La editorial Capitán Swing recupera un texto de propaganda del Nobel a
favor de la carrera armamentística de EEUU en 1942
PEIO H. RIAÑO MADRID 14/12/2011 08:00 Actualizado: 14/12/2011 12:02
Cuesta
creerlo, pero 20 años antes de que John Steinbeck (1902 -1968) recibiera el
Premio Nobel y tres años después de escribir Las uvas de la ira, publicó
el bochornoso libro que las Fuerzas Armadas de EEUU le habían encargado para
ensalzar la carrera armamentística que conduciría al país a la entrada de la II
Guerra Mundial, y en el que llega a tocar la cumbre del patrioterismo más
barato: "Debemos congratularnos de que ciertas autoridades civiles
timoratas y determinados clubes de damas no hayan conseguido erradicar del país
la tradición de la posesión y uso de armas de fuego, esa profunda y casi
instintiva tradición de los norteamericanos. Porque un rifle o una
ametralladora no se aprenden a disparar de verdad en pocas semanas".
Así es como
el mismo autor que se preocupó y se empeñó en exaltar los valores de la
justicia y la dignidad, al retratar el camino de una familia campesina hacia
mejores condiciones laborales en California, tras el desastre económico de
1929, se presta a engrasar la perfecta máquina de matar, con un increíble
ejercicio propagandístico, en el que es alistado para alabar el crecimiento y
refuerzo de una división militar que hasta ese momento curiosamente a las
puertas de la conocida provocación de la marina imperial japonesa en Pearl
Harbor (Hawái) no se había desarrollado.
"Al
atacarnos destruyeron a los mejores de sus aliados, a saber, nuestra atonía,
nuestro egoísmo y nuestra falta de unidad", razona el autor de De
ratones y hombres. La mejor arma de Steinbeck es, sin pudor, acusar a las
nuevas generaciones que salían del crash: "Una anarquía de
pensamiento y acción se había asentado en los jóvenes del país. Quizá podría
haberse hallado un antídoto contra tan venenosa ociosidad y deriva",
escribe en la introducción al libro cínicamente para llamar al alistamiento
masivo de los jóvenes.
A esa
juventud vaga la ensalza a renglón seguido, para demostrar que da gusto vivir
en un país de obreros, nacidos para aplicar sus conocimientos a la guerra a
pesar de sus travesuras adolescentes: "Los muchachos y jóvenes de pueblos
y granjas llevan la maquinaria en el alma. Dos generaciones de jóvenes han
volcado sus Ford modificados, los han mantenido funcionando con saliva y
alambre cuando hacía ya tiempo que estaban para el desguace [] los chicos de
granja que han mantenido a los viejos tractores latiendo sobre la tierra mucho
después de habérseles dado por desahuciados". Esa generación perdida de
carreras de coches y campesinos debía atender a la responsabilidad de defender
a su país. A la guerra, en la nueva fortaleza aérea.
Toneladas de
arsenal
Bombas
fuera. Historia de un bombardero (Capitán Swing) debía demostrar, tal y como le
pidió personalmente el presidente Roosevelt, que "los grandes bombarderos
pasaban a ser la mejor de nuestras armas". Se refería a la creación del
B-17 Flying Fortress y el B-24 Liberator. El primero fue el
precedente de los B-29, que soltaron las bombas nucleares sobre Hiroshi-ma y
Nagasaki, los mismos que formaron parte de las casi 2.700.000 toneladas de
bombas que los ataques aéreos aliados arrojaron en sus campañas. Los mismos que
dejaron, sólo en Alemania, 300.000 muertos y 780.000 heridos civiles.
"Ahora sabemos que nuestra costa no puede ser atacada por flotas
invasoras, siempre y cuando contemos con un vasto número de bombarderos de
largo alcance con los que detectar al enemigo en el mar y destruirlo antes de
que pueda arribar a nuestras orillas". Una vez más, la historia del miedo
paliada con millones de kilos de arsenal.
En resumidas
cuentas, John Steinbeck cree que el equipo humano que forma parte del
bombardero es una "organización verdaderamente democrática"; que los
aviones son bautizados por sus tripulaciones como Little, Eva y Elsie,
porque "obedece a ese rasgo tan típico del norteamericano de establecer
una suerte de relación de afecto con su máquina, de dotarla de vida";
sobre esos nuevos seres, los soldados, antes simples golfillos de barrio,
explica detalladamente cómo sufren una extraordinaria transformación en el
campo de adiestramiento: "Sus cuerpos se están enderezando, la cabeza se
les ve más alta, se detecta cierto brío en la marcha"; y su éxito más allá
de las fuerzas aéreas está garantizado porque "en tanto que jóvenes sanos,
todos gozarán de un gran éxito entre las chicas".
¿Las
características de estos soldados? "Gracias a su agudo sentido de la
coordinación, el tiempo y el ritmo, serán en su mayoría buenos bailarines y les
gustará bailar []. Serán atractivos aunque no necesariamente guapos".
Total, basta con que sepan que "pertenecen a una selección
privilegiada", la que mata y muere por la "supervivencia y el futuro
de la nación entera como bandera".
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