperiodistas que trabajaban en la prensa escrita de la época. "Él se ganaba la vida con su negocio, su responsabilidad de padre de familia no le empujó nunca a cambiar de vida", apunta su hija Isabel delante de un armario lleno de objetos fotográficos de Rossend. "Lo que más me impresiona es la técnica y el material que utilizaba. Miras una de sus fotos del año 26 y tiene una nitidez increíble", apunta Francesc Sans, yerno del fotógrafo.

Hace un par de años que las cajas de cartón llegaron a casa de Francesc e Isabel. Desde entonces tenían ganas de curiosear las fotografías, pero no se animaron a ordenarlas hasta este verano. "Estuvimos un mes y medio con la mesa del comedor inundada de fotos y teníamos que comer en la terraza", cuenta Isabel.

Del esplendor de la Exposición Universal de 1929, que retrató con todo lujo de detalles -prueba de ello son las 200 placas estereoscópicas que se conservan en perfecto estado-, Rossend Torras saltó a las calles para retratar los cambios políticos que marcarían la historia de España. Tenía 28 años cuando estalló la Guerra Civil y el POUM lo utilizó como conductor. Cuenta Carmen que estuvo en la cárcel porque una mañana se negó a conducir un camión cargado de jóvenes con dirección a la batalla del Ebro.

"Finalizada la guerra destruyó muchas imágenes porque tenía miedo a las represalias, no quería saber nada ni con unos ni con otros", afirma su viuda, que está apunto de cumplir 82 años. "Aunque de la proclamación de la Segunda República se ha salvado una caja de fotos", añade Francesc.

Un seductor inquieto

Dicen que era un hombre que seducía por su labia y que era de talante inquieto. Viajó con frecuencia a Francia y a Alemania para comprar material con el que capturó a los primeros veraneantes de la Costa Brava, a los actores y cantantes que visitaban la ciudad condal, pero también a la cara menos amable de Barcelona. "Aunque lo que le gustaba era fotografiar lo bello, cuando le dio por los castillos, todos los domingos nos íbamos de excursión", cuenta Isabel.

"Repasando su archivo uno se da cuenta de que tenía obsesión por estar a la última. Hemos encontrado fotos coloreadas de 1926", explica Francesc. "Practicaba su propio Photoshop, retocaba las fotos de los clientes con pintura y un pincel", detalla Isabel, que considera que su padre era un inventor. "Era un manitas muy perfeccionista. Se lo fabricaba todo, incluso los marquitos de aluminio para conservar las diapositivas", explica mientras muestra el armario donde guardan las 5.000 placas estereoscópicas. Esa parte del archivo ya está digitalizado, pero todavía falta por escanear los 20.000 negativos de 35 milímetros y las 110 películas de nueve milímetros y medio, algunas filmadas el día de la proclamación de la República en 1931.

Abriendo cajas, Isabel descubre una bobina y le enseña a Francesc. En una etiqueta diminuta se lee "Interiores y playas". Se miran y ríen. Todavía se preguntan por qué no abrieron las cajas el día que las recibieron en casa.

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