sábado, 17 de setembro de 2011

Trincheras que hablan


"Era 1951. Mi madre y mi tía estaban cuidando las ovejas, encendieron una hoguera para calentarse y una bomba de la guerra que no vieron explotó. Mi tía, que tenía 18 años, murió, y mi madre, de 12, perdió un ojo", contaba ayer Marisol, de Abánades (Guadalajara) al arqueólogo Alfredo González Ruibal frente al puesto republicano, un corral de ovejas abandonado, donde el CSIC lleva seis días excavando. Allí recrearon ayer, junto a un grupo de la Asociación Frente de Madrid, la vida en una trinchera republicana.
En el museo del pueblo, arqueólogos y vecinos han puesto en común los objetos —balas, casquillos, cascos, fragmentos de granadas de mano... — de aquella etapa: unos, recuperados en la tierra, otros, rescatados del desván. Los peligrosos, como la bomba que mató a la tía de Marisol fueron arrojados hace años a un pozo.
Los mejores tesoros han aparecido en la basura. En las cuatro zanjas que los republicanos cavaron a modo de vertedero frente al puesto de mando. "Ahí encontramos los objetos que hablan del modo de vida", cuenta González. Por ejemplo, en esta trinchera había muchas botellas de alcohol. "Los soldados tenían derecho a una ración diaria de coñac, pero antes de salir al frente les daban otra extra, para envalentonarlos".
Gracias a la basura saben que el centenar de hombres del 249 batallón de la 138 brigada mixta que llegó de Cataluña a este corral de ovejas en enero de 1938 estaba "bien alimentado". "Hemos encontrado incluso una delicatessen: una lata de anchoas", explica el arqueólogo. También los huesos de una vaca descuartizada que los ancianos del pueblo han identificado como "la vaca fugitiva". "Pertenecía al bando nacional, pero el día que iban a matarla y comérsela, se les escapó. La persiguieron hasta que se adentró en zona roja. Entonces, le dispararon para que no llegara viva al enemigo. Los republicanos celebraron a gritos aquellos filetes para fastidiar a los otros".
El año pasado, el CSIC excavó las trincheras de los otros. "La diferencia es abismal. Las del bando franquista están muy bien hechas, con hormigón. Las republicanas son de mampostería, hechas como si fuera un corral. En las trincheras rojas aparece mucho calzado y ropa civil. En las nacionales iban de uniforme y botas militares. Los franquistas llevaban munición alemana y para el máuser español. Los republicanos tenían balas rusas, austriacas, francesas y muchas veces no cuadraban con el armamento", explica González. Cipriano Mera, el teniente coronel que dirigía la brigada, era albañil. Y entre sus hombres había un famoso compositor de sardanas: Joaquín Homs.
En la trinchera, ensimismados en su papel, Gonzalo del Fresno, Jonatan Vilanova, Miguel Ortego y Rodrigo Gómez recrean la guerra. Les ha costado mucho encontrar los uniformes republicanos — "la gente se deshizo de ellos porque les comprometía"— , aunque otras veces están en el otro bando: "La última vez, fui falangista", cuenta Gonzalo. En junio escenificaron con 80 compañeros la batalla de Tajuña. Dispararon tiros ficticios con armas auténticas de la época. Y al final se dieron un abrazo que nunca ocurrió.

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