martes, 15 de decembro de 2009

Las mentiras del nuevo mundo


Dos libros recogen el inicio de la II Guerra Mundial en la Unión Soviética con intenciones contrarias

PEIO H. RIAÑO - Madrid - 15/12/2009

Hay palmeras y animales paciendo tranquilamente bajo la presencia de grandes aviones listos para la guerra. Hay una demostración del país con excedentes de héroes: cuero tieso y barbilla bien alta. Son alegres y templados, no tienen preocupación ni tienen miedo. Hay poses y hay gestos, fotogramas trabados para preparar la propaganda de los valores y los logros del ejército y el potencial ruso en el arranque de la II Guerra Mundial. Nadie sufre, nadie es un miserable, nadie ha pasado a ser un despojo de la guerra. Nadie pisó, aparentemente, un campo de concentración serrando árboles en bosques embarrados y gélidos para montar una carretera. Nadie, ni uno de los personajes de la revista que montaron los artistas de la vanguardia rusa Alexander Ródchenko y Varvara Stepànova se presentaban como sufridores de una vida al límite. Las visiones fotográficas de estos dos genios fueron tomadas para montar una fábula de folletín turístico, que celebró la mentira de un nuevo mundo en marcha.

Setenta años después de celebrarse en Nueva York la Feria Mundial bajo el lema "Construir el mundo de mañana", la editorial Lampreave publica una edición facsímil de La aviación soviética, una revista mítica que diseñaron en 1939 los dos artistas para difundir las bellezas del país en el pabellón de la URSS. La pareja tuvo un triple encargo dedicado al Ejército Soviético y la Marina de Guerra, la aviación soviética, Moscú, las haciendas colectivas, la cultura física, las tierras árticas, las fábricas soviéticas, el desarrollo y los logros de la ciencia y la tecnología.

Todo por la patria

El único objetivo de todas estas publicaciones era el de mostrar los logros de la Unión Soviética. En el caso de La aviación soviética se publicó en un tamaño extraordinario de 25x40 centímetros, encuadernado en tela con estuche. Tenían menos de un mes para concluir el encargo, que fue pagado con 7.000 rublos, tal y como se aclara en la firma del contrato. Las fotografías aparecen enmarcadas en círculos y triángulos, formas dinámicas y expresivas. Una presentación perfecta para la propaganda más selecta del gran avión bombardero TB-3, entre otros, construido por Andréi Túpolev, uno de los aviones más populares de los años 30, que transportó a la expedición de Papanin hasta el Polo Norte.

En el contrato que unió a la pareja con la propaganda soviética se aclara que el artista "no declarará ningún derecho de propiedad intelectual". Esta es la explicación del anonimato de todas estas ediciones, en las que no se mencionaba ni a sus autores, ni a los fotógrafos, ni a los pintores. Sólo aparecía en la última página: "Impreso en la Unión Soviética". El nieto de los autores, Alexander Lavrentiev, profesor de la Universidad Estatal de diseño, reconoce que "el objetivo principal de estos libros, el mismo de la exposición, era crear una imagen atractiva y saludable de la serena y maravillosa vida de la Unión Soviética". El desencanto todavía no se había adueñado de las esperanzas. El libro fue compuesto en los mismos días en que se invadía Polonia.

Empezaba la II Guerra Mundial y el joven Janusz Bardach residía en una pequeña ciudad polaca sin ser consciente de que los judíos seguían siendo "unos intrusos". "Todos los sueños se derrumbaron" -como reconoce él mismo en el cruel relato del libro El hombre, un lobo para el hombre (Libros del Asteroide)- "bajo el peso de la espantosa realidad". Escrito en 1998, el testimonio cuenta el periplo de Bardach por el Gulag soviético hasta llegar a Kolimá y sus experiencias como leñador, minero y finalmente enfermero en un campo de trabajo.

Bardach no se demora en los datos sangrientos, nada más alistarse al Ejército Soviético conoce el hambre. Tras varios días sin comer, narra el encuentro con un guiso de campaña. No tenía ni escudilla ni cuchara.Pidió al soldado que le sirviera la espesa avena en el forro de su chaqueta mientras la sostenía como si fuera un plato hondo. Bardach se estropeaba el forro de su chaqueta, era el inicio de la destrucción de sus ideales en un sistema comunista que se mostraba más y más agresivo contra el creciente entusiasmo del protagonista. Descubrió el acoso racial y étnico. Allí donde fue encontró más lobos que amigos donde creía lo contrario.

En el campo de concentración de Burepolom se le presenta con toda claridad la frase que su madre le enseñó de pequeño: "El hombre, un lobo para el hombre".

Como reconoce, le cala en el fondo del alma cada día y cada hora, cada vez que veía luchar salvajemente a los prisioneros por la ración de comida o un cigarrillo. "Podían forzarme a echarme en un banco en aquel u otro baño para violarme repetidamente, y no lo harían mis opresores, sino mis compañeros de prisión. Por primera vez me di cuenta de lo vulnerable que era, allí solo, con apenas 22 años y aún demasiado débil para resistir un ataque".

