mércores, 24 de febreiro de 2010

Última fiesta antes de la Guerra


O Barco se prepara para revivir un acto celebrado seis días antes del golpe del 36

SILVIA R. PONTEVEDRA - El País - 17/02/2010

María, Matilde, Héctor, Manolo, Gabino y Leoncio. Por más que se busque no quedan otros testigos, y de éstos ya no todos viven en el pueblo. Han pasado casi 74 años, y aquellos niños que participaron en la última fiesta que se pudo celebrar en Éntoma (O Barco) antes de la Guerra Civil están ahora muertos o son los más viejos del lugar. De todos ellos, María López Núñez, Chucha, que va camino de los 88, y su cuñado Héctor Díaz Peral, Pira, de 82, son los que mejor recuerdan. Llevan meses refrescando la memoria, y escribiendo en la memoria en blanco de los más jóvenes, y el 27 de marzo este pueblo de 330 habitantes festejará la inauguración de la Fonte do Loureiro. En esto no habría nada de particular si no fuese porque este caño, con su correspondiente lavadero cubierto, lleva inaugurado (y últimamente manando con más pena que gloria) desde aquel 12 de julio de 1936 en que fue bienvenido con pompa, autoridades municipales y música de gaitas.

Aquel acontecimiento habría pasado como otro cualquiera si seis días después el estallido de una guerra que duró mucho más que tres años no hubiese acabado con las alegrías y celebraciones. Pero las circunstancias mitificaron aquella inauguración, entre otras cosas porque el pueblo se la había tomado muy a pecho y porque en ella participó un concejal republicano, Manuel Blanco Pascual, que después fue torturado y muerto por los falangistas. Sus supuestos restos, recuperados en julio de 2009 en La Cabrera (León), aguardan para ser enterrados en el suelo civil del cementerio de O Barco, también el 27 de marzo.

"Fuentecita del chorro de plata, del rumor de arrullo, de los iris que el sol desparrama sobre las perpetuas ondas de esmeralda con que el aire riza la serena quietud de las aguas". Desde que el alcalde pedáneo de Éntoma, José Urdangarain, les anunció a los patriarcas del pueblo que el Ayuntamiento planeaba recuperar la fuente, a Chucha no hay quien la pare. Coge carrerilla y recita de cabo a rabo su papel, el más largo en la representación infantil que tuvo lugar aquel 12 de julio en la explanada de la fuente. La gente se apelotonaba en las leiras de alrededor porque había que dejar sitio suficiente para los burros y las cabras que participaban en la escena. Las niñas más pequeñas, vestidas de blanco, llevaban diademas de flores, y los mayores de la escuela iban caracterizados según personaje que les tocase encarnar. "Uno iba de pastor, otro de príncipe, otra de princesa, otro de barbero, otra de una moza guapa que se llamaba Carmela...", recuerda la vecina, "y a mí, como siempre tuve buena memoria, doña Fermina, la maestra, me encargó el papel que abría y cerraba el número. Era la bruja buena del bosque, vestida de oscuro, que al morir se convertía en hada. Entonces me quitaba la ropa negra y aparecía toda de blanco".

"Fuentecita alegre, dile a las mozas de todas las tierras, dile a las niñas bonitas y blancas, que ya pasó el tiempo de los sueños locos, de las fantasías vendidas y falsas. Que borre del campo de sus pensamientos al príncipe lindo de tierras lejanas, al rico que compre sus almitas tiernas, y al guapo que viva para avasallarlas". Chucha se acuerda de lo suyo y de casi todo lo de los demás. Recita de corrido y el nieto graba. Lo que nunca supo es quién escribió aquello. "A lo mejor fueron los maestros", aunque sospecha que los maestros, más que inventar, se inspiraron en libros que había en la escuela.

Doña Fermina era hermana de Manuel Blanco Pascual, a la sazón teniente de alcalde, concejal de Cultura en el gobierno del luego fusilado Abdón Blanco, y autoridad local que mandó construir la fuente. De profesión era fotógrafo y ayudó a crear el Frente Popular como miembro del Partido Comunista. Huyó a finales de julio del 36 y en O Barco ya no se supo más de él. Parece ser que era uno de los escapados que el 6 de julio de 1940 fueron cercados en Lomba, La Cabrera, en casa de Laura Blanco, una señora que les ofreció escondite. En medio del combate con militares y miembros de la falange, el de Valdeorras logró alejarse del lugar, pero estaba herido y enseguida lo apresaron. Luego lo torturaron hasta matarlo en el pueblo vecino de Sigüeya.

Los asesinos obligaron a cavar su fosa a un pastor, y el año pasado un familiar de éste señaló el lugar. "La familia está segura de que los restos descubiertos son los suyos", dice el ahora concejal de Cultura de O Barco, Eduardo Ojea. "Le haremos un entierro civil por la mañana, y por la tarde celebraremos el acto de la Fonte do Loureiro, aunque aún nos quedan preparativos pendientes: tenemos que lavarle la cara y ponerle una placa". La fuente está enfrente de la casa de Chucha, pero hace tiempo que no la visita por culpa de una pierna. De joven iba siempre allí a lavar. "El agua, en invierno, sale caliente". Pero ahora, en verano, se seca, en las proximidades vierte un desagüe sospechoso y ya no es potable.

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