mércores, 14 de setembro de 2011

Una aventura de cine en el 11-S


Periodistas gallegos filmaron la caída de las torres en un documental aún inédito
ALFONSO PATO - Santiago - 09/09/2011
El 10 de septiembre de 2001, los entonces estudiantes de periodismo Carlos Meixide y Tomás Lijó llegaron a Nueva York para disfrutar de un sueño. Habían dirigido un cortometraje, O meu nome o meu mundo, y para su sorpresa había sido elegido para participar en el Festival Internacional de Cine y Vídeo de Nueva York. Según muestran las imágenes que registraron, el 10 de septiembre era un día apacible en Nueva York: rabinos esperando pacientes en las lavanderías, bodas de sonrientes japoneses y una ciudad que latía con su habitual bullicio multicultural. Meixide y Lijó grababan con la mirada ingenua del típico vídeo de viajes, esperando el gran día de la proyección de su corto: el 11 de septiembre. "Ese mismo día habíamos decidido visitar el World Trade Center, pero no llegamos a tiempo", declara Lijó.
El destino les había deparado un día para la historia. Su cámara casera se convirtió en una herramienta para registrar un momento de esos que hacen temblar el pulso: la caída de las Torres Gemelas. Y todo quedó plasmado en una pieza documental de 27 minutos, titulada Cascallos, que permanece inédita 10 años después y por la que varias televisiones han mostrado interés estos días.
"Creo que estábamos grabando un poco a la ligera el backstage de una tragedia ajena hasta que vimos al lado a los neoyorkinos llorar desconsolados", rememora Tomás Lijó una década después sobre el día de la mayor acción terrorista de la historia.
"Vi caer la segunda torre desde uno de los puentes que unen Brooklyn con Manhattan y recuerdo especialmente un ruido extraño, un rechinar de algo que estaba a punto de romperse como una bisagra oxidada", recuerda Carlos Meixide. La noche del 11 de septiembre decidieron caminar por la ciudad hacia la zona cero. "Era como en las películas de ciencia ficción después del caos. Manhattan de noche era una ciudad fantasmal, cubierta de ceniza, solo con mendigos y bomberos", describe Carlos Meixide, que consiguió llegar a las inmediaciones de aquel humeante amasijo de escombros y filmar con su compañero la imagen ya legendaria del esqueleto del edificio doblegado.
La historia de cómo llegaron al corazón de la catástrofe merecería otro documental aparte, o quizá un guión de una comedia. "Teníamos solo una idea, sobre un niño que reconstruía su propia realidad en una aldea de la Costa da Morte, y decidimos mandarla al festival", rememora Lijó, que confiesa que "no había ni guión escrito". "Alucinamos cuando llamaron para pedir el material". Ante tal sobresalto grabaron el cortometraje en un fin de semana y lo enviaron al certamen.
"Para nuestra sorpresa les gustó, y como eso solo pasa una vez en la vida, decidimos buscar fondos para viajar a Nueva York", cuenta este periodista que ahora es profesor de audiovisuales. El equipo del corto buscó fondos a lo Santiago Segura, participando en concursos de televisión. "El concurso al que se podía acceder más fácilmente era el que hacía Ana Kiro en TVG. En el programa teníamos una persona cómplice y durante un mes solo llamaban a gente de nuestro entorno. Así conseguimos 400.000 pesetas de hace 10 años", cuenta Tomás Lijó sobre esta peculiar historia que tenía como objetivo el 11 de septiembre, el día que se iba a proyectar el corto.
"Una vez atrapados allí, empezamos a hacer crónicas para varios medios. Fuimos a Nueva York como cineastas y el 11-S nos reconvirtió en periodistas", declara este periodista de Fisterra sobre la experiencia que le retuvo varios días en esa ciudad. "No pudimos salir hasta tres días después y en el aeropuerto había dos colas. Los occidentales avanzábamos a ritmo normal, pero las personas con rasgos árabes eran sometidos a revisiones, porque pasaron a ser sospechosos de terrorismo. Era muy triste, pero las cosas habían cambiado", concluye Tomás Lijó.

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