venres, 16 de setembro de 2011

'Tahrir 2011', retazos de una revolución aún en marcha


El documental colectivo, presentado en la sección oficial del festival, documenta la revuelta egipcia y ridiculiza el régimen de Mubarak. Sus directores analizan las claves de la película
CARLOS PRIETO ENVIADO ESPECIAL 10/09/2011
Algo tienen las bodas que hace que sea casi imposible asistir a una y no acabar perdiendo los papeles con una corbata en la cabeza. Así que resulta difícil imaginar el subidón que debe dar ir a una boda en mitad de una revolución. Tahrir 2011, documental colectivo sobre la insurrección egipcia presentado en la sección oficial de la Mostra, incluye escenas tan euforizantes como las de una pareja que decidió casarse en la plaza Tahrir en pleno quilombo revolucionario. "Las madres me besaban emocionadas y me decían que les recordaba a sus hijas. La gente necesitaba disfrutar de una vez", cuenta la novia.
Tahrir 2011 es un filme colectivo (Tamer Ezzat, Ayten Amin y Amr Salama) dividido en tres capítulos: el bueno, el feo y el político. El primero se centra en reconstruir la revuelta que hizo temblar al mundo. Cómo los ciudadanos tomaron el control de la plaza y construyeron una sociedad dentro de la sociedad, un país dentro del país.
En la plaza Tahrir se instalaron servicios como una unidad psiquiátrica que se desbordó el día en que, pese a las expectativas, Hosni Mubarak decidió, en un discurso televisado, continuar al frente de Egipto. "Recibimos al menos treinta personas con brotes histéricos y convulsiones. A unos les dimos valiums, a otros les recitamos el Corán y les cantamos canciones para conseguir tranquilizarlos", cuenta una de las voluntarias en Tahrir 2011.
El segundo segmento intenta entender qué pasaba al otro lado de la barricada cuando estalló la revolución en las calles. Es decir, descubrir en qué pensaban los policías. El filme incluye un carrusel de declaraciones de miembros de las fuerzas del orden que se mueven entre la disculpa ("sólo hacía mi trabajo"), la sinceridad ("la integridad no es una prioridad cuando uno trabaja en los servicios de inteligencia") y las estrategias sobre el terreno: "No podíamos dejarles tomar Tahrir porque si alcanzaban la plaza el país se vendría abajo". Y se vino abajo, en efecto, pero no el país, sino el régimen.
"Surgió tras hacerme la siguiente pregunta cuando la represión se cernía sobre Tahrir: ¿Por qué la policía está haciendo lo que está haciendo? Trataba de descubrir la otra cara de la revolución", cuenta a Público la directora Ayten Amin. "Las entrevistas con los agentes duraban unas seis horas. La mayor parte del tiempo se limitaban a repetir las clásicas consignas propagandísticas del Ministerio del Interior. Pero al final, hacia la última media hora, quizás porque estaban cansados de mentir, se relajaban y empezaban a decir cosas interesantes. Probablemente era la primera vez que se cuestionaban la verdad oficial. Su actitud era comprensible: no era fácil para ellos empezar a pensar por sí mismos", añade.
Diez pasos para ser dictador
El filme se cierra con un capítulo entre informativo y satírico sobre la historia del régimen de Mubarak donde se enumeran unos cómicos "diez pasos para convertirte en un dictador". Además de entrevistar a personajes relevantes de la política egipcia (Al Baradei, Hossam Badrawi), el director parodia la psicología de un político, Mubarak, obsesionado con los tintes de pelo. Un estadista no puede permitirse el lujo de envejecer. "He dicho muchas veces que los dos gremios que más perdieron con la caída de la dictadura fueron los brokers y los peluqueros de Mubarak", explica un fotoperiodista en Tahrir 2011.
En efecto, todos los entrevistados charlan alegremente sobre los tintes de pelo del dictador y sus ministros, como si, tras tres décadas aguantándose la risa por temor a ser purgados, la revolución hubiera destapado la caja de los truenos del humor. "En su afán por imitar a Mubarak, todos los miembros de su gobierno se tiñeron el pelo. Parecía que si no te lo teñías no alcanzarías el paraíso", cuenta la película.
El cuadro humorístico se completa con las canciones sobre Mubarak. Cientos y cientos de temas glosaron sus hazañas más asombrosas, incluidos espeluznantes baladones donde el pueblo agradece al líder lo "mucho que se preocupa por nosotros". El filme también analiza los argumentos de Mubarak para desacreditar una revuelta ciudadana impulsada, según la propaganda oficialista, por fuerzas oscuras e intereses foráneos. "La insurrección egipcia es un caso sin precedentes en la Historia: se trata de la única revolución organizada al mismo tiempo por EEUU, Israel, Irán y Hamas", se cuenta con ironía en el filme.
"Elegí la vía cómica cuando me di cuenta de que en sus discursos televisivos, Mubarak se negaba a afrontar lo que estaba ocurriendo en Tahrir. No era capaz de asumirlo. Una incapacidad para lidiar con la realidad que era dramática y cómica al mismo tiempo. No entendía que, tras treinta años en el poder, los ciudadanos le odiaban, quizás porque ninguno de sus consejeros había tenido las agallas de explicarle la situación. Siempre le habían dicho lo que quería oír. De hecho, aún hoy Mubarak sigue pensando que la mayoría de los egipcios le quiere y que ha sido víctima de una conspiración", explica Amr Salama.
Egipto como un viejo autobús
"Mientras hacíamos el documental pasaban cosas a diario. También ahora. La caída de Mubarak fue un punto de inflexión, pero no es el fin de la historia. La revolución está aún en marcha", cuenta Tamer Ezzat. El director recurre a una analogía "muy popular en las redes sociales egipcias" para explicar la situación actual en su país: "Egipto es ahora como un viejo autobús estropeado. Los revolucionarios tratan de empujarlo hacia delante. Los islamistas y los partidos políticos hacen como que empujan. Los militares están dentro del autobús pisando los frenos. Y la mayoría silenciosa permanece en casa enfadada porque el autobús no se mueve y no llega a su destino... Es pronto para saber hacia dónde vamos, pero se trata de una oportunidad de oro, de un nuevo comienzo, y lleguemos a donde lleguemos estaremos mejor que antes".
Los directores, que siguen con "interés" la evolución del 15-M, se sienten "orgullosos" del "efecto contagio" de la primavera árabe. "Aunque el contexto político y social sea diferente, los problemas son similares. La gente no ve la luz al final del túnel, siente como si estuvieran manipulando su futuro, desea tener mejores oportunidades. En Madrid, en El Cairo o donde sea", zanja Ezzat.

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