martes, 23 de febreiro de 2010

El teleclub que fue polvorín


Los vecinos de Lérez reformarán el edificio que les fue incautado en la Guerra

DIANA MANDIÁ - El País - 18/02/2010

Cuando el ejército franquista lo ocupó en 1937 para convertirlo en un almacén de armas, alguien cubrió con cemento la indicación Local Social Recreativo de Lérez, como si tal apelativo resultase ofensivo. Ahora, después de muchos años de lucha, los vecinos de esta parroquia de Pontevedra se preparan para reformar el centro que hasta hace muy poco les fue negado. En 2003, y no sin trabas por parte de la Administración, recuperaron la propiedad. No fue una tarea fácil, porque desde la Guerra, el local social de Lérez había sido de casi todo el mundo menos de los vecinos, que lo pagaron de su propio bolsillo. Falange y la Hermandad Sindical de Labradores y Ganaderos hicieron uso de él durante la posguerra y en los años setenta se convirtió en teleclub, la existosa fórmula con la que el Ministerio de Información llevó entretenimiento y doctrina al pueblo. Incluso la Xunta reclamó la propiedad, alegando que le correspondía por subrogación del sindicato de labradores.

Con la llegada del teleclub se inauguró una segunda época dorada en el movimiento vecinal de Lérez. "Trabajamos muchísimo", recuerda Jesús Rodríguez, presidente del local a finales de los años setenta. "Teníamos una pequeña biblioteca de cien libros, nadie salía de allí hecho un intelectual, pero siempre había alguna actividad", cuenta. Ahora Jesús tiene 74 años, y lo que salga de las reformas del viejo teleclub ya será cosa de los jóvenes. El listón está alto, porque Jesús trabajó a destajo. "No sé de dónde sacábamos las horas", confiesa.

El edificio que fue centro cultural, polvorín, escuela y teleclub se inauguró en 1933 tras menos de un año de obras. La avenida Leandro del Río, donde también vivió José Silvent, el célebre Barriga Verde, se convirtió en el lugar más concurrido de la parroquia. "Unos aportaron material, otros su trabajo, otros dinero", evoca Miguel Ángel Vilacoba, presidente de los comuneros de Lérez, propietarios del inmueble. Si la parroquia lo levantó, también será la que lo reforme, aunque esta vez lo hará con la ayuda del Ayuntamiento de Pontevedra, que sufragará el 65% de los gastos y podrá hacer uso del centro. A cambio, la parroquia pone a disposición del gobierno municipal las gándaras de As Xunqueiras, otra vieja reivindicación de los vecinos de Lérez. Producto de las marismas, As Xunqueiras ya movilizaron Lérez cuando en los años ochenta estuvieron a punto de ser convertidas en un polígono industrial. O antes, cuando en plena posguerra el alcalde de la ciudad propuso construir un aeropuerto justo sobre esta joya ecológica.

"La propiedad del teleclub era una deuda histórica", resume Xosé Álvarez, miembro de la asociación Cedofeita, una de las entidades que más ha documentado la historia reciente de Lérez, que no puede entenderse sin el teleclub (en los años ochenta su actividad languideció, pero el local conservó el nombre). De las etapas anteriores quedan pocas fotos y ningún testigo. Lo que sí es seguro es que los socios de la Juventud Lerezana -que pagaban una peseta como cuota mensual- estaban al tanto de los avances políticos y sociales de la II República. En 1933 se modificaron los estatutos de la sociedad para que las mujeres tuviesen voz y voto. También se fijó la difusión cultural como principal misión del colectivo. Por eso el local de Lérez abría sus puertas incluso de noche, porque algunos socios se quedaban hasta tarde leyendo la prensa o consultando los libros de la biblioteca. El colectivo creó también una rondalla y un sistema de préstamo para socios en apuros y hasta ensayó obras de teatro que no llegaron a estrenarse porque llegó antes el golpe de estado de 1936. Oficialmente no les amparaba ninguna ideología, pero "allí había de todo, muchos eran comunistas y socialistas", reconoce Álvarez. Con la guerra, algunos se integraron en el bando sublevado, pero ni eso evitó que el Tribunal de Responsabilidades Políticas viese en la Juventud Lerezana un grupo de marxistas. Fue así como un centro dedicado a la cultura se convirtió en un almacén de instrumentos de guerra. Al término del conflicto, la Delegación Nacional de Sindicatos de Falange lo inscribe como suyo en el registro de la propiedad. Aún hoy, cuenta Álvarez, la actual Falange se hace notar de vez en cuando pintando el yugo y las flechas sobre las paredes del teleclub.

Los vecinos nunca dudaron de su propiedad, pero tuvieron que luchar durante años para que se les reconociese. "No nos conformábamos con los derechos de uso, queríamos lo nuestro", cuenta Álvarez. La aventura les dejó alguna que otra sorpresa: ya en democracia, la incautación del edificio durante la guerra seguía siendo legal. Esta circunstancia los obligó a realizar una serie de permutas con la Xunta y el Ayuntamiento que finalmente devolvieron a Lérez lo que nunca había dejado de ser suyo.

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