martes, 10 de agosto de 2010

"Era triste, los niños ni se reían"



JUAN JOSÉ MATEO - Madrid
EL PAÍS - Deportes - 03-08-2010

Fueron unos Juegos marcados por una columna de tanques. En diciembre de 1979, el 40º Ejército soviético entró en Afganistán. Eran tiempos de guerra fría. Jimmy Carter, el presidente de Estados Unidos, lo consideró una invasión. Llamó al boicot de los Juegos de Moscú 1980, mientras amenazaba con la retirada del pasaporte a cualquier estadounidense que compitiera, y logró la adhesión de 64 países. Hoy se cumplen 30 años de la clausura de esos Juegos, que cambiaron la vida de dos españoles: Alejandro Abascal ganó en vela el primer oro en la era del deporte como fenómeno de masas (los anteriores eran de 1900 y 1928) y Herminio Menéndez, doble medallista en piragüismo (plata y bronce) fue abanderado sin bandera. Llegó, vio la gran ceremonia de inauguración, los ballets del Bolshoi y las masas soviéticas movilizadas como con resortes y desfiló sin la bandera de España. El Gobierno de Adolfo Suárez había juzgado la participación "no deseable".

"Aquel boicot fue un hecho desgraciado en el que se mezclaron cosas que no debían haberse mezclado", rememora Abascal, "orgulloso" de su gran obra. ¿Hubo miedo a perder el trabajo de tantos años? "Por supuesto", contesta; "a alguno le pasó". Hubo cientos de deportistas que no acudieron. Eso dio lugar a situaciones sorprendentes: Zimbabue ganó el oro en hockey sobre hierba femenino; la URSS y la RDA dominaron el 60% de los podios y hubo medallas especialmente devaluadas, tantos eran los ausentes, en atletismo y natación. "Estábamos en una concentración en el pantano de San Juan y el Gobierno decidía si íbamos o no", recuerda Menéndez; "esa semana fue dura. Había una gran incertidumbre por si se perdían o no cuatro años de trabajo. Luego, se decidió que desfiláramos sin la bandera de España y con la del Comité Olímpico. ¡Soy el único abanderado español que no desfiló con la bandera!".

Esto es lo que se encontró Abascal cuando llegó al Tallin comunista, capital de Estonia, para competir. "Una sociedad triste, de niños que no reían ni jugaban. Se había modernizado desde mi primera visita, en 1977, pero todos nos pedían cosas, comprándolas o regaladas, y apreciaban especialmente los vaqueros". Esto es lo que se encontró el grueso de la delegación española en Moscú. No había niños por las calles ("los mandaron a todos a campamentos de verano", cuentan quienes allí estuvieron). No había coches ("solo oficiales"). No había vida: "Al llegar, te quitaban el pasaporte y no te lo devolvían hasta que te ibas. La sensación era de control, de que todos se controlaban a todos. En Moscú, durante los Juegos, no encontramos una ciudad caótica al estilo de Montreal 1976, sino al servicio del deportista, pero sí fría, sin calor humano".

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