mércores, 31 de agosto de 2011

España amplía su causa sobre el genocidio maya a los crímenes de género


El juez Pedraz investiga 1.465 violaciones, mutilaciones sexuales y empalamientos de mujeres por el Ejército guatemalteco para hacer desaparecer la etnia
Los delitos de genocidio, terrorismo, lesa humanidad, torturas, asesinatos y detenciones ilegales no fueron los únicos que presuntamente se produjeron durante el genocidio maya perpetrado por el Ejército guatemalteco y las ultraderechistas Patrullas de Autodefensa Civil (PAC) entre 1979 y 1986. El juez de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz ha ampliado su investigación a los crímenes de género. El magistrado considera que las 1.465 violaciones, en su inmensa mayoría de mujeres mayas, perpetradas durante ese período, además de otras atrocidades sexuales, tenían como objetivo acabar con ese grupo étnico "no solo a través del exterminio físico sino también del quebrantamiento de su estructura social".
En su resolución, el juez Pedraz recuerda como, durante esos años, las mujeres mayas sufrieron formas específicas de violencia "especialmente de tipo sexual" por parte del Ejército, las PAC así como comisionados militares. El juez constata 1.465 violaciones de las que el 97% serían imputables a estos últimos. En el 88,7% de los casos, las víctimas eran mujeres mayas. El 62% de ellas tenía entre 18 y 60 años en el momento de los hechos, y otro 35% fueron menores de 18 años. "Muchas de ellas fueron sometidas a esclavitud sexual", relata el magistrado. "Mientras duraban los asedios, a algunas mujeres las mantenían con vida para ejercer sobre ellas continuas agresiones sexuales y, en otras ocasiones, eran trasladadas a cuarteles y destacamentos militares a tal fin".
La resolución señala la "extrema crueldad" con la que se perpetraron algunos de esos crímenes. Habla de mutilaciones como hemorragias vaginales y empalamientos que luego se mostraban a la población en lugares públicos. También se produjeron "atroces y brutales actos sexuales" contra mujeres embarazadas, niñas que fueron violadas sucesivamente por varios agentes incluso en presencia de otros miembros de la comunidad maya o de familiares, feticidios, aperturas de vientres... En muchos casos, estas agresiones provocaron la muerte de las víctimas. En un 35% de los casos se las ejecutó sumariamente después.
"Toda esa violencia de género fue planificada desde el entrenamiento militar, en el cual las agresiones sexuales se constituían en una práctica habitual, siendo incluso ordenada por los mandos superiores en forma previa al ingreso [en el Ejército] señalando la forma precisa de hacerlas", afirma el magistrado. Su finalidad era demostrar poder como parte de una estrategia de terror y "asegurar el fin de la transmisión de la cultura maya y la desaparición del grupo" provocando desplazamientos de mujeres, rupturas de matrimonios y lazos sociales, aislamiento, vergüenza comunitaria y evitación de matrimonios y nacimientos dentro del grupo. Unos 500.000 mayas, en su mayoría mujeres y niños, tuvieron que desplazarse a otras comunidades y después a las montañas. Muchos murieron de hambre y frío.
Para evitar que estos delitos sexuales queden impunes, el juez amplía su investigación a ellos. Recuerda que el artículo 607.1.2 del Código Penal considera genocidio "la agresión sexual cuando tiene el propósito de destrucción total o parcial de un grupo". Dos apartados después, ese mismo precepto, establece que son actos genocidas todos los actos encaminados a generar "un desplazamiento forzoso" o a "impedir el género de la vida o la reproducción". En total, los delitos de género imputados a los supuestos agresores son cuatro: tres de genocidio (por las agresiones sexuales, el desplazamiento forzoso y por impedir la reproducción) y uno de torturas por las mutilaciones y violaciones.

Paraguay abre un museo virtual de su Memoria Histórica


Una página web recoge testimonios de los perseguidos durante la dictadura de Alfredo Stroessner, que gobernó el país desde 1954 hasta 1989
EFE Asunción, Paraguay 26/07/2011
La historia, testimonios y documentos sobre el régimen de Alfredo Stroessner (1954-89) en Paraguay han sido compilados en la página web MEVES, Memoria y Verdad sobre el Stronismo, que ha sido presentada ayer en Asunción. Esa iniciativa, impulsada bajo la temática de un "museo virtual", ofrece "testimonios, imágenes, vídeos, audio y recuerdos que ilustran la verdad histórica (...) del pasado reciente de nuestro país", indicaron los encargados del proyecto en un comunicado.
Los visitantes de la página también podrán acceder a detalles del Informe Final de la Comisión Verdad y Justicia, que se encargó de investigar los abusos cometidos contra los derechos humanos durante los 35 años de hegemonía de Stroessner. Esa comisión indicó en su conclusión divulgada el 28 de agosto de 2008 que al menos 59 personas fueron ejecutadas y otras 336 desaparecieron en Paraguay durante ese período. Además, detalló que el número de perseguidos, registrados mediante 2.059 testimonios de supervivientes y familiares de desaparecidos, asciende a 128.076.
El nuevo portal forma parte de un proyecto del organismo no gubernamental, Fundación Centro de Información y Recursos para el Desarrollo (CIRD), y ha contado con la cofinanciación de la Unión Europea (UE), detallaron las fuentes.
Memoria Histórica
Esta propuesta se suma al Museo de la Justicia, Centro de Documentación y Archivo para la Defensa de los Derechos Humanos del Poder Judicial, que alberga los denominados Archivos del Terror, expedientes policiales del régimen stronista hallados el 22 de diciembre de 1992. Asunción también cuenta con el Museo de las Memorias, que tiene como sede a una antigua dependencia policial donde, según activistas locales de derechos humanos, se torturaba a los perseguidos políticos durante ese período.
Stroessner, quien se asiló en Brasilia, donde vivió hasta su muerte en agosto de 2006, a los 94 años de edad, fue derrocado en el golpe militar del 2 y 3 de febrero de 1989, que lideró su consuegro, el general Andrés Rodríguez (1923-1997).