Las intenciones para las que fueron contratados Ròdchenko y Stepánova no tenían nada que ver con el horror. Los montajes de la revista son la cara feliz de un mundo imposible. Ella remataba la firma de los acuerdos y las composiciones finales en página, y Ròdchenko se encargaba de los detalles técnicos de las fotografías. Ella estaba interesada por la moda, preocupada por la ropa y el equipaje de los pilotos. Parecía que la aviación sólo comportaba románticas aventuras y que aquellos héroes sólo podían ser pilotos.

Pero hace 70 años Janusz Bardach, al tiempo, tenía miedo hasta de hablar con los que consideraba sus compañeros. "No hables con nadie de nada relacionado con la política. Habla de deportes, chicas o bebidas, pero la política le está vedada a todo el mundo, y en especial a ti. No confíes absolutamente en nadie, ni siquiera en mí", escribe Bardach.

Nadie, nunca, nada

De hecho, acaba en consejo de guerra por la traición de su copiloto en el tanque en el que viajaban juntos desde hacía meses. "Tus amigos son lobos siberianos. Nunca he sido amigo tuyo. Ayer me pediste que abandonara el tanque y escapara contigo al territorio ocupado por los nazis, a tu pueblo de Ucrania Occidental. Eres polaco. No eres uno de los nuestros. ¡Eres un traidor!" y escupió al suelo el que creía hasta el momento amigo suyo y mintió para salvar su vida sin ningún pudor.

No hay perfidia en las fotografías de Ródchenko, tampoco hay imágenes de desnutrición ni agotamiento. Pero Barnach entra en el campo de concentración de Bureplom, y pronto entiende que es el peor de todos los de la Unión Soviética. Allí cena sopa aguada con trozos de patatas podridas, remolacha y col. Trabajaba 12 horas talando árboles. En esas condiciones el hacha no sólo era útil para cortar madera. "Un hombre se hizo añicos los huesos de la mano con una piedra pesada. Otro se cortó los dedos y la mitad de un pie. Uno de los prisioneros de mi brigada pidió a otro que le cortara los cuatro dedos de la mano derecha. Las heridas de aquella índole se consideraban actos criminales de sabotaje, y a quienes los cometían se les prolongaba la sentencia", cuenta Bardach, que acabó sus días como médico especializado en cirugía estética.

Así atravesó la Unión Soviética Janusz Bardach desde 1939 hasta 1945, parando en prisiones de tránsito durante meses, días y semanas, sin saber cuánto tiempo se quedaría en ellas o dónde terminaría su viaje. Tuvo la fortuna y la fuerza de soportar los mordiscos de los hombres convertidos en salvajes animales, en alerta de salvar su vida a costa de otras.

El viaje de Bardach

Los recuerdos desde las entrañas del horror

Como soldado en el Ejército Rojo
> Alerta
"Comenzaba a sentir claustrofobia, como si todo fuera una trampa y tuviera que estar en guardia en todo momento, una actitud que me resultaba por completo extraña. Por primera vez me di cuenta de que no comprendía la manera soviética de pensar. Aquello fue el comienzo de una larga y ardua revisión de mis ideales socialistas, durante el cual debería pensar en la Unión Soviética tal como era y no como la había imaginado".
Un vagón de ganado camino del infierno
> Inmisericordes

"Una turba compuesta de soldados y población civil se peleaba a gritos, llorando y maldiciendo para acercarse a las puertas de los vagones. Se empujaban y pateaban unos a otros sin misericordia. Los que ya estaban sobre los peldaños, en su mayoría hombres, repelían con ferocidad al resto, que trataba de bajarlos a tirones".inmundicia
"Al cabo de diez días, todo y todos estábamos mugrientos. Sólo nos daban agua dos veces al día, y cada uno de nosotros debía beber de la misma taza encadenada a la pared. Sin agua con que lavarnos ni papel higiénico, todo lo que tocábamos era causa de diarrea".
Sexo, miseria y excrementos
>
Barracones

"Los dos barracones, construidos con tablones podridos, carecían de ventanas. Los techos estaban recubiertos de alquitrán y sobre ellos había tuberías oxidadas y humeantes. Uno de los barracones era la mitad de grande que otro y estaba contra la alambrada".

> Tatuajes

"Un joven estaba tumbado boca abajo y sobre él había otro hombre, que lo abrazaba por el pecho y mecía las caderas hacia delante y atrás. Tenía la espalda tatuada con grilletes, cadenas y una popular consigna soviética: ‘El trabajo es un acto de honor, coraje y heroísmo', flanqueada por dos ángeles con trompetas. El hombre jadeaba , mientras que el joven gemía y chillaba. Los espectadores daban gritos".

> Excrementos

"Tres niveles continuos de tablas rugosas y combadas cubrían las largas paredes de los barracones, donde al parecer dormían varios centenares de prisioneros. Como en el vagón de ganado, no había colchones, almohadas ni mantas. El suelo era de tierra húmeda y apisonada, lo cual, sumado a las paredes enmohecidas y a las tablas de madera, llenaba los barracones de un olor almizclado. El aire se encontraba aún más viciado por el fuerte olor a sudor, orina y excrementos".

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