martes, 31 de agosto de 2010

Historias comunistas


ANTONIO ELORZA
BABELIA - 07-08-2010

El 30 de julio de 1936 un telegrama firmado por Luis (Codovilla, delegado-tutor en el PCE) y por Díaz (José) informaba a la dirección de la Comintern de que "contrariamente las instrucciones dadas, compañeros dirigentes de nuestro partido de Cataluña han creado, junto con Unión Socialista, el partido catalán proletario y la federación socialista un partido socialista unificado de Cataluña adherido a la Internacional Comunista". "Error grave", pero "no hay más remedio que contar con ello". Se iniciaba así una trayectoria singular en la historia del movimiento comunista, que por una parte respondía a los acuerdos del VII Congreso de la IC, creando partidos unificados bajo control comunista, pero por otra desbordaba el carácter meramente táctico que la propia IC asignaba a los partidos de nacionalidad. De ahí el inicio de una larga historia de conflictos con el PCE y para la propia IC, desde la fundación hasta que por fin el PSUC acepta convertirse en filial del partido español.

El libro de Priestland, Bandera roja, responde obviamente a otro tipo de metodología. Frente a la insistencia en reconstruir los aspectos represivos del comunismo, que juzga propia de la historiografía "anticomunista", Priestland incide sobre su dimensión modernizadora, la cual sin duda fue importante en los años de captación de la izquierda hasta 1936. Resulta más dudosa en cambio la tendencia de Priestland, no a reconstruir y explicar los procesos y las grandes decisiones, sino a buscarles siempre una explicación, lo cual es algo diferente y le lleva al borde de una justificación exculpatoria, incluidos el Gran Terror de Stalin, el Gran Salto Adelante de Mao, la Revolución Cultural o la invasión de Checoslovaquia, sin olvidar la alianza con Hitler de 1939. Así, no solo cuenta Stalin a su juicio al desencadenar la gran purga de 1936-1938, sino "los aspectos mesiánicos radicales de la cultura bolchevique y su respuesta a la amenaza de guerra". Además, advierte, "fueron muchos los que participaron" (cierto, desobedecer a Stalin estaba al alcance de cualquiera). Es una muestra del sesgo que se repite a lo largo del libro y que lleva a dejar de lado el análisis en profundidad de la concepción del poder de los principales actores (excepción Mao).

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