A prensa galega na formación dunha identidade


No proxecto de Estatuto do 36 os xornais máis importantes enchían as súas primeiras con proclamas que alentaban os galegos a votar favorablemente
RAQUEL MARTÍNEZ 25/07/2011 - 20:00 h.
Opasado 28 de xuño cumpríanse setenta e cinco anos do plebiscito que, con case un millón de votos afirmativos e apenas seis mil negativos, encamiñaría a Galicia na senda estatutaria. O 15 de xullo dese mesmo ano, dous intelectuais galegos acudirían ás Cortes –estatuto referendado na man– co obxectivo de presentarllo ao seu presidente e comezar así o seu trámite de aprobación. No entanto, tres días despois, o estalido da Guerra Civil frustraba as ansias de velo executado que tiñan miles de galegos e, sobre todo, estes dous artistas que acudiran á súa entrega. Un deles era Gómez Román. O outro, Castelao. Benquerido xa entre os galeguistas da época polas súas obras vinculadas á causa galega, destacaban naquela época os numerosos carteis que Castelao realizara xunto con Luís Seoane ou Camilo Díaz Baliño, entre outros, para defender a necesidade dun estatuto para Galicia coa que forxar esa identidade tan necesaria para os galegos.
As iniciativas dos intelectuais da nosa terra ían moito máis alá. Naquela época, un dos sectores máis mobilizados á hora de espallar o ideario galego foi a prensa. Hai que ter en conta que daquela, outros medios como a radio non eran accesibles a todos os cidadáns como podían selo os xornais. Conscientes da importancia da súa difusión para contribuír á causa e aproveitándose da popularidade da que gozaban, cabeceiras tan importantes da época como El Pueblo Gallego, El Diario de Pontevedra, El Compostelano ou El Heraldo de Galicia enchían as súas páxinas con chamativas proclamas que alentaban aos cidadáns a volcarse na aprobación do Estatuto. Primeiras como a de El Pueblo Gallego tentaban persuadir alegando que Galicia “non abondaba con ser fermosa, senón que recisaba ser libre”.
O compromiso era tal que en moitas das primeiras mesmo se podía dicir que os xornais obrigaban os galegos a votar favorablemente, tachando de traidores a aqueles que non o fixesen e cualificando a abstención de pecado.
Pero chegou a Guerra Civil e todas estas publicacións que tanto contribuían non só ao galeguismo, senón tamén a fomentar a cultura entre a poboación, viron ameazadas e mesmo castigadas as súas accións. Deste xeito, os principais diarios desaparecen do plano galego pero non así dos territorios aos que acudían os artistas e escritores exiliados. Así, seguiuse loitando a través de xornais publicados máis alá do mar de xeito tanto ou máis activo que antes do alzamento. Aséntanse focos de inmigrantes nas principais cidades de América Latina que continúan o labor xornalístico. Exemplo disto foron A Nosa Terra ou Galicia emigrante, a gloriosa empresa de Luís Seoane en Bos Aires na que comezou a explorar as posibilidades expresivas da prensa da emigración. No seu cometido, decidiu ir máis aló do carácter divulgativo e de nexo integrador ao servizo da colectividade para desenvolver tamén as súas posibilidades como instrumento didáctico e de toma de conciencia política.
A revista Vieiros, dirixida por Luís Soto no seu exilio en México, é unha das publicacións culturais mellor coidadas do exilio español e nas súas páxinas reuníronse as firmas dos intelectuais galegos máis importantes tanto do interior como da diáspora. A figura de Soto foi moi importante no mantemento da prensa galega naquela época. A carga política, propagandística e cultural das súas publicacións é notable e dá lugar a outros diarios a valorar nesta etapa como Saudade. Verba galega nas Américas, que tiña carácter nacionalista e contido eminentemente cultural, aparecendo entre as súas páxinascolaboradores como Rodríguez de Bretaña, Caridad Mateo ou Carlos Velo, entre outros moitos. Tamén cobra moita importancia a prensa partidista, que dende a posición do exilio seguiu defendendo a causa republicana e antifascista con xornais como Nueva Galicia. Portavoz de los antifascistas gallegos, Nova Galiza –fundado por Castelao– ou o Correo Literario.
Aquí, no entanto, e por suposto dun xeito clandestino, continuaban a traballar dende a sombra e cos perigos que iso acarreaba, moitos galegos comprometidos coa causa. E facendo referencia a estas publicacións de partido, unha das mais importantes sería Terra e Tempo, o diario clandestino da UPG.
Nas últimas fases do franquismo aparecía unha moi pequena apertura para a cultura galega nos medios, xurdían editoriais como Galaxia e a publicación La Noche facíase importante. Nela déronse a coñecer as novas xeracións de galeguistas máis importante da época e é nela onde Pedrayo consegue colocar algunha que outra columna en galego.
E coa chegada da Transición chegou a agardada liberación do galego e das publicacións. Xurdían novas revistas, xornais, editoriais e novas xeracións de escritores que buscaban volver a darlle pulo ao noso patrimonio cultural. No 81 aprobábase o Estatuto tan ansiado para o pobo galego. Galicia conseguía por primeira vez un recoñecemento fronte ao resto da península e aí estaba a prensa para proveitar o momento. Pero co paso do tempo cada vez máis voces apelaban á necesidade dun novo documento. En datas coma hoxe, 25 de xullo, Día Nacional de Galicia, son moitos os que aproveitan para manifestar as ansias dunha renovación do Estatuto, entre eles a prensa galeguista, que buscando unha mellora para a patrimonio do país avogan por un xornalismo de calidade que achegue á poboación o mellor da nosa cultura.
Tristemente coincide cun momento no que a prensa pasa por unha época de crise. Cada vez son máis os xornais da nosa terra e na lingua propia de Galicia que están a desaparecer: Vieiros, A Peneira, A Nosa Terra e recentemente Galicia Hoxe. Entre a crise e os intereses duns poucos, pretenden conseguir que os galegos queden sen medios a través dos cales seguir facendo fronte aos problemas que os asoballan. Porén, como nos peores tempos políticos, hai que manter a esperanza na prensa como construtora da identidade.

martes, 30 de agosto de 2011

Símbolos galegos ‘made in America’


A emigración contribuiu a divulgar e popularizar as tres iconas que representan a identidade da nación e que a Real Academi aGalega validou: a bandeira, o himno e o escudo
DANIEL PRIETO 25/07/2011 - 20:00 h.
ALei de Símbolos de Galicia de 1984 establece as tres iconas que representan a identidade “como nacionalidade histórica” de Galicia: a bandeira, o escudo e o himno. Tres elementos que “gozan do recoñecemento da sociedade, o que precisamente os converte en símbolos”, explica Ramón Villares, presidente do Consello da Cultura Galega. A elección destes tres compoñentes “é preciso encadrala no contexto histórico do nacemento de símbolos nacionais en toda Europa a fins do século XIX”, indica Villares, quen define este proceso como unha “obra magnífica dos rexionalistas finiseculares”. De feito, o entusiasmo na consolidación do himno e a bandeira partiu do colectivo da emigración en América, que se encargou de divulgar e popularizar estes distintivos, se ben a autorización para fixalos recaeu na Real Academia Galega.
“Na colectividade galega xerouse unha especie de comercio da nostalxia de todo o que procedera de Galicia, e en parte pódese dicir que somos unha especie de reformulación americana”, sostén o historiador Miguel Anxo Seixas. “A Cruz do Apóstolo, a campaña para facer un Colón galego, a lenda do Monte Medulio e a mitificación de Pardo de Cela como liberador de Galicia” son algunhas das ideas que, segundo Seixas, agromaron nese contexto.
A propia bandeira branca, defendida por Manuel Murguía nun artigo de 1887 como “símbolo de pureza”, apareceu descrita por primeira vez, tal e como é hoxe, na revista El Eco de Galicia de Bos Aires en 1898, recollendo unha información publicada antes no xornal compostelán El Eco de Santiago.
Murguía avalou a “colgadura” branca pola súa presenza na tradición xacobea e polo emprego que dela fixo o Batallón Literario. Ademais, unha carta que Curros Enríquez enviou a Murgía en 1906 sobre o estandarte revela a autoridade na materia deste último, xa que “en ausencia de institucións propias, é o referente patriótico de Galicia”. E é que a necesidade do emblema pon de manifesto “a urxencia do mundo societario americano de ter símbolos identitarios que os singularicen”. Así o recolle o libro Os símbolos de Galicia, publicado en 2007 pola Real Academia Galega (RAG) e o Consello da Cultura Galega (CCG). “A simboloxía e outras moitas iniciativas fundacionais seguen sempre o mesmo camiño: parten de Galicia e promóvense e popularízanse en América”, indica a publicación.
Coa creación da Real Academia Galega, en 1906, consolídase a bandeira actual, grazas ao prestixio que a institución vai obtendo da man do seu primeiro presidente, o propio Murgía. A franxa azul aparece co traslado dos restos de Rosalía de Castro en 1891, e supera as críticas dos “sectores máis reaccionarios”, que aducen que a súa orixe se confunde coa da Comandancia da Coruña, “o que é totalmente falso”, revela o académico Xosé Luís Axeitos, coautor xunto a Xosé Ramón Barreiro do capítulo dedicado á bandeira d’Os símbolos de Galicia. “Xerouse un debate sobre se debía de ser toda branca ou levar a franxa azul, pero o apoio crucial das Irmandades da Fala e do Seminario de Estudos Galegos lexitimou a bandeira actual”, asegura Axeitos, que revela que a bandeira máis antiga que se conserva é a que se conserva na sede da Real Academia Galega, na Coruña, que cubriu o féretro de Curros Enríquez en 1908 no seu traslado de Cuba a Galicia.
E se o papel da emigración foi determinante para definir a bandeira non o foi menos á hora de configurar o Himno de Galicia, que conxuga o poema Os pinos de Eduardo Pondal cunha composición musical de Pascual Veiga. E é que foi interpretado por primeira vez en 1907 na Habana. Curiosamente, a letra do himno pode ser cantada con diversa extensión. “Isto responde máis ben a unha cuestión práctica, pero pode ser fixada politicamente”, afirma Ramón Barreiro. “O Himno Galego é moi longo e por iso se pode acurtar. Os xogadores da selección española de fútbol, aínda que gañaran o Mundial, non poden cantar o español porque non ten letra”, engade.
No tocante ao escudo, presenta un cáliz de ouro cunha hostia de prata nun fondo azul e sete cruces recortadas, para identificar as sete antigas provincias do antigo Reino de Galicia. O primeiro escudo que representou as armas do Reino de Galicia recóllese nun armorial do século XV. Segundo Ramón Villares, a elección do graal responde “a unha forte compoñente relixiosa que, segundo o experto en heráldica Eduardo Pardo de Guevara, ten moito que ver coa cidade de Lugo”.

