martes, 22 de decembro de 2009

Veinte años de la invasión de Panamá y de la detención de Noriega


Emilio López Romero / Xornal 21/12/2009

En una prisión a 40 kilómetros del centro de Miami, Manuel Antonio Noriega sigue esperando. Quizá lleva haciéndolo desde que se entregó al Ejército estadounidense durante la invasión de Panamá que comenzó hace veinte años. Ha pasado ya tiempo desde que cumplió su condena por narcotráfico y sueña con poder volver algún día a su tierra natal.

Pero desde hace dos años el futuro del ex dictador panameño está en manos de la Corte Suprema estadounidense, que debe decidir si finalmente extradita a Francia al que fuera hombre fuerte de Panamá entre 1983 y 1989 o por el contrario ordena el traslado a su país.

En ambos lugares tiene cuentas pendientes con la justicia, aunque los escenarios son meridianamente distintos. En París deberá ingresar de nuevo en prisión y cumplir los diez años a los que fue condenado en ausencia por blanquear más de dos millones de euros.

MÁS CARGOS

En Panamá le esperarían incluso más años entre rejas, por violaciones de derechos humanos, enriquecimiento ilícito y varios asesinatos. Sin embargo, nada más aterrizar quedaría en libertad al beneficiarse de una nueva ley que impide ir a la cárcel a los mayores de 70 años. Noriega, conocido también con el apodo de cara de piña, cumplirá 76 en unos meses.

Justo cuando se recuerda el vigésimo aniversario de aquella invasión, el ex dictador sigue esperando a que se pronuncie el Supremo, y lo hace recluido en un pequeño chalet en las inmediaciones del Instituto Correccional Federal, una cárcel de mínima seguridad donde tiene adjudicado el número 38699-079.

Por su condición de prisionero de guerra, recibe todos los años la visita de una delegación de la Cruz Roja y está autorizado a vestir su uniforme militar y a lucir todas sus condecoraciones cada vez que comparece ante el juez.

Durante años estuvo en la nómina de la Agencia Central de Inteligencia (CIA). Por eso muy probablemente nunca llegó a imaginarse que un día Estados Unidos acabaría dándole la espalda.

Su primera toma de contacto con los servicios de espionaje estadounidenses fue a finales de los 50’, y continuaron intensificándose en las décadas siguientes. Dicen que uno de sus principales contactos en Langley, sede de la CIA, era George Bush padre, director de la agencia de inteligencia en aquel entonces. El mismo que un día como hoy hace veinte años, y como inquilino de la Casa Blanca, ordenó la invasión de Panamá.

Aquella operación, bautizada con el nombre de Causa Justa, llegó después de que Noriega se negara a seguir ayudando a Bush en la guerra de la Contra en Nicaragua. Perdió su estatus de aliado y se convirtió en narcotraficante.

Ese operativo pasará a los libros de historia por el elevado coste de vidas que dejó a su paso, pero seguramente también por ser la última de una larga lista de intervenciones militares de Estados Unidos en América Latina el siglo pasado, los tiempos en los que Washington seguía tratando a sus vecinos del sur como su patio trasero. Noriega fue capturado en la Nunciatura Apostólica de Panamá, donde se había refugiado tras la invasión.

RECURSO AL SUPREMO

Después de meses de largas deliberaciones, hace casi un año un tribunal de apelaciones de la ciudad estadounidense de Atlanta ordenó su extradición a Francia. Inmediatamente después el equipo de abogados del ex dictador logró paralizar una vez más el proceso recurriendo en última instancia al Supremo, que es quien tiene ahora la última palabra ya que se da por descontado que la Administración del presidente de EEUU, Barack Obama, ratificará lo que decidan los magistrados.

Hasta entonces habrá que seguir esperando para conocer si el billete del exdictador Noriega tiene como destino París o Panamá.

Ningún comentario:

Publicar un comentario