xoves, 30 de xuño de 2011

Ana Córdoba, otra mártir pacifista de Colombia


La activista defendía a los desplazados por el conflicto
EL PAÍS 24/06/2011
"Me van a matar y nadie ha hecho nada", afirmó la activista colombiana Ana Fabricia Córdoba durante una reunión con representantes del Gobierno colombiano el 29 de abril de este año. Lo había repetido varias veces. Ya le habían matado a su esposo y a dos de sus hijos. Seis semanas después, el 7 de junio pasado, un desconocido le dio un tiro en la cabeza mientras viajaba en autobús por Medellín a las 10 de la mañana. Tenía 51 años.
La activista, prima de la senadora Piedad Córdoba, intermediaria entre el Gobierno colombiano y las FARC, conoció la violencia desde su niñez. La guerra entre liberales y conservadores (19481960) obligó a sus padres a dejar sus tierras en Tibú (al noreste de Colombia, en la frontera con Venezuela) y desplazarse hasta Urabá, en la costa pacífica del país. Un hermano suyo militó en Unión Patriótica, un brazo político de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Entonces "comenzó el caos" aseguró a la revista Semana en una entrevista publicada en noviembre del año pasado. Los líderes y militantes de la Unión Patriótica fueron perseguidos y prácticamente exterminados por grupos paramilitares. Entre 1985 y 1988 murieron dos candidatos presidenciales, ocho congresistas, 13 diputados, 11 alcaldes, 70 concejales y miles de sus militantes.
Pera la violencia no cesó. Los paramilitares mataron a su esposo en 2000. Córdoba y sus cinco hijos se mudaron a Medellín un año después. Recordaba su impresión al llegar a la segunda ciudad más poblada de Colombia. "Me llamó la atención que la gente se mantenía muy aseada, diferente al campo, donde uno encuentra hombres barbados a toda hora y las manos se mantienen negras de trabajar la tierra. No sabía ni siquiera cuándo tenían que parar los carros en los semáforos y me tiraba cuando transitaban por ahí", relataba a Semana.
Las amenazas continuaron y pidió en reiteradas ocasiones protección del Estado. De poco le sirvió. Uno de sus hijos, Carlos Mario Ospina Córdoba, murió asesinado a los 13 años en 2000 y otro más, Jonatan, falleció con 19 años en un tiroteo hace apenas 11 meses. La activista culpaba a la policía de los dos crímenes. En ninguno de los dos casos se ha dado con los culpables. El dolor, sin embargo, no le impidió acusar en voz alta a diferentes miembros de los equipos de seguridad de brindar apoyo a la estructura paramilitar en la zona, además de cometer actos de tortura contra los jóvenes de Medellín, según relata un informe de la Federación Internacional de Derechos Humanos.
Córdoba se convirtió en líder de barrio La Cruz en Medellín, fundó en 2008 la organización Líderes Adelante por un Tejido Humano de Paz (Latepaz) y se integró en la Ruta Pacífica de las Mujeres, un grupo que busca una salida pacífica para el conflicto armado. La muerte de la activista ha empañado la ilusión por una paz en Colombia, motivada por la reciente ratificación de la Ley de Víctimas, que busca resarcir el daño a cuatro millones de personas afectadas por el conflicto armado y restituir más de dos millones de hectáreas a los desplazados. Por lo pronto, algunas Organizaciones de Derechos Humanos han anunciado la suspensión del diálogo con el Gobierno colombiano a raíz del asesinato.
A Córdoba le sobreviven tres hijos: Diana, de 28 años; Carlos Arturo, de 18, y, Carolina, de 12. El mismo día que murió su madre volvieron a ser amenazados. Han pedido el apoyo del Gobierno colombiano. "Les han matado al papá, a dos hermanos, a la mamá, y lo que expresan es toda la preocupación", afirmó el martes el vicepresidente colombiano, Angelino Garzón, que añadió que estudian "los mecanismos necesarios" para trasladarlos a otro país. "Es un asesinato que hubiéramos podido evitar", reconoció.

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