Galicia fixo festa dende os concellos


A asamblea dos municipios galegos celebrada en 1932 rematou a elaboración do primeiro Estatuto de autonomía de Galicia, acollido "con entusiasmo" por membros de todas as capas sociais e aprobado en referendo tres semanas antes do golpe de Franco
DAVID LOMBAO 25/07/2011 - 20:00 h.
 “O seu obxecto é transcendental para o porvir de Galicia. Estamos nun momento de amplos horizontes e de grandes facilidades para conseguir un réxime de propio goberno”. “Xa o sabedes, pois, Concellos de Galicia. O voso deber é acudir á Asemblea de Santiago, e alí, pensando na vosa responsabilidade histórica, traballar por Galicia, forxar a Carta da súa nova vida, para fortalecela despois mediante o instrumento democrático dun plebiscito popular”. O 1 de novembro de 1932, trece alcaldes galegos animaban deste xeito os seus homólogos do conxunto de Galicia a acudir a Compostela o día 17 do seguinte mes para, alí, “deliberar sobre o problema da autonomía rexional e facer, no seu caso, a proposta de Estatuto que será sometido á votación do País galego e á aprobación das Cortes da República”.
Esta xuntanza non xurdira de xeito espontáneo. Ben ao contrario, era o resultado de anos de movementos autonomistas que viran aberta a posibilidade de concretárense en leis coa chegada da II República. Xa na primavera de 1931, no inicio do novo réxime político, os deputados electos polas catro provincias galegas formaran nas Cortes republicanas unha comisión para bosquexar un Estatuto que, segundo explicaba Alfonso Daniel Rodríguez Castelao dende o exilio en 1948, recollía, en boa medida, as liñas xerais do anteproxecto estatutario elaborado polo Seminario de Estudos Galegos nese mesmo ano, un documento que, detalla, incluía un “estudo da cuestión económico-fiscal” elaborado por Alexandre Bóveda. Nel “demostra con números irrebatíbeis que o réxime de autonomía integral era conveniente”.
O avanzado neses traballos previos púxose sobre a mesa nunha asemblea preparatoria do propio cónclave dos concellos, o 3 de xullo do propio 1932. Cun regulamento redactado por Enrique Rajoy Leloup, avogado e concelleiro en Compostela –e avó do actual presidente do PP–, a esa xuntanza foron convocados os deputados galegos das Cortes, alcaldes, “os partidos políticos organizados en Galicia”, cámaras de comercio, Sociedades de amigos do país, a universidade e as sociedades agrarias.
Os documentos da época permiten observar que, ademais dun acto político e técnico, os organizadores quixeron converter a asemblea preparatoria no primeiro acto social a prol do Estatuto. Por iso, ademais das xuntanzas celebradas no paraninfo da universidade tamén se organizou un plenario aberto ao público e á prensa no Pazo de Raxoi, un “acto en honra dos asembleístas forasteiros” no céntrico Hotel Compostela, que incluíu unha actuación da banda municipal, e un “xantar popular” polo que todos os asistentes, agás os xornalistas, tiveron que pagar 15 pesetas.
A ASEMBLEA DE CONCELLOS
Igual que a preparatoria, a asemblea de concellos foi tamén reflexo da vontade da ampla maioría dos políticos da época, cun espectro de consenso que ía moito máis alá do Partido Galeguista. Fronte á posibilidade de elaborar un Estatuto dende arriba, unha década despois Castelao explicaba que a intención pasaba por implicar a “todas as forzas vivas do país”.
Para dar fe do que alí ía acontecer, o secretario da comisión organizadora do encontro, o xornalista, escritor e funcionario do Concello Arturo Cuadrado, encargoulle ao notario Manuel Banet que “recollese en acta os acordos que se tomasen na asemblea”, un encargo que aceptou como un “honroso requerimento”. É ese escrito notarial o que permite coñecer en detalle o acontecido alí, dende os actos previos ata as emendas ao Estatuto.
Co salón de actos da Facultade de Medicina compostelá como escenario, a Asemblea de Concellos da que sairía o primeiro Estatuto de Autonomía de Galicia comezou coa interpretación dos himnos de Galicia e da República, así como con discursos de benvida de, entre outros, o alcalde de Pontevedra e presidente da Asemblea, Bibiano Fernández Osorio Tafall, ou Antón Vilar Ponte.
Malia á existencia dun clima político e social radicalmente diferente ao da actualidade e aínda que o espírito de consenso era abondoso, o acontecido na Asemblea permite concluír que algunhas das controversias latentes actualmente en Galicia xa estaban presentes, caso por exemplo do localismo. Como aconteceu no inicio da actual autonomía, un dos puntos discordantes chegou pola banda do alcalde coruñés, Manuel Iglesias Corral, favorable a que, no artigo referente á cidade na que se situaría a futura Asemblea –o Parlamento–, figurase A Coruña como capital.
Esta reclamación, apoiada tamén por outros concellos de inferior tamaño deu lugar á intervención dos representantes dos partidos políticos. Atendendo ao reflectido na acta notarial, unha das intervencións máis enérxicas foi a pronunciada por Valentín Paz-Andrade que, “en nome do Partido Galeguista, pediu á Asemblea serenidade para non deixarse influír por ningunha tendencia localista e excitou a todos á concordia polo ben de Galicia”.
APROBACIÓN E COMITÉ CENTRAL DE AUTONOMÍA
Alén de diverxencias puntuais, o momento da votación amosou que o apoio dos concellos ao Estatuto era practicamente unánime. Con ningún pronunciamento en contra, dos 209 concellos presentes, 176 deron o seu voto afirmativo e 33 acolléronse ao seu dereito de “reservarse quince días”
para decidir.
Unha vez pasado o trámite da votación, o derradeiro acto da Asemblea converteuse no primeiro da gran campaña a prol da autonomía, cunha “solemne sesión de clausura” transmitida a través do teléfono “ás repúblicas suramericanas, dedicada ás numerosas colonias de galegos que alí residen”. Deste xeito, do outro lado do Atlántico puidéronse escoitar os discursos de, entre outros, Enrique Rajoy e Osorio Tafall, os himnos e as campás da catedral.
Comezaba neste intre o traballo do Comité Central da Autonomía con dous labores fundamentais: realizar os trámites ante o Goberno da República para poder celebrar o referendo e organizar a campaña a prol da autonomía. O primeiro dos cometidos non foi doado, segundo lembraba Castelao en 1948. Os representantes galegos atoparon retesías nas autoridades do Goberno central aínda que remataron por promulgar un decreto, en maio de 1933, que daba vía libre ao comité para chamar ás urnas aos galegos, cun censo de 1,3 millóns de persoas sobre os 2,4 millóns de habitantes de Galicia.
Non obstante, o camiño do referendo ía atopar un obstáculo. A vitoria da Confederación Española de Dereitas Autónomas (CEDA) nas eleccións de novembro dese mesmo ano deron lugar ao coñecido como Bienio Negro, un período no que, segundo Castelao, “a verba Estatuto significaba desterro”. Foi ese o motivo polo que “os galeguistas nos xuramentamos para gardar silenzo, a ver se o Goberno se esquecía de derrogar” o decreto que permitía convocar o referendo.
Ese esquecemento produciuse e o PG chegou ás eleccións xerais de febreiro de 1936 integrado na Fronte Popular e cunha consigna clara, a de reactivar de inmediato o proceso autonómico, unha reivindicación que foi ben acollida e activada de inmediato polo Comité Central da Autonomía que, a mediados de maio, decidía solicitar do novo Goberno da República a autorización para celebrar o referendo, fixado para o 28 de xuño.
CAMPAÑA DE LABREGOS, POLÍTICOS E ARTISTAS
Con apenas un mes de marxe, o único paso previo ao plebiscito era despregar unha intensa campaña de animación autonomista na que, xunto aos políticos, se implicou o groso dos intelectuais e artistas da época, pero tamén cidadáns sen cargo ningún.
Un dos poucos testemuños vivos daquela campaña, o histórico galeguista Avelino Pousa Antelo, lembra unha cidadanía “entusiasmada” ante a perspectiva “dunha Galicia nova, máis solidaria, máis progresista, máis xusta e máis culta”. El mesmo, con apenas 22 anos, integrouse dende o primeiro momento na “intensísima” campaña animada en boa medida polo Partido Galeguista, unha formación que, polo seu “tremendo activismo”, facía que os seus membros “parecesen moitos máis dos que eramos”.
O labor de Pousa Antelo pode ser boa mostra do desenvolvido por moitos mozos da época, nos que “a novidade da República prendeu rapidamente”, explica. No seu caso, a propaganda a prol do Estatuto desenvolveuna ao carón dun grupo das Xuventudes Socialistas Unificadas no que figuraba “un rapaz que parecía un crío, Isaac Díaz Pardo”. Dende a súa casa de Teo, Pousa Antelo lembra que o daquela alcalde de Santiago, o galeguista Ánxel Casal, puxo á disposición da campaña “o primeiro coche do servizo de limpeza” da cidade e, montados nel, desenvolveron toda unha “tournée” que comezou en Catoira e chegou ao entorno de Compostela.
Con dúas “buguinas de cartón, a megafonía daquel tempo”, este grupo de mozos atopaban aplausos nas vilas “mesmo antes de empezar a falar”, simplemente “por ser os do Estatuto, os da autonomía”, lembra cun sorriso. Así e todo, algúns dos daquela escasos “opostos” á autonomía tiñan a “consigna” de rebentar os mitins da campaña con berros contra o Estatuto. Un deles tentou levar a súa oposición ao mitin de Muros no que, por quenda, lle tocaba falar a Pousa Antelo, que optou por aplicar a “lección” que pouco tempo antes aprendera de Ramón Suárez Picallo nos mitins das arengas, os actos políticos e lúdicos organizados polo PG polo 25 de xullo.
Nun deses actos, lembra, “un catedrático de universidade, que ademais era un facha popular en Santiago”, interrompeu o discurso de Suárez Picallo “berrando ‘Viva España!”, o que creou unha crecente indignación entre os concentrados. “Déixademo”, berrou o galeguista para, a continuación, proclamar: “Se ese viva España que vén dicir en plan provocador este langrán é a España republicana, da liberdade, do progreso e da cultura, eu son o primeiro en berrar ‘Viva España!’, pero se é a España negra e da represión, eu digo que morra esa España”. Pousa Antelo non dubidou e, ao escoitar o seu propio provocador en Muros, repetiu as verbas de Suárez Picallo: “Case me sacan a ombros!”, ri.
Entre carteis deseñados por Castelao, Camilo Díaz Baliño ou o propio Isaac Díaz Pardo, a campaña acadou uns niveis de adhesión popular que Pousa Antelo eleva á categoría de “milagre”, cun clima festivo que eclosionou definitivamente o día da aprobación do Estatuto por 993.351 votos a favor fronte a apenas 6.000 en contra. Setenta e cinco anos despois, Avelino Pousa Antelo cre “dificilísimo” que Galicia puidese vivir agora “algo parecido” ao acontecido naqueles días de 1936. Mostra disto é para el a “frialdade” coa que naceu o vixente Estatuto de Autonomía, “improvisado” por “moitos” que “non eran galeguistas nin autonomistas”. Para o histórico galeguista, na Galicia actual sobran “politicastros” e “ningunha marca política” é quen de xerar a “esperanza” do Estatuto do 36.

