xoves, 28 de outubro de 2010

La Guerra Civil a vista de pájaro

CARLES GELI 
BABELIA - 16-10-2010

Sobre las 12.45, Durruti salía de su puesto de mando en Madrid, en el cuartel de la Guardia Civil de Guzmán el Bueno, montado en su Packard. Pasó cerca de la línea del frente y del principal objetivo, el Hospital Clínico, ocupado el día anterior por las tropas franquistas. Apenas un cuarto de hora después, tras salir del coche, quedó herido de bala en el pecho. Según unos, cayó por el lado norte del cuartel, como marca la explosión roja; según otros, por el sur, más cerca de su columna militar, como muestra la explosión azul. En cualquier caso, entre las 14.30 y las 15.00 del 19 de noviembre de 1936, Durruti, muy grave, ingresa en el Hotel Ritz, entonces hospital de campaña. Sobre las cuatro de la tarde, fallecerá.
Desde las seis de la mañana, los últimos pasos del mítico oficial anarquista están detallados en un milimétrico mapa, como lo está la escalofriante trama civil del golpe de Estado en Barcelona de esa primavera y en el que se reconocen aún el bar de la Universidad Central, el también Bar Estudiantil, la cervecería Heidelberg o las antiguas instalaciones del RCD Español... O el no menos fascinante recorrido de los guardias de asalto por los túneles del metro de Barcelona entre las 12.30 y las 14.00 del 19 de julio, maniobra que ayudó mucho a acabar con la insurrección golpista en la ciudad. En todos los casos, se trataba de reunir el máximo de información sobre la guerra civil española y la intervención catalana de cualquier tipo en un trabajo único en la bibliografía sobre el tema en España. Son cartografías fascinantes, pero apenas tres muestras de los más de cuatrocientos milimétricos mapas que conforman el Atles de la Guerra Civil a Catalunya, o el fruto de cinco años de trabajo de un equipo del Centro de Estudios Históricos Internacionales de la Universidad de Barcelona.

Las redes viarias y ferroviarias, el nomenclátor de las ciudades..., todo responde a la época; y los detalles y la precisión horaria y militar es total. ¿De dónde sale tanta documentación, como el descorazonador listado de los 70 altos mandos del Ejército de Cataluña golpistas ese 18 de julio y los cuarteles donde se ubican? ¿O la colocación y formación de las columnas militares, pero también de las locales fruto de la iniciativa popular sin apoyo de partido alguno? ¿O las cartografías con todas las entidades bancarias de la Ciudad Condal? "Una buena parte es información inédita, como la que sacamos de los bajos de la casa de Carmen Negrín, la nieta del ministro y presidente del Gobierno republicano que vive en Francia y guarda sus papeles; o del archivo de Josep Bertran y Musitu [que fue carlista y espía de primera hora franquista], o de patearse las sedes que los partidos políticos tenían en los barrios de la ciudad o de incorporar todo dato obtenido de libros de memorias o la documentación de los hospitales", enumera el catedrático de Historia Antoni Segura, quien junto al ideólogo del libro, su colega Joan Villarroya, y la labor del cartógrafo Víctor Hurtado han comandado las casi quinientas páginas del volumen.

Es otra manera de ver la Guerra Civil. "Añadimos más rigor o ponemos en cuarentena muchas de las afirmaciones hechas; aquí solo presentamos datos en unos momentos en que se revisa este conflicto en base a planteamientos exclusivamente ideológicos; en nuestro caso solo hay trabajo sobre el terreno y un buen vaciado del Archivo de Salamanca", lanza Segura. En total, se han consultado 20 archivos (uno de Noruega, cuatro de Italia y uno de Francia), 8 bibliotecas (una holandesa) y hay 88 libros referenciados.

Esta Guerra Civil, a vista de pájaro y gráficos, es otra. Barcelona amanece golpista y solo hacia la tarde-noche los enfrentamientos armados cambian de signo. El 19 de julio hubo combates aéreos: sorprende reseguir la ruta de los hidroaviones del general Goded, que acaban marchando antes de recibir la orden de su jefe de bombardear el aeródromo de El Prat. La ubicación de las temibles checas constata que la mayoría eran de la CNT-FAI, que ERC tenía dos y UGT una, en la pudiente Bonanova; tras losFets de Maig, una decena desaparecieron y las restantes quedaron bajo el control del Servicio de Inteligencia Militar (SIM).

Los mapas no son mudos. En la batalla del Ebro (cargada de la detalladísima información de Bertran y Musitu), la contraofensiva fascista desvela la existencia de ocho aeródromos alemanes y tres de italianos; el que recoge la barbaridad de barcos hundidos frente a las costas catalanas por nacionalidades y tipología del atacante muestra que la mayoría de las naves afectadas son mercantes, hundidas más por aviones que por barcos enemigos; los navíos de bandera inglesa fueron las víctimas más numerosas. Entre las tristes hazañas, las seis grandes operaciones del buque franquista Canarias en 1936 y su cacareada proeza del combate y captura de los buques republicanos Jaime II y del J. J. Sister en la misma operación del 17 de septiembre de 1937. O la incomprensible conducta de una escuadrilla aérea republicana en el cielo del frente de Aragón del 24 de diciembre de 1939 y que costó (qué menos) la destitución del jefe de la misma.

Todas las barricadas y su ubicación en los Fets de Maig en Barcelona en 1937, la artería de los italianos del Eugenio di Savoi que, camuflado de negro como su tripulación, cañoneó de noche Barcelona avisando de qué palo iría la guerra (13-15 de febrero de 1937); la sospechosa mala puntería de la aviación franquista a lo largo de todo el conflicto, la situación de las 11 bibliotecas móviles para los soldados que la Generalitat dispuso en el frente de Aragón o el sinfín de oferta lúdica que aún se empeñaba en ofrecer Barcelona en esos años de plomo y sangre (más cines y mejor distribuidos; ¡tres plazas de toros y dos circos en 1938!) son parte de una cartografía que no tiene parangón en el resto de España, "pero que sería un modelo exportable", afirma el historiador. Hay muchos más mapas, claro, como los de las últimas horas de la defensa de Barcelona, quizá los más tristes: el gran número de deserciones que dejaron ya a las 10 de la noche del 25 de enero de 1939 desprotegidos el Banco de España, el edificio de Telefónica y las prisiones o el de los intentos tragicómicos de poner barricadas en la carretera de Sants y en la plaza de la Bonanova por parte de los jóvenes comunistas del JSU entre las 4 y las 8 de la mañana de un frío 26 de enero. Una buena última cartografía de la esperanza.

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