martes, 12 de abril de 2011

Cultura contra Franco


Goytisolo y Castellet revisan la Barcelona de los años sesenta
CARLOS PRIETO MADRID 06/04/2011 08:40
Castellet, á dereita con García Márquez,
Vargas Llosa, Hortelano, Barral e outros, 1970
Revolución política, revolución cultural y revolución de las costumbres. ¿Quién da más? Nadie. Si hablamos de insurrección, ninguna década puede hacer sombra histórica a los años sesenta. Casi nadie se libró del alboroto. Ni siquiera España. El franquismo acabó falleciendo de muerte natural en 1975, vale, pero su salud quedó tocada en los sesenta por el temblor transformador. Y aunque no teníamos ni hippies ni adoquines, España cuenta con su propia mitología sesentera.
Luis Goytisolo (Barcelona, 1935) y José María Castellet (Barcelona, 1926), dos figuras claves del frente cultural de la época, se juntaron ayer para explicar cómo pasamos de la hambruna, la censura y la grisura a la modernidad. Los escritores catalanes inauguraron el ciclo Barcelona, años 60: el alegre despertar, organizado por la Fundación Mapfre, y por el que en los próximos días pasarán Esther Tusquets, Ana María Moix, Ignacio Echevarría, Jorge Herralde, Félix de Azúa, Elvira Huelbes, KjellJohansson, Javier Corberó y Ricardo Bofia.
Luis Goytisolo, director del ciclo, abrió el fuego dibujando las tres cabezas del movimiento: política ("la cultura se aproximó al Partido Comunista porque era la única oposición al régimen"), costumbres ("la consigna era no buscar ni novio ni novia, sino la libertad sexual total, algo que ocurrió en Barcelona pero no en el resto de España") y cultura ("el nuevo modelo surgió en Barcelona porque en Madrid la cultura estaba más controlada por el régimen").
Un erial cultural
José María Castellet, por su parte, quizás temiendo que el ciclo se pudiera convertir en un capítulo de Cuéntame cómo pasó, entre la celebración y la narración de batallitas nostálgicas, comenzó asegurando que no "hay que mitificar demasiado" lo que ocurrió en Barcelona en los sesenta, aunque fuera "importante para las culturas españolas y catalanas".
Dicho lo cuál, el Premio Nacional de las Letras 2010 procedió a justificar con creces su presencia allí con un ricoanecdotario sobre las tribulaciones del antifranquismo cultural en los años previos a la década prodigiosa.
Castellet viajó a los oscuros cuarenta, cuando España era un erial cultural y sacar adelante una revista universitaria era una tarea titánica. Castellet se juntó en la facultad de Derecho ("entonces sólo estudiaban filosofía los curas y las monjas") con apellidos del calibre de Barral, Sacristán y Ferrater para agitar unas aulas dominadas por monárquicos y falangistas ("nos reíamos viendo cómo se pegaban entre ellos, todavía no se habían formado las primeras células comunistas universitarias"), pero en las que la iglesia tenía la última palabra en cuestiones culturales: "La censura no era tanto un asunto militar o falangista, sino de la iglesia, esa amenaza que nunca acaba de desaparecer del todo", razonó Castellet.
El escritor rememoró uno de los encontronazos que tuvo con el Arzobispado tras publicar lo que hoy parecería un inocuo artículo de Simonede Beauvoir: "Aquello era demencial. De locos. Es muy difícil de explicar a los jóvenes de hoy". En efecto, España era un país tan absurdo que algunos, como Juan Goytisolo, decidieron que "no se podía vivir allí", idea que, según Castellet, caló profundo entre la vanguardia cultural. "Había que afrancesarse. Vivir como si no viviéramos en España", recordó.
Dicho y hecho. Llegaron los sesenta, los jóvenes se dejaron el pelo largo, se pusieron a tirar piedras y la cultura española resucitó.

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