luns, 29 de agosto de 2011

El matrimonio gay ya es imparable


Tras la aprobación de las bodas homosexuales en Nueva York, la batalla en EE UU se da por el reconocimiento federal - Derogar una norma de 1996 implicaría una legalización nacional de facto
DAVID ALANDETE 26/07/2011
El del matrimonio gay es un objetivo que, hoy por hoy, parece más alcanzable que nunca en Estados Unidos. Desde que en 2004 se legalizaran las uniones entre personas del mismo sexo en Massachusetts, un total de seis Estados y el Distrito de Columbia, capital federal, han seguido el mismo camino, bien a través de decisiones judiciales, bien por trámites legislativos. Pese a las fuertes resistencias, la ola se extiende con vistas a conseguir el reconocimiento de estos matrimonios a escala federal, que permitiría a las parejas homosexuales casarse en los Estados que lo permiten y residir como matrimonio en cualquier lugar de EE UU.
En total, el matrimonio entre personas del mismo sexo es legal en una zona que abarca a 35,5 millones de habitantes. Pero ¿lo es del todo? Aún carecen de algunos beneficios de los que sí disfrutan los homosexuales en España, por ejemplo, donde desde 2005 estas parejas están completamente equiparadas con las heterosexuales que se casan, incluida la posibilidad de adoptar conjuntamente. En EE UU, una ley aprobada por los republicanos en 1996 deniega a esas licencias matrimoniales validez federal.
Barack Obama quiere verla derogada. Los grupos ultraconservadores, por el contrario, quieren una reforma de la Constitución que determine que la unión matrimonial solo puede serlo entre hombres y mujeres. Algo similar a lo que sucede en España, donde el PP tiene recurrida la ley de matrimonio homosexual hace ya casi seis años ante el Tribunal Constitucional. Entonces promovía una ley de uniones civiles para los gais y lesbianas que reservara la denominación de matrimonio a los heterosexuales.
Desde el domingo, el matrimonio gay es legal en Nueva York, que con 19,3 millones de habitantes es el tercer Estado más poblado del país. Ahora ya es legal allí y en Iowa, Massachusetts, Connecticut, Vermont, New Hampshire y la capital federal. Solo es válido, sin embargo, ante las respectivas autoridades regionales, y no ante el Gobierno central. Es así debido a la citada ley de los republicanos de 1996, llamada significativamente Defensa del Matrimonio y ratificada entonces por Bill Clinton. En aquella época, Hawai había comenzado los trámites (infructuosos) para aprobar las uniones de gais, y el Congreso nacional actuó con rapidez, ya que en EE UU la Constitución no define el matrimonio como una unión heterosexual. En España la situación es parecida. La Constitución define el derecho a casarse de hombres y mujeres, pero no dice que tengan que hacerlo entre sí.
En la Cámara de Representantes había entonces tres legisladores abiertamente gais (Barney Frank y Gerry Studds, demócratas, y Steve Gunderson, republicano) que calificaron la ley de agresión frontal contra los homosexuales. Ante ellos, el autor de la norma, el republicano ultraconservador Bob Barr denunció, en una recordada comparecencia, los "vientos del hedonismo, las llamas del narcisismo, el fuego de la moralidad autocomplaciente que están mermando los cimientos de la sociedad". "América no será el primer país del mundo que lance el concepto de matrimonio por la ventana", dijo.
Según Joe Solmonese, presidente de Human Rights Campaign, el mayor lobby gay del país: "Esa ley impide hoy en día que unos 1.100 derechos, beneficios y responsabilidades matrimoniales a nivel federal se apliquen sobre parejas homosexuales legalmente casadas. Entre ellos se incluyen los beneficios de la Seguridad Social para viudedad, los seguros sanitarios para cónyuges de funcionarios federales, la protección para que los cónyuges no pierdan sus hogares en caso de emergencias médicas graves, el derecho a solicitar visados de inmigrante para cónyuges extranjeros, las garantías para bajas médicas a parejas y la capacidad de tramitar declaraciones de la renta de forma conjunta, entre muchos otros".
Solo ahora, algunos políticos han comenzado a exigir que se derogue la ley. La primera en hacerlo de forma pública, la semana pasada, fue Dianne Feinstein, una veterana senadora demócrata de California, que en 1978 estaba presente en el Ayuntamiento de San Francisco cuando un perturbado asesinó al activista gay Harvey Milk. Feinstein se queja ahora de que los matrimonios oficiados en Nueva York o Massachusetts sean legales en España pero no ante el Gobierno federal de EE UU. "Se trata, simple y llanamente, de discriminación, no hay otra forma de decirlo", dijo la senadora en una conferencia en el National Press Club. "Esta no es una causa que vayamos a abandonar. Si no logramos la derogación este año, lo intentaremos el próximo".
Al día siguiente, Feinstein presentó el texto de derogación en el Comité de Asuntos Judiciales del Senado. Junto a ella comparecieron algunos homosexuales que relataron la discriminación a la que se hallan sujetos. Ron Wallen, de 77 años, perdió hace unos meses a su pareja, con quien compartió 50 años. El Gobierno le deniega una pensión, a pesar de que ambos se casaron en California en 2008, en el breve espacio de tiempo en que las uniones homosexuales fueron legales allí. Un juzgado ha reconocido la validez de su licencia de matrimonio. Andrew Sorbo, de 64 años, se casó en 2009 en Connecticut con un veterano del Ejército. Su marido murió recientemente, después de 30 años de relación. El Pentágono le ha denegado la pensión militar por viudedad. Aunque en junio de 2008 el Tribunal Supremo de California legalizó las uniones gays, en noviembre del mismo año los votantes decidieron en referéndum prohibirlo. De momento, las licencias que se concedieron mantienen su validez debido a una decisión judicial.
En realidad, políticos de ambos signos se han manifestado a favor de las uniones homosexuales en EE UU. Dick Cheney, vicepresidente bajo el mandato de George W. Bush, ha apoyado en numerosas ocasiones las uniones entre personas del mismo sexo y ha contado que su hija, Mary, es lesbiana y mantiene una relación desde hace años con su novia. Del mismo modo se han significado Laura y Barbara Bush, mujer e hija del expresidente. "Creo que es algo que llegará inevitablemente, es solo cuestión de tiempo", le dijo la ex primera dama al presentador de CNN Larry King en 2010.
Tienen esos políticos conservadores una visión más progresista, oficialmente, que la del propio Barack Obama. En realidad, el presidente ha cambiado con frecuencia sus opiniones al respecto. En 1996, en la campaña para senador en el Estado de Illinois, respondió en un cuestionario político que estaba totalmente a favor de los matrimonios entre personas del mismo sexo. "Estoy a favor de legalizar los matrimonios homosexuales y combatiría cualquier esfuerzo para ilegalizarlos", dijo. Esa fortaleza de convicciones se iría atenuando con los años. Al llegar a la Casa Blanca, en 2009, era contrario a los matrimonios, pero apoyaba las uniones civiles.
