martes, 24 de xaneiro de 2012

Las paradojas del futbolín


Un autor italiano prepara una novela gráfica sobre el gallego que inventó el juego
XOSÉ MANUEL PEREIRO - A Coruña - 17/01/2012
Alejandro Campos nació en 1919 en Fisterra, se crió en A Coruña. Tuvo una vida aventurera que empezó como bailarín de claqué en el elenco de Celia Gámez y, herido de guerra (de Guerra Civil), continuó como exiliado en Guatemala, editor en México y retornado a la España democrática como albacea de León Felipe. Murió en Zamora en 2007, llamándose Alejandro Finisterre y siendo conocido, sobre todo, por haber sido el creador de la actual versión del futbolín. Alessio Spataro nació en Catania, la segunda ciudad de Sicilia, en 1977 y es conocido por ser uno de los más incisivos dibujantes de Italia, un país donde no escasean ni los dibujantes mordaces ni la inspiración para serlo. Esos dos mundos personales que no compartieron ni el mismo espacio ni la misma época, coincidirán en Biliardino, tal y como se titulará la próxima novela gráfica de Spataro, basada en la vida de Finisterre y en la suya propia.
Alessio Spataro reconoce en las entrevistas ser un apasionado del futbolín, y ahora afirma, por correo electrónico, que no conocía a su inventor hasta que leyó las informaciones sobre su muerte. "La idea nació de mi pasión por este juego y de las contradicciones de la vida misma de Finisterre, comparada con mi historia personal. A mí, que tengo una vida sustancialmente privilegiada, con pequeñas dificultades banales, con un trabajo satisfactorio, no podía no fascinarme una historia como la de Finisterre, tan difícil, y trágica. Yo nací y crecí en Catania, pero aprendí a jugar al futbolín en casa de mis abuelos en Nicosia, en el interior de Sicilia, que para mí simboliza mis raíces. Alejandro venía, en cambio, de Fisterra, que evoca todo el opuesto: el fin de la tierra, el horizonte, la fuga hacia otros lugares".
El dibujante, ahora residente en Roma, recopiló en internet todo lo que pudo sobre Alejandro Finisterre, hasta que se puso en contacto con gente que lo conoció, como el músico y escritor Xurxo Souto, o el mallorquín Bep Moll de La Fuente, director del documental Tras el futbolín (2005).
"Me ayudaron mucho, aunque todavía quedan algunos puntos obscuros", afirma Spataro. "Existe una autobiografía suya, pero quedó en los archivos de una editorial. Intenté contactar con su viuda, María Herrero, pero no lo logré y por eso tampoco pude pedirle verificar algunos datos sobre su vuelta a España, a finales de los setenta". Pese a no dar por acabado el arduo trabajo de documentación, ha finalizado el guión y algunas de las 300 planchas a bicromía (azul y roja) que compondrán la novela gráfica, que espera ver editada en 2013.
Para Spataro, también el juego es un símbolo de contradicciones. Coexisten una rígida reglamentación oficial internacional con su práctica más bien libre, "y realmente todos pueden jugar al futbolín: tanto uno como yo, que sigue haciéndose siempre derrotar en torneos y en locales nocturnos, como Finisterre que, según él mismo contó, solo perdió unos partidos en Guatemala, en 1953, contra Hilda Gadea, la primera mujer de Ernesto Guevara".
El invento ha recibido una amplia gama de denominaciones, según destaca también Spataro. "En Italia, como en España y en Austria, el futbolín tiene muchos nombres regionales. En Sicilia lo conocí como calcetto [diminutivo de calcio, que es la traducción italiana del fútbol]. El título quedará probablemente Biliardino, que es uno de los dos nombres italianos para este juego, con el más oficial calcio balilla, que rechazo por ridículo y restrictivo: ya antes de ser una categoría en la que se encuadraba la infancia en el fascismo", explica Spataro, "en un dialecto significa pequeño, y definir el futbolín como fútbol para niños es risible".
Y lo que también parece una contradicción es el proyecto mismo de Biliardino en comparación con el resto de la obra de Spataro, que además de otra novela gráfica, Zona del Silenzio (Minimum Fax, 2006), ha realizado biografías, pero no precisamente autorizadas como Papa Nazingher (Purple Press, 2008) o Berluscoiti (Castelvecchi, 2009). Sus dos últimos álbumes, La Ministronza y La Ministronza 2 -en el mejor de los casos, algo así como "La Giliministra"- (Ed. Grrrzetic, 2009 y 2010), están dedicados a Georgia Meloni, la ministra más joven -y más locuaz- de Silvio Berlusconi, en un tono algo más que irónico y que provocó una considerable polémica, incluso en ambientes de izquierdas.
"Seguro que será distinto de libros anteriores", anticipa sobre el de Finisterre y el futbolín, "pero todavía no estoy cansado de decir lo que opino sobre los personajes más babosos de mi país. Y más allá de lo que son y lo que hacen, me asquea más el apoyo que les dan políticos que deberían combatirlos y que, en cambio, los legitiman".

Ningún comentario:

Publicar un comentario