El Museo Reina Sofía dedica la primera gran retrospectiva a José
Val del Omar, el cineasta que enseñó la gran pantalla al pueblo durante la
Segunda República
SARA BRITO MADRID 28/09/2010
Fuego de Castilla |
José
Val del Omar ardió. "Amar es arder decía porque amar es ser lo que se
ama". Val del Omar amaba las máquinas y a las personas, y a ambas dedicó
su vida, que la vivió como un impulso y una persecución sin descanso. Su
herramienta fue el cine, que era su manera de escapar, decía, "del
negro de los libros" hacia la luz.
Lo
mismo que quiso para él lo quiso para su prójimo, por eso inventó decenas de
aparatos cinematográficos con los que pretendía "hacer vivir a nuestros
hermanos conmociones psíquicas que los enciendan con provecho". En su
opinión, el público no era una masa estúpida, sino "un gran niño
enamorado de lo extraordinario", coincidiendo con los ideales
republicanos.
Val
del Omar (1904-1982) fue un revolucionario, un creyente (en el cine y la
vida) y un místico (cinemista, se llamaba a sí mismo). Fue un hombre
insólito, que hablaba como un físico moderno poseído por San Juan de la Cruz,
vivía como un inventor, escribía y rodaba como un poeta y sobrevivió marginado
como un ejemplar hombre incómodo e incomprendido.
El
próximo 5 de octubre, sus invenciones, su cine, sus textos y su pensamiento
estarán en el Museo Reina Sofía de Madrid en la exposición Desbordamiento
Val del Omar, un proyecto que Manuel Borja Villel ya había planificado para
el Macba cuando aún dirigía y que estuvo, en un formato más reducido, en el
Centro José Guerrero de Granada este verano.
Para
dar y tomar
En
el Reina Sofía se podrá ver su gran obra: Tríptico Elemental de España,
una experiencia de cine apabullante, donde dejó algunas de sus invenciones más pasmosas,
como la Diafonía (un preestereo sofisticado) o la Visión Táctil (un 3-D
primitivo) para crear una poderosa poética en tres movimientos: Granada (Aguaespejo
granadino), Castilla (Fuego en Castilla) y Galicia (Acariño
galaico). Sus máquinas cinematográficas y sus películas, que incluyen
piezas documentales sobre su tarea en las Misiones Pedagógicas de la Segunda
República, se verán junto a collages y fotografías.
El
otoño será valdelomariano. Lagartija Nick, que ya le dedicó un disco en
1998, ha preparado una sesión de música y visuales para noviembre. La
distribuidora Cameo lanzará el primer pack que comercialice su obra,
junto a un corto de César Velasco Broca, y la pieza poética de Eugeni Bonet.
Allá
por el año 1928, Val del Omar vio a los gitanos del Albaicín, que caminaban
alejados del palacio. Su cámara no podía franquear la distancia, así que creó
un aparato que sería capaz de acercar al pueblo al cine. Era el zoom,
aunque lo llamó objetivo de ángulo variable. Era el primer ejemplo de su mecamística,
mezcla de sus aspiraciones humanistas, su pensamiento místico y su asombrosa
habilidad técnica.
También
fue el primer ejemplo del incesante muro de mediocridad contra el que estuvo
dándose cabezazos en pleno franquismo hasta su muerte, por un accidente
de tráfico en 1982. "Val del Omar pertenece al escogido elenco de
personalidades de esa España posible que no acaba de nacer", escribió Luis
García Berlanga en el prólogo del libro Sin fin.
Como
en el capítulo de La Alhambra, todos los inventos de este visionario estuvieron
dirigidos a aproximar a las personas. A "aprojimar", como diría él.
Otra invención suya: el desbordamiento apanorámico de la pantalla, que es una
"técnica de relieve psicológico", un desparrame de la imagen
por la sala (más allá de la pantalla).
Val
del Omar buscaba el impacto, el éxtasis y sumergir al espectador en una
experiencia redentora. "Soy un hombre, una criatura enamorada de la
creación, en donde yo me siento sumergido, que vibra entre la teoría y la
práctica. Yo he querido transmitir a mis hermanos el fuego. Contagiarles el
gozo del panorama armónico que el ardor de mi sangre me ha permitido ver y
sentir", decía.