Desde entonces, el presidente se ha empleado en mostrar una especie de proceso público de calculada indecisión. En una entrevista concedida a la revista gay The Advocate en diciembre, dijo: "Me he enfrentado a la opinión personal de que el matrimonio tradicionalmente tenga unas connotaciones diferentes. Pero tengo muchos amigos, muy cercanos, que son gais y lesbianas, y que tienen parejas". De ese modo, y a pesar de su oposición pública y su indecisión privada, Obama ha tomado una medida inédita en un presidente en activo: apoyar públicamente la derogación de la ley de Defensa del Matrimonio planteada por la senadora Feinstein. La semana pasada su portavoz dijo que el presidente lo hacía "con orgullo", en un guiño al movimiento gay. Si la derogación se aprueba, sería una legalización de facto del matrimonio gay nacionalmente.
Antes que en España, país pionero en la equiparación total de las parejas gais y heterosexuales, fue el Estado de Massachusetts (6,5 millones de habitantes) el que aprobó el matrimonio gay por la vía judicial. Aquello despertó las alarmas de los grupos conservadores, que presionaron para que se propusiera en el Congreso una reforma de la Constitución donde dejar por escrito que el matrimonio es la unión exclusiva y excluyente entre un hombre y una mujer. El expresidente Bush, que estaba en campaña electoral, apoyó esa fórmula, que hubiera supuesto la primera reforma constitucional propuesta desde los años setenta. Solo ha habido 17 reformas en más de dos siglos de historia norteamericana.
"La unión de un hombre y una mujer es la institución humana más duradera, honrada y defendida por todas las culturas y todas las fes", dijo entonces Bush. "La institución del matrimonio no puede desvincularse de sus raíces culturales, religiosas e incluso naturales sin debilitar su buena influencia sobre la sociedad". Para triunfar, aquella reforma constitucional debía haber obtenido dos tercios de los votos del Congreso y la ratificación de 38 Estados. Se ha votado sobre ella ya en tres ocasiones. En todas ha fracasado.
Hay grupos conservadores que, sin embargo, han decidido hacer de la lucha constitucional su principal batalla. Creen que si el Congreso, con la nueva mayoría republicana en la Cámara de Representantes, aprueba la modificación de la Carta Magna, todos los matrimonios gais aprobados hasta ahora en los diferentes Estados se verán invalidados de golpe. En el Congreso, la semana pasada, el portavoz del grupo ultraconservador Focus on the Family, Thomas Minery, detalló los peligros que entraña, a su parecer, el matrimonio homosexual: mayor número de divorcios y menor monogamia, principalmente.
Tras la estela española
- Desde que España aprobó el matrimonio entre personas del mismo sexo en 2005, otros ocho países han seguido, hasta la fecha, la misma senda: Holanda, Bélgica, Portugal, Suecia, Noruega, Canadá, Sudáfrica y Argentina. Además, estos enlaces están permitidos en siete Estados de EE UU: Iowa, Massachusetts, Connecticut, Vermont, New Hampshire, Nueva York, y también en la capital federal, el distrito de Columbia. También en México DF (el Estado de la capital).
- En muchos de estos países (Holanda, los nórdicos) antes de la plena equiparación había fórmulas intermedias, como leyes estatales de uniones civiles o de parejas de hecho que reconocían en la práctica casi los mismos derechos a dos contrayentes homosexuales que a una pareja heterosexual casada, aunque con excepciones (la más clara era la de poder adoptar conjuntamente).
- La Asociación Internacional de Lesbianas y Gais (ILGA) reconoce que hay otros 14 países en los que la equiparación de las parejas gais y las casadas heterosexuales es casi total: Brasil, Colombia, Israel, Alemania, Austria, Dinamarca, Finlandia, Hungría, Irlanda, Islandia, Liechtenstein, Reino Unido, Suiza y Nueva Zelanda, y otros 10 con una equiparación algo menor (Ecuador, Uruguay, República Checa, Croacia, Francia, Andorra, Eslovenia, Luxemburgo, EE UU y Australia).
- En el extremo opuesto están quienes persiguen las relaciones homosexuales. Son 76 países, con los casos más graves en los territorios donde este tipo de prácticas pueden castigarse con la pena de muerte: Arabia Saudí, Irán, Mauritania, Sudán, Yemen, 12 Estados del norte de Nigeria y zonas del sur de Somalia.
Un empujón a una industria boyante
Habían esperado años. Así que el domingo, cuando se legalizaron los matrimonios de gais y lesbianas en Nueva York, centenares de parejas acudieron a casarse en todos los rincones del Estado, desde la frontera con Canadá y las cataratas del Niágara a los embarcaderos del río Hudson, en Manhattan. Solo en la ciudad de Nueva York, 659 parejas obtuvieron sus licencias y 484 se casaron. De ellas, 107 venían de Estados como Alabama, donde las uniones entre homosexuales no están legalizadas. Nueva York no requiere a los contrayentes que estén empadronados en el Estado para que puedan unirse en matrimonio.
Las primeras en casarse, en Buffalo, ante las famosas cataratas que marcan la frontera con Canadá, fueron Kitty Lambert, de 54 años, y Cheryle Rudd, de 53, que tienen cuatro hijos y 12 nietos. Una bandera multicolor, símbolo del movimiento gay, se proyectó sobre la cascada de agua.
En Manhattan, las primeras fueron Phyllis Siegel, de 77 años, y Connie Kopelov, de 85, que han estado juntas durante 23 años. "Es increíble que haya llegado el momento en que podemos hacer esto como cualquier otra pareja", dijo Siegel de la mano de su ya esposa, con lágrimas en los ojos.
La clase política celebró el día con los activistas. El gobernador de Nueva York, el demócrata Andrew Cuomo, celebró una fiesta con diversas parejas gais. El alcalde Michael Bloomberg, republicano convertido en independiente, casó a dos colaboradores suyos, ambos varones, que tienen dos hijas, en su residencia oficial. Todos hicieron hincapié en que el movimiento de lucha por los derechos de los gais nació oficialmente en Manhattan, en los disturbios de Stonewall, un pub de Nueva York, el 28 de junio de 1969, fecha desde entonces del Orgullo Gay, Lésbico, Transexual y Bisexual.
Con los derechos llegan, también, las oportunidades de negocio. Nueva York está viviendo un resurgir de su industria de servicios debido a la legalización de esas uniones, tal y como lo hizo California en los cinco meses en que allí fue legal en 2008. Aseguran consultoras como Community Marketing Inc. que el llamado mercado gay mueve, solo en EE UU, unos 43.000 millones de euros al año. Se estima, además, que siete millones de turistas gais visitan la ciudad de Nueva York cada año, donde se dejan unos 11.000 millones de euros.

