domingo, 3 de xaneiro de 2010

De plantas balleneras a hoteles


La pesca de cetáceos en el reino gallego fue una práctica habitual desde el siglo X hasta 1986 cuando una moratoria concluyó con las capturas. Hoy los utensilios utilizados pueden verse en algunos museos de Galicia

V.S.- Xornal- 03/01/2010

Las primeras referencias a la caza de la ballena en Galicia datan de la monarquía Astur Leonesa, en el siglo X. Desde entonces la evolución de este tipo de pesca ha sido irregular hasta llegar a la práctica desaparición de los cetáceos, lo que llevó a que, en 1923, el Estado español se planteara controlar la captura de estas especies con leyes para intentar poner coto a la depredación que se realizaba en aguas de soberanía española.

En 1986 la IBC (Comisión Ballenera Internacional) aprobó el convenio internacional de prohibición de caza de ballenas que en la actualidad sigue sin respetarse por parte de algunos países como Japón, Islandia o Noruega, alegando supuestas “campañas de investigación”.

Las ballenas son un tesoro natural que no puede volver a correr el riesgo de ponerse en peligro, de desaparecer. La labor de concienciación es una de las herramientas básicas “para que esto no vuelva a suceder”, como indican desde el Aquarium Finisterrae de A Coruña.

Allí, se exhibe la historia de los Ibsa, los últimos balleneros de Galicia; un arpón de los utilizados en la época; varios documentos fotográficos y divulgativos sobre la depredación de ballenas y su práctica desaparición, así como la importancia de preservar la especie. Varias piezas óseas de un viejo cetáceo presiden la exposición.

En el Museo Massó de Bueu, en Pontevedra, varios aparejos y artes de caza de las ballenas reciben al visitante como ejemplos de un oficio no muy lejano. En este lugar, también se presentan distintos arpones manuales y mecánicos cuyo diseño estaba realizado para entrar profundamente en la carne del animal y matarla por la herida producida y por el cansancio de horas y horas de agonía de tirar del cable.

La caza de la ballena en la Península Ibérica nace en el País Vasco y el resto de la Cornisa Cantábrica en torno a los siglos X al XII y muere en Galicia en 1986 con el cierre de las últimas empresas balleneras, una aventura convertida en emblema para muchos enclaves cántabros, vascos, astures y gallegos que revela el gran significado que tuvieron los cetáceos en la historia de estos pueblos.

Sin embargo, esta actividad resulta aún en la actualidad, muy desconocida para gran parte de la sociedad. En el plano estrictamente económico generó una importante industria, aunque su esencia y principios no fueron analizados hasta bien pasado el tiempo y pudo utilizar a pescadores y obreros.

En Galicia la caza de la ballena se consolidó en el siglo XX en torno a los puntos geográficos donde se establecieron las plantas balleneras: Cangas de Morrazo y Bueu, en la provincia dePontevedra; Caneliñas de Cee, al sur de Finisterre, en A Coruña y Portiño de Moras, en Lugo. Todas ellas pertenecían a la empresa conservera de la familia catalana Massó, que se estableció en estas poblaciones gallegas en 1952.

Allí la vida giró en torno a las fábricas donde su influencia y repercusiones aún perviven. De hecho, muchos habitantes de estas villas marineras comentan que las conserveras “llegaron a dar trabajo a más de 2.000 personas en puestos directos y muchos más indirectos”.

En la vieja infraestructura de Caneliñas, que aún está hoy en pie, se plantea construir un hotel, aunque entre los vecinos se ha solicitado que se convierta en un museo o un centro de estudios de cetaceos.

En Cangas se salvó la vieja fábrica de Cervera y permanecen, aunque sin rehabilitar y sin uso, la antiguas naves de Ojea. La conservera se sustituyó por viviendas y el antiguo edificio central, que ocupa gran parte del paseo marítimo y del puerto, adolece de un proyecto alternativo a los planes de sus actuales propietarios. Estos quieren crear en la zona una estructura deportiva con un complejo comercial que está siendo rechazado por la mayoría de los vecinos.

La ballenera de Caneliñas se podría convertir en un hotel si la Administración no lo evita mediante su adquisición.

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