mércores, 4 de agosto de 2010

La pasta con la que se hizo el pintor


La exposición ‘Barceló antes de Barceló. 1973-1982' presenta las primeras y más desconocidas obras del artista

LÍDIA PENELO Barcelona 15/07/2010

¿Cómo vivía Miquel Barceló en la Barcelona de los 80?, ¿Qué le interesaba cuándo empezó a pintar? Las respuestas las ofrece Barceló antes de Barceló, 1973-1982, exposición que presenta una selección de más de cien piezas de la obra inicial y más desconocida del artista. A través de seis áreas temáticas que huyen de las cronologías (Bestiario, Vanitas, Poesía experimental, Libros, Retratos y autorretratos y Elementos de paisaje), la muestra descubre que Miquel Barceló (Felanitx, 1957), con 18 años ya sentía una fascinación irresistible por el mundo animal, por el fondo del mar y por los autorretratos, temas en los que sigue trabajando al ritmo de su evolución constante.

El cometido de la exhibición es mostrar las vísceras y sentimientos que hicieron crecer al Barceló que ha pintado la cúpula de la sede de la ONU en Ginebra. De ahí que abarque la producción realizada hasta 1982, año en que fue elegido para participar en la Documenta de Kassel y que le catapultó al reconocimiento internacional. Entonces el artista ya adivinaba lo que significaba mostrar su trabajo en Kassel y pintó Buenas noticias (1982), autorretrato en el que se mostraba abrazando a la que entonces era su musa y pareja, y quien le introdujo en el budismo, Chavela Vargas [no confundir con la cantante mexicana]. La tela es un estallido de alegría donde el amarillo domina y la fuerza de Barceló se desata. La autorreferencia en sus piezas le atrajo desde el principio, porque le permitía ahondar en el narcisismo y la brutalidad. En algunos autorretratos se muestra feroz consigo mismo y se representarse como un perro a cuatro patas trabajando en su estudio.

La influencia del Barroco

Objetos, litografías y carteles de exposiciones integran el recorrido de la exhibición, pero son los grandes lienzos los protagonistas y los que revelan las influencias que ejercieron en él los maestros del Barroco, como Tintoretto y Caravaggió, así como la producción de pintores como Willem de Kooning y Jackson Pollock. "En algunas de estas obras, las diagonales y los puntos de fuga ya van más allá del cuadro", apunta Jaume Reus, comisario de la muestra junto a Maria Hevia.

El montaje ha sido producido por la Fundació Pilar y Joan Miró en Mallorca, Les Abattoirs de Toulouse y el Arts Santa Mònica, centro donde a partir de hoy el visitante puede zambullirse en los inicios de uno de los artistas que reivindicó la pintura y la figuración en un momento en el que lo que imperaba era el informalismo matérico. Con unos estallidos de violencia y color que no huían de lo figurativo, Barceló se desmarcó de la órbita liderada por Antoni Tàpies.

"No se trata de que Barceló fuese considerado un pintor a la manera clásica, sino que con su combate lo clásico se convirtió en contemporáneo", explica Vicenç Altaió, director de Arts Santa Mònica, y que conoció por primera vez al artista en la Mallorca de 1978.

El cuadro Brega de cans (lucha de perros), de 1981, es un ejemplo de esta voluntad de "volver a la pintura, pintura", en palabras del comisario. "En la Barcelona de los 80 lo que mandaba era la pintura minimalista, pero Barceló estaba receptivo a todo lo que ocurría: se acercó al cómic, era amigo de Nazario y Mariscal, y sin embargo no abandonó su opción de volver a los clásicos", añadió Reus observando el lienzo, que por primera vez se puede ver acompañado de sus dibujos preparatorios.

Unas obras vivas

Otro de los trabajos escondidos que se rescata es Cadaverina, una de las primeras obras conceptuales de Barceló, y a su vez también una de las primeras en las que trató el paso del tiempo. Angustiado ya por los estragos que acarrea la edad, colocó 15 elementos orgánicos en cajas y tomó notas de su putrefacción durante 15 días. Un pescado, flores, un trozo de hígado y medio tomate son algunos de los elementos con los que experimentó en noviembre de 1976, para una exposición en Mallorca. "Es todavía una pieza viva y una de sus primeras obras en proceso", destaca Hevia.

El catálogo de la exposición emula el formato de las páginas amarillas, un guiño propuesto por el propio Barceló, que transcurridos 30 años desde que realizó algunas de estas obras conserva el mismo espíritu de exploración explosiva. Pero el formato del catálogo también es un guiño a la estrecha relación del artista con los libros. "Siempre ha reivindicado la idea del libro, la importancia de la poesía, y el leer a los grandes de la literatura universal", argumenta Jaume Reus, antes de explicar que "para las primeras incursiones escultóricas en el ámbito de los libros, se sirvió de las guías telefónicas".

Con fotos provocativas de un Barceló con el torso desnudo jugando con una pistola y la reproducción de las obras de la exposición, el catálogo reúne varios textos, entre los que destaca una conversación que mantuvieron los comisarios con Barceló, en la que reconoce que en los años 80 vivía de lo que ganaba vendiendo drogas. Aquella vida quedó atrás y si ayer no estuvo en la presentación del montaje, es porque está en el Himalaya intentado perderse, para volver a empezar.

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