Las fotos del quién sabe dónde


La recuperación de los archivos de grandes fotorreporteros españoles como Luis Ramón Marín o Josep Brangulí es una oportunidad para recomponer el pasado
Saída de traballadores españois contratados pola Alemaña nazi
desde a estación de Francia en Barcelona, Branguli 1941
ÁNGELES GARCÍA - Madrid - 26/07/2011
En la primavera de 2008 EL PAÍS publicó a doble página una entrevista con Jorge Semprún, en la que el escritor contaba al periodista Juan Cruz algo de lo que ya se había dolido en más de una ocasión: "No conservo ni una sola fotografía de mis padres". Cuando estalló la Guerra Civil, su padre era embajador en los Países Bajos, de manera que la familia no volvió a España. La vivienda familiar en Madrid fue saqueada y los Semprún no pudieron rescatar ni el menor objeto personal. Las quejas del exministro coincidieron con el cierre de la exposición que la Fundación Telefónica había dedicado al fotógrafo madrileño Luis Ramón Marín, autor de una obra equiparable a la de los grandes fotorreporteros europeos pero desconocida por el gran público. La dictadura y la posguerra hicieron que el valioso trabajo artístico y documental de Marín y otros muchos haya desaparecido o sobrevivido en pintorescas circunstancias. El caso es que ante la queja pública de Semprún, el director de exposiciones de Telefónica, Francisco Serrano, comentó el asunto con la hija del fotógrafo, Lucía Ramón Marín, y uno de los nietos del artista. "Marín, entre otras ocupaciones," explica Serrano, "había estado haciendo reportajes de boda. Se supone que para familias adineradas que podían permitírselo en la época. En nuestra exposición y catálogo se habían seleccionado algunos ejemplos. Los apellidos Semprún y Maura eran de altura. ¿Y si...? Los comisarios, Rafael Levenfeld y Valentín Vallhonrat, consultaron la base de datos (18.000 fotografías que habíamos restaurado y digitalizado con motivo de la exposición -por cierto, la gran mayoría de las placas de cristal tenían una detallada anotación del propio Marín-, y allí estaba: 'Boda del sr. Semprún y la srta. Maura".
Lucía Ramón Marín envió una copia de la foto con una carta al domicilio parisiense del escritor y político, pero no hubo respuesta. Meses después Serrano se enteró de que Jorge Semprún pasaba unos días en Madrid, en casa de Claudio Aranzadi, y le envió otra copia y un catálogo. "Me lo encontré después y estaba completamente emocionado", cuenta. "Me contó que ya había puesto en su casa en París esa única foto de sus padres (¡del día que se casaban!)". Para Semprún y su eterna búsqueda de la identidad en el seno de la historia debió ser sobrecogedor.
El propio archivo de Marín, o más exactamente, su importancia, es también un descubrimiento fruto de una cadena de casualidades. El año pasado, la exposición Transformaciones, organizada también por Telefónica para contar su propia historia a través de los reporteros gráficos más representativos entre comienzos del siglo XX y la posguerra, reunió imágenes de Alfonso, Vicente Barberá Masip, Ramón Claret Artiga, Contreras y Vilaseca, Dubois, J. Gaspar, el mismo Marín... Lucía Ramón Marín asistió a aquella exposición en la que se mostraban nada menos que 60 fotografías firmadas por su padre y se estremeció al comprender el valor de lo que había vivido y capturado con su cámara.
Lucía tenía solo dos años cuando su padre murió, en 1944. No tiene recuerdos personales, pero siempre supo, porque su madre así se lo contó, que su padre había realizado miles de fotografías, que había estado en casi todos los convulsos acontecimientos de la España del primer tercio del siglo XX y que sus trabajos se habían publicado en revistas y periódicos. "No sé si era de derechas o izquierdas. Por un tío mío supe que tenía amigos en todas partes. En mis primeros recuerdos hay tres grandes arcones que yo no podía abrir donde estaban 'las cosas de mi padre".
Esos arcones guardaban decenas de miles de imágenes de la España oficial y la España de hombres y mujeres anónimos. "Un día", recuerda la hija del fotógrafo, "mi madre y yo nos trasladamos al barrio de Moratalaz. Un pisito de techos bajos en el que los arcones no cabían. Colocamos las placas de cristal en torres y las tapiamos. Hay quienes dicen que lo hicimos por los documentos que contenían y porque había retratos de gente que podía ser represaliada. Yo siempre creí que lo hicimos porque así estorbaban menos".
Allí, aisladas y protegidas de los cambios de temperatura, las placas se conservaron hasta que un buen día Lucía coincidió con Virgilio Zapatero, entonces rector de la Universidad de Alcalá, que le aconsejó que depositara los negativos en la Fundación Pablo Iglesias. Allí, aquella tonelada de cristal, con cada uno de los negativos perfectamente identificados y fechados por el autor, está a disposición de los expertos.
También la exposición dedicada por Telefónica a Josep Brangulí (1879-1945), el gran retratista de la Cataluña de finales del XIX y mitad del XX, ha provocado historias de reencuentros emocionantes. Montserrat Segarra tenía dos años cuando fue retratada por Brangulí en brazos de su padre, Carles Segarra, en la estación de Francia en Barcelona. Era uno de los 600 trabajadores que en 1941 formó parte de la primera expedición de barceloneses contratados por empresas alemanas. Los padres se habían conocido en un refugio durante los primeros meses de la guerra. Él volvió ya muy enfermo en mayo de 1943 y murió en agosto. Montserrat ha podido ahora recuperar ese momento único vivido con su padre.
Pero a veces hay chascos. El periodista Miguel Ángel Aguilar buscaba una foto de su bisabuelo, Antonio Aguilar y Vela, y creyó haberlo encontrado en la exposición de Marín. "Lo tenía en el retablo de mis admiraciones como científico, catedrático de Matemáticas y miembro de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Sabía que por encargo del Gobierno de Isabel II había visitado los observatorios de otras capitales europeas para poner de nuevo en marcha el del Retiro, inutilizado durante años por los destrozos de la francesada. Por eso había sido nombrado director del centro al reinaugurarse. Acudí a la exposición de Marín, porque parecía brindar una espléndida ocasión para el reencuentro con mi personaje. Apareció allí una foto extraordinaria de un astrónomo, en tareas de observación, sirviéndose del mismo Herschel, sentado en el mismo sillón que el de la foto de mi abuelo. Surgían dudas sobre el retratado. Al final pudo aclararse que era Antonio Vela y Herranz, tan solo un sobrino de aquel Antonio Aguilar y Vela, iniciador de una saga de aguilares astrónomos, de la que yo he desertado para degradarme en periodista. Otra vez será."
El fotógrafo Valentín Vallhonrat está convencido de que los casos que trascienden son pocos respecto a la gran historia de descubrimientos que la fotografía documental ha aportado: "A diferencia de otros países, como Francia, gran parte de las colecciones se han perdido. La Guerra Civil fue devastadora para este país porque destruyó mucho, pero también porque algunos fotógrafos destruyeron material porque ponían en peligro la vida de otros".
Vallhonrat aclara que periódicos como Abc o La Vanguardia salvaron parte de sus archivos, pero recuerda que la mayor parte de las cabeceras de los diarios desaparecieron y, con ellas, un patrimonio ya irrecuperable. ¿Hay esperanza de que sigan apareciendo tesoros como el de Marín? Vallhonrat es escéptico. Opina que ya es difícil que se encuentren arcones llenos de imágenes. Para él lo importante es ahora conservar lo que tenemos y clasificarlo, sacar de las tinieblas el trabajo hecho por aquellos extraordinarios fotoperiodistas: "Rescatar su obra y difundirla es esencial para recuperar nuestra historia".