Como
buen alquimista (o cinemista), buscó la unión de los contrarios: corazón
y cabeza, espíritu y materia... no están separados. Tampoco ciencia y arte. Su
mundo no se entiende sin su apego orientalista, que lo llevó a cambiar la
grafía de su apellido: de Valdelomar a Val del Omar.
La
tumba del desprecio
Dice
César Velasco Broca director español, que por su visión cinematográfica bien
podría ser el herederedo más claro de Val del Omar que la vida del granadino
significa "un recorrido por la España del siglo XX". En efecto, el
cineasta fue parte activa de las vanguardias históricas y el más olvidado de
los miembros de la Generación del 27, fue fiel a la República hasta su
caída y luego, en la dictadura, sufrió el destierro.
No
es de extrañar, sus inventos volvían inútil a la censura de las películas. Por
ejemplo, Val del Omar creó el Bi-Standard: es un formato del negativo de 35 mm
en el que se aprovecha el anverso y el reverso del rollo de película para imprimir
negativo, ahorrando así en costes. Los italianos lo copiarían más tarde y
le dieron el nombre de Techniscope.
Recuerda
el heredero, yerno y amigo del granadino, Gonzalo Sáenz de Buruaga, que cuando
fueron a presentar el Bi-Standard a las autoridades cinematográficas "nos
lo echaron para atrás porque el sistema impedía la censura, si se cortaba un
negativo, se cortaba también el que estaba por detrás", recuerda con humor
negro.
Gonzalo
Sáenz de Buruaga habla de "laberinto tecno-artístico" al abordar la
figura de su amigo. Un enredo infinito... como sus películas, que cerraba todas
con el epígrafe Sin Sin. El tiempo y el cine, como "arte
supremo de la experiencia", "es un espacio liberador y el verdadero
misterio". "Mi Dios es el tiempo", dijo.
En
el laboratorio PLAT (siglas que equivalen a su concepto totalizador
Picto-Lumínica-Audio-Táctil) pasó el resto de sus años. En un apartamento de la
Avenida de la Ilustración de Madrid, en cuyo interior Val del Omar se volcó en
su concepción del cine total. Allí estuvo el joven director Velasco
Broca este pasado verano, entre sus intimidades, durmiendo en la cama del cinemista
y rodando con sus aparatos. "Su espíritu sigue allí", dice, aunque
quizás no dure mucho. El director del Reina Sofía confirmaba ayer a este
periódico el acuerdo con Sáenz de Buruaga para ceder el PLAT al Museo Reina
Sofía para hacerse cargo de su legado.
Mucho
queda por saber la incógnita Val del Omar. Parte de las películas que rodó
durante las Misiones Pedagógicas, siguen perdidas. A pesar de sus
"múltiples renacimientos", como dice Sáenz de Buruaga, sigue
pendiente ser reivindicado como uno de los grandes innovadores del cine
español, Val del Omar no se acaba aquí. Sin fin.
Inventar
para el asombro del prójimo
1.
Objetivo de ángulo variable
En
1928, Val del Omar inventó el zoom para aproximar al prójimo, para ‘aprojimar'.
2.
Diafonía
La
diafonía o sonido binaural es una anticipación de los sistemas envolventes que
trascienden la estereofonía. Val del Omar quería crear en la sala de cine una
experiencia total que incluía el sonido envolvente. La diafonía es parte
esencial del concepto de desbordamiento apanorámico de Val del Omar por el que
el cine desbordaba la pantalla.
3.
Táctil Visión
Asombrosamente desarrollada en ‘Fuego en Castilla', la visión táctil es
un intento de crear imágenes de aparente relieve, creadas a partir de luces en
movimiento, que hagan creer que se palpa la imagen con los ojos. Ganó un premio
técnico en el Festival de Cannes de 1961, el mismo año que la Palma de Oro fue
para ‘Viridiana' .
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