venres, 7 de xaneiro de 2011

La oscura diplomacia del Tercer Reich

Un nuevo libro implica a los embajadores de la Alemania nazi en las deportaciones y la eliminación de judíos. El mito del distanciamiento de los diplomáticos del Reich se derrumba
LAURA LUCCHINI 02/01/2011 
La historia reciente de Alemania es una fuente inagotable de sorpresas. La última la ha provocado un libro que derriba el mito sobre la supuesta oposición silenciosa que el Ministerio de Exteriores mantuvo frente al ideario nazi. Das Amt und Die Vergangenheit (El ministerio y el pasado), ediciones Blessing, redactado por una comisión de historiadores guiada por el profesor Eckart Conze, describe a los diplomáticos del Reich como una "organización criminal". La conclusión es contundente: "Los diplomáticos estaban al tanto de la política contra los judíos y tomaron parte activa en ella. (...) La cooperación en el exterminio en masa era una de las áreas de actividad del ministerio en toda Europa".
Los informes de los enviados del departamento de Exteriores fueron leídos y archivados cuidadosamente por empleados a las órdenes de Constantin Freiherr von Neurath y, más tarde, de Joachim Ribbentrop, titulares de esta cartera durante los Gobiernos de Hitler. Franz Rademacher, "responsable de los judíos", fue enviado en octubre de 1941 a Serbia, donde coordinó deportaciones y ejecuciones en masa. A su vuelta escribió un informe: "Los judíos varones serán fusilados este fin de semana, así que el problema queda solucionado tal y como relata la Embajada en un comunicado". Los costes de su viaje están registrados en un documento como: "Liquidación de judíos en Belgrado". Ulrich von Hassell, embajador en Roma, estaba encantado en 1933 con la nueva etapa antijudía y escribió claramente que quería "ser un luchador activo, es decir, participar" en la eliminación de judíos. Por su parte, Ernst von Weizsäcker, diplomático en Berna, en 1933, anotaba preocupado que "en el exterior falta una comprensión de la acción antijudía, porque quizá la influencia judía no ha manchado todavía sus almas".
Pero no solo eso. Después de 1945, el Ministerio de Exteriores de la República Federal ocultó a los ex criminales nazis. Sucedió entre 1951 y 1955, etapa en la que Konrad Adenauer era canciller. Adenauer permitió que ex miembros del NSDAP (Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán) se quedaran en el equipo ministerial como diplomáticos, que ocuparon puestos en las Embajadas de países árabes o latinoamericanos, donde era difícil que tuvieran que enfrentarse a ninguna persecución. Las cosas no cambiaron con Willy Brandt. A pesar de haber sido un firme opositor a Hitler, Brandt, una vez elegido canciller, siguió trabajando con Ernst Achenbach, ex oficial del Führer encargado de rastrear judíos en la Francis ocupada. Fue Joschka Eischer, al frente del Ministerio de Exteriores, quien creó en 2005 una comisión para investigar hasta qué fecha el departamento había ocultado su pasado nazi. Hasta la llegada de Fischer, muchos documentos habían permanecido secretos.
El estudio fue publicado el mes pasado y al acto de presentación asistieron los últimos responsables de la diplomacia alemana, Fischer, Frank Walter Steinmeier y el actual responsable de esta cartera, Guido Westerwelle, aunque en distintos eventos. Los cables liberados a través de este trabajo se leen como una Wikileaks histórica que involucra a los diplomáticos alemanes en la persecución de los judíos en Serbia, Francia, Suiza, Italia...
La necesidad de iluminar los bajos fondos del Ministerio de Exteriores alemán comenzó con una carta que Marga Hensler, ex traductora del departamento, de 92 años, envió a Joschka Fischer quejándose de un elogioso obituario del diplomático Franz Nüsslein publicado en el año 2003 en una revista oficial. Nüsslein fue cónsul general de Alemania en Barcelona entre 1962 y 1974, y durante la Segunda Guerra Mundial fue fiscal en la Checoslovaquia ocupada, donde firmó miles de sentencias de muerte contra presuntos miembros de la resistencia. Fischer, sorprendido y preocupado por la polémica que había generado la carta de Hensler, decidió poner en pie una comisión de investigación: "Este es el obituario que este señor se merece", dijo. Después de la publicación del libro, Guido Westerwelle mandó una circular a las delegaciones diplomáticas alemanas en el mundo recomendando que descolgaran de las paredes todos los retratos de embajadores germanos anteriores a 1951. Instó también a las embajadas a investigar cualquier acusación de nazismo contra sus antiguos representantes. Estos detalles y el apoyo de tres ministros de Exteriores han elevado el interés del libro a los ojos del público. Y la obra se ha convertido en un superventas en las librerías. Se han vendido 80.000 ejemplares entre noviembre y diciembre pasados. También ha generado un sinnúmero de artículos o entrevistas de otros historiadores que han ido analizando las 880 páginas y 2.000 notas en búsqueda de incongruencias y superficialidades. El asunto está que arde, y la polémica, servida. Hans Mommsen, célebre experto del Tercer Reich, explicó la semana pasada que el libro le causó "horror" y que, en su opinión, está lleno de "errores enormes". Jöhannes Hürter, del Instituto de Historia Contemporánea de Múnich, dijo que no tiene "fundamento". Su colega de Fráncfort Sönke Neitzel dijo que se trata de "pornografía histórica". Se critica en particular la superficialidad y la falta de método científico por mezclar documentos inéditos con otros ya publicados. A pesar de esto, muchos políticos, Fischer y Westerwelle entre ellos, están convencidos de que la obra cambiará para siempre la imagen de la diplomacia alemana. Lo mismo piensan los supervivientes del Holocausto. La actitud de Westerwelle "demuestra que la Alemania actual es muy seria en su intención de confrontarse honesta y dolorosamente con su oscuro pasado", dijo Elan Steinberg, vicepresidente de la Unión Americana de Supervivientes Judíos.

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