sábado, 20 de agosto de 2011

Solo en España hubo guerra civil


Barcelona, 19 de xullo de 1936

El fascismo y el comunismo eran muy débiles en España antes del golpe de 1936. Alcanzaron verdadera influencia solo gracias a la rebelión militar y la lucha posterior. La sublevación de julio fue la única que causó una contienda fratricida en la convulsa Europa de los años 20 y 30
JULIÁN CASANOVA 17/07/2011
En los primeros meses de 1936, la sociedad española estaba muy fragmentada, con la convivencia bastante deteriorada, y como pasaba en todos los países europeos, posiblemente con la excepción de Reino Unido, el rechazo de la democracia liberal a favor del autoritarismo avanzaba a pasos agigantados. Nada de eso conducía necesariamente a una guerra civil. Esta empezó porque una sublevación militar contra la República quebró la capacidad del Estado y del Gobierno republicanos para mantener el orden. La división del Ejército y de las fuerzas de seguridad impidió el triunfo de la rebelión, el logro de su principal objetivo: hacerse rápidamente con el poder. Pero al minar decisivamente la capacidad del Gobierno para mantener el orden, ese golpe de Estado dio paso a la violencia abierta, sin precedentes, de los grupos que lo apoyaron y de los que se oponían. Era julio de 1936 y así comenzó la Guerra Civil española.
No fue la crónica anunciada de una frustración secular que, necesariamente, tenía que acabar en una explosión de violencia colectiva. La historia de España no discurrió en esos años al margen de la europea, no fue ajena a las transformaciones sociales, económicas, políticas y culturales vividas en el resto del continente. Casi ningún país europeo resolvió entonces sus conflictos por la vía pacífica.
Entre 1910 y 1931 surgieron en Europa varias repúblicas, regímenes democráticos, o con aspiraciones democráticas, que sustituyeron a monarquías hereditarias establecidas en esos países secularmente. La mayoría de ellas, y algunas muy significativas como la alemana, la austriaca y la checa, se habían instaurado como consecuencia de la derrota en la I Guerra Mundial. La serie había comenzado en Portugal, con el derrocamiento de la monarquía en 1910, y la española fue la última en proclamarse. La única que subsistió como democracia en esos años hasta el estallido de la II Guerra Mundial, fue la de Irlanda, creada en 1922. Todas las demás fueron derribadas por sublevaciones militares contrarrevolucionarias, movimientos autoritarios o fascistas. Pero el golpe militar de julio de 1936 fue el único que causó una guerra civil. Y esa es la diferencia que conviene explicar: por qué hubo una guerra civil en España.
Habrá que comenzar por una afirmación obvia. Sin la sublevación militar de julio de 1936, no habría habido una guerra civil. Vista la historia de Europa de esos años, y la de las otras repúblicas que no pudieron mantenerse como regímenes democráticos, lo normal es que la República española tampoco hubiera podido sobrevivir. Pero eso no lo sabremos nunca porque la sublevación militar tuvo la peculiaridad de provocar una fractura dentro del Ejército y de las fuerzas de seguridad. Y al hacerlo, abrió la posibilidad de que diferentes grupos armados compitieran por mantener el poder o por conquistarlo.
La Guerra Civil se produjo porque el golpe de Estado militar no consiguió de entrada su objetivo fundamental, apoderarse del poder y derribar al régimen republicano, y porque, al contrario de lo que ocurrió con otras repúblicas del periodo, hubo una resistencia importante y amplia, militar y civil, frente al intento de imponer un sistema autoritario. Sin esa combinación de golpe de Estado, división de las fuerzas armadas y resistencia, nunca se habría producido una contienda civil.
La Guerra Civil fue, por consiguiente, producto de una sublevación militar que puede explicarse por la tradición intervencionista del Ejército en la política y por el lugar privilegiado que ocupaba dentro del Estado, cuestionado por la legislación republicana, frente a la cual reaccionó. Ese golpe militar encontró resistencia porque la sociedad española de 1936 no era la de 1923, cuando la sublevación de septiembre de ese año del general Miguel Primo de Rivera se había visto favorecida por la abstención general del Ejército, la debilidad del Gobierno, la pasividad de la opinión pública, que no resistió, y, sobre todo, por el consentimiento del rey Alfonso XIII.
En 1936 había en España una República, cuyas leyes y actuaciones habían abierto la posibilidad histórica de solucionar problemas irresueltos, pero habían encontrado también, y provocado, importantes factores de inestabilidad, frente a los que sus gobiernos no supieron, o no pudieron, poner en marcha los recursos apropiados para contrarrestarlos. Frente a un nivel de movilización política y social tan amplio como el inaugurado y creado por el régimen republicano, el golpe de Estado no podía acabar, como tantas veces en la historia de España, en una mera vuelta al orden perdido, apoyado en los valores tradicionales. Si se quería echar la República abajo, se necesitaba una nueva versión, violenta, antidemocrática y antisocialista, creada ya por el fascismo en otros lugares de Europa, que cerrara la crisis y tapara de verdad todas las fracturas abiertas, o agrandadas, por la experiencia republicana.
Hasta que llegó la Segunda República en abril de 1931, la sociedad española se mantuvo bastante al margen de las dificultades y trastornos que sacudían a la mayoría de los países europeos desde 1914. España no había participado en la I Guerra Mundial y no sufrió, por tanto, la fuerte conmoción que esa guerra provocó con la caída de los imperios y de sus servidores, la desmovilización de millones de excombatientes y el endeudamiento para pagar las enormes sumas de dinero dedicadas al esfuerzo bélico.
En el continente europeo, tras la I Guerra Mundial, la caída de las monarquías, la crisis económica, el espectro de la revolución y la extensión de los derechos políticos a las masas hicieron que un sector importante de las clases propietarias percibiera la democracia como la puerta de entrada al gobierno del proletariado y de las clases pobres. Temerosos del comunismo, se inclinaron hacia soluciones autoritarias.
