mércores, 5 de outubro de 2011

El auténtico 'homo sovieticus'


La Fundación Juan March presenta una exposición sobre el artista ruso que iluminó la propaganda idílica que exigía Stalin para la dictadura del proletariado
PEIO H. RIAÑO MADRID 01/10/2011
El ateo en la máquina nº 9, contrapotada, 1927
Aleksandr Aleksándrovich Deineka nació y murió bajo el sol que calentó el régimen soviético. Tenía 18 años en 1917, cuando el zar Nicolas II perdió el poder y la Revolución bolchevique triunfó en Rusia. Murió en 1969, en pleno apogeo de la era de Jruschov y como respetado presidente de la Academia de Bellas Artes de Moscú. Deineka tuvo dieta única. No conoció otra cosa, fue un auténtico homo sovieticus, un pintor realista socialista con raíces en la vanguardia. Es también el protagonista de la exposición Una vanguardia para el proletariado, que el próximo 7 de octubre inaugura la Fundación Juan March, de Madrid, hasta el próximo 15 de enero.
El comisario Manuel Fontán del Junco reconoce que el título es un poco provocativo, porque comúnmente se ha entendido el arte del realismo socialista como algo rudo, propagandístico, aliñado con el encargo del estado estalinista y bajo la mano formalista de unos artesanos sin ambiciones plásticas. Pero Deineka está a medio camino entre el final de la vanguardia y el realismo socialista. "Si alguien considera que la vanguardia rusa murió a manos del realismo socialista es que no ha entendido nada", asegura Fontán.
Creadores de sueños
La tercera exposición sobre este artista que sale de Rusia reivindica cómo la vanguardia puso el acento en el procedimiento artístico y qué ocurre cuando en el lugar en el que la vanguardia puso en marcha un proyecto artístico, el Estado aplica una base ideológica que se ocupó de poner en cuestión el procedimiento artístico. A las ansias transformadoras de la vanguardia se le presentó un competidor muy serio: el Partido Comunista de la Unión Soviética, que quería hacer la revolución, y "crear soñadores que pudieran soñar en la futura dictadura del proletariado, preparar a la gente para el futuro". "El futuro tenía que ser real", dice Manuel Fontán.
La muestra abarca, con 80 obras del artista, además de revistas, carteles, libros, documentos y objetos (en total, 250 piezas), sus inicios en los años veinte hasta sus últimas piezas en los años cincuenta. Los extraordinarios carteles de esta figura desconocida se completan con sus colaboraciones en revistas, en las que aparecen escenas de masas entusiastas, de fábricas, deportistas, agricultores y la idílica vida soviética. Metáforas de la utopía soviética, "de la total transformación revolucionaria de la realidad social y material por la dialéctica del capital y del trabajo".
El catálogo que acompaña a la exposición cuenta con cerca de 60 textos que abarcan, con nuevas traducciones y textos inéditos, el contexto histórico: "El marxismo no es sin más una ideología, sino que es mucho más justo considerar que es una ideología estética. Es muy frecuente hablar de la vanguardia en términos políticos. La tesis de Marx es un lema artístico: Transformar no es entender, transformar es cambiar las cosas'. La mirada formalista nos hace ver tratamientos políticos de cuestiones formales y tratamientos formales de cuestiones políticas", resume Fontán.
Cuando uno observa la obra de Deineka la indulgencia puebla el juicio del rol del artista en un momento como aquel. Debió ser muy difícil escapar del rol de ilustrador cuando Stalin exigía la transformación de la realidad. A fin de cuentas, era mucho más radical tratar de establecer la dictadura del proletariado y abolir el derecho a la propiedad, que sustituir la figuración por las abstracciones de cuadrados blancos y negros. Vamos, que a la vanguardia le salió un competidor muy complicado y no le quedó más remedio que aplicar sus métodos a sus intenciones.
Y a pesar de todo, no son cuadros que hagan una mímesis de la realidad, son cuadros que hacen una mímesis del sueño soviético. Y "frente a la gran experimentación social de Stalin, el experimento artístico de Rodchenko se quedó en gaseosa". Pero Fontán tiene más burbujas en la recámara: "La situación de los artistas del realismo socialista no es tan diferente a la de los artistas contemporáneos, unos están sometidos a criterios del mercado y los otros a los puramente artísticoso políticos".

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