Ocurrió además que esos nuevos regímenes parlamentarios y constitucionales se enfrentaron desde el principio a una fragmentación de las lealtades políticas, de tipo nacional, lingüístico, religioso, étnico o de clase, que derivó en un sistema político con muchos partidos y muy débiles. La formación de gobiernos se hizo cada vez más difícil, con coaliciones cambiantes y poco estables. En Alemania ningún partido consiguió una mayoría sólida bajo el sistema de representación proporcional aprobado en la Constitución de Weimar, pero lo mismo puede decirse de Bulgaria, Austria, Checoslovaquia, Polonia o España durante los dos últimos años de la República. La oposición rara vez aceptaba los resultados electorales y la fe en la política parlamentaria, a prueba en esos años de inestabilidad y conflicto, se resquebrajó y llevó a amplios sectores de esas sociedades a buscar alternativas políticas a la democracia.
El fascismo y el comunismo, los dos grandes movimientos surgidos de la Primera Guerra Mundial y que iban a protagonizar dos décadas después la Segunda, apenas tenían arraigo en la sociedad española durante los años de la República y no alcanzaron un protagonismo real y relevante hasta después de iniciada la Guerra Civil.
El fascismo apareció en España más tarde que en otros países, sobre todo si la referencia son Italia y Alemania, y se mantuvo muy débil como movimiento político hasta la primavera de 1936. Durante los primeros años de la República, apenas pudo abrirse camino en un escenario ocupado por la extrema derecha monárquica y por la derechización del catolicismo político. El triunfo de Hitler en Alemania, sin embargo, atrajo el interés de muchos ultraderechistas que, sin saber todavía mucho del fascismo, vieron en el ejemplo de los nazis un buen modelo para acabar con la República. El que iba a ser el principal partido fascista de España, Falange Española, fue fundado por José Antonio Primo de Rivera, hijo del dictador, el 29 de octubre de 1933.
También estaba ausente de la sociedad española por esos años el comunismo, la otra gran ideología y movimiento político que salió de la I Guerra Mundial. El Partido Comunista de España (PCE), fundado a comienzos de los años veinte siguiendo los principios esenciales de la Internacional Comunista, llegó a la República con un recorrido corto, comparado con el socialismo y el anarquismo, y con una organización que aglutinaba a unos cuantos centenares de militantes. En las dos primeras elecciones, en junio de 1931 y noviembre de 1933, no consiguió ningún diputado y comenzó a adquirir presencia en la sociedad española por primera vez en 1934 cuando la Komintern cambió su política de "clase contra clase", de crítica a la democracia burguesa, por la formación de frentes antifascistas. En las elecciones de febrero de 1936, integrado en la coalición del Frente Popular, el PCE obtuvo 17 diputados (de 470 que tenía el parlamento español). No era todavía un partido de masas, pero había roto el aislamiento.
En definitiva, solo gracias a una guerra civil, el comunismo y el fascismo acabaron teniendo una notable influencia en la política y en la sociedad española de los años treinta. Antes de la sublevación militar de julio de 1936, ni fascistas ni comunistas tuvieron fuerza para desestabilizar a la República. En la primavera de ese año, tras las elecciones ganadas por el Frente Popular, la violencia hizo acto de presencia con algunos atentados contra personajes conocidos y los choques directos armados entre grupos políticos de la izquierda y de la derecha plasmaban en la práctica, con resultados sangrientos en ocasiones, los excesos retóricos y la agresividad verbal de algunos dirigentes. Los dos partidos con más presencia en el Parlamento, el socialista y la CEDA, tampoco contribuyeron durante esos primeros meses de 1936 a la estabilidad política de la democracia y de la República. La política y la sociedad españolas mostraban signos inequívocos de crisis, lo cual no significaba necesariamente que la única salida fuera una guerra civil.
No hay, en suma, una respuesta simple a la pregunta de por qué del clima de euforia y de esperanza de 1931 se pasó a la guerra cruel y de exterminio de 1936-1939. La amenaza al orden social y la subversión de las relaciones de clase se percibían con mayor intensidad en 1936 que en los primeros años de la República. La estabilidad política del régimen también corría mayor peligro. El lenguaje de clase, con su retórica sobre las divisiones sociales y sus incitaciones a atacar al contrario, había impregnado gradualmente la atmósfera española. La República intentó transformar demasiadas cosas a la vez: la tierra, la Iglesia, el Ejército, la educación, las relaciones laborales. Suscitó grandes expectativas, que no pudo satisfacer, y se creó pronto muchos y poderosos enemigos.
Ningún conflicto, protesta social o disturbio ocurrido durante la Segunda República, antes de la sublevación militar de julio de 1936, disponía de la capacidad organizativa y armada para emprender una acción sostenida contra el poder establecido. Las guerras civiles, en la historia, no surgen necesariamente como resultado de situaciones caóticas, que es lo que los sublevados de julio de 1936 y las visiones neofranquistas en la actualidad pretenden demostrar que había en España en la primavera de aquel año.
Mientras las fuerzas armadas defendieron a la República y obedecieron a sus gobiernos, pudo mantenerse el orden y los intentos militares/derechistas o revolucionarios de subvertirlo fracasaron, aunque fuera, como en la revolución de Asturias de octubre de 1934, con un coste alto de sangre. El golpe de muerte a la República se lo dieron desde dentro, desde el seno de sus mecanismos de defensa, los propios militares que rompieron el juramento de lealtad a ese régimen en julio de 1936.
A partir de ese momento, comenzaron una lucha violenta para conquistar el poder. El destino de España se decidió por las armas. Y el resultado ya lo sabemos. La atormentada vida política y social de la República fue sustituida por una historia de degradación y asesinato en masa. Por mucho que se hable de la violencia que precedió a la Guerra Civil para tratar de justificar su estallido, está claro que en la historia de España del siglo XX hubo un antes y un después del golpe de Estado de julio de 1936. Bastaron tres años para que la sociedad padeciera una oleada de violencia y desprecio por la vida sin precedentes. Y de allí surgió la paz de Franco, el Estado de terror, la continuación del Estado de guerra, un régimen de crimen e intimidación.

Julián Casanova es autor de Europa contra Europa, 1914-1945 (editorial Crítica).

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