martes, 10 de abril de 2012

Domingo Malagón, prodigioso falsificador del PCE


Dirigió el equipo que proveía de papeles a la resistencia antifranquista
El 2 de octubre de 1976 el ciudadano Domingo Malagón Alea volvió a pisar tierra española. Durante casi cuatro décadas había sido el responsable del aparato de documentación falsa del PCE, conocido como grupo técnico. Su regreso del exilio ponía fin a una auténtica paradoja vital. “Mirad cómo me han salido las cosas”, comentó alguna vez, “algunos me decían que hubiera podido llegar a ser un artista brillante, entendiendo por eso tener el reconocimiento público. Al final no sé si he logrado ser un artista, pero sé que el éxito de lo que he hecho se ha debido, entre otras cosas, a que me he rodeado de la mayor discreción posible”.
Madrileño, del barrio de Chamberí, Malagón nació en una familia humilde en 1916. Huérfano de padre cuando aún no había cumplido los tres años, pasó por diversos hospicios, donde padeció todo tipo de vicisitudes y penalidades. Gracias al apoyo de algunos de sus profesores accedió a la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. Corría el curso de 1933-34. Casi de forma inmediata entró en contacto con la Federación Universitaria de Estudiantes (FUE), organización estudiantil progresista fundada en 1927.
Pocas semanas después de que se produjera el golpe fascista del 18 de julio, Domingo Malagón, junto a otros compañeros de La Paloma, se incorporó al Quinto Regimiento, formando la 8ª Compañía de Acero, con destino en la sierra de Madrid. Su alta en el PCE se produjo en este periodo histórico. En 1938 fue enviado a Cataluña y al exiliarse en Francia ocupaba el puesto de instructor de la 16ª División.
Al otro lado de los Pirineos fue internado en varios campos de concentración, en primer lugar por el de Barcarès y después por el de Saint Cyprien. Durante su estancia en el primero, el 14 de junio de 1940 se produjo la entrada de Hitler en París. Al cabo de pocos días Pétain, mediante la firma del armisticio, entregaba la mayor parte de Francia. Malagón, que había logrado escaparse de Saint Cyprien y esconderse en Perpiñán, comenzó la que habría de acabar siendo una soberbia contribución a la lucha clandestina antifranquista.
Concluida la II Guerra Mundial, a base de mucha constancia, mucha precaución y, sobre todo, mucha necesidad, se fue constituyendo el denominado equipo técnico, el grupo encargado de elaborar los documentos falsos que posibilitaban el libre tránsito de los miembros s del Partido Comunist de España a la península y el resto de Europa. La consolidación de este equipo se produjo hacia 1950, cuando el régimen de Franco, aún con muchas restricciones, permitió que los españoles pudieran salir del país; tan solo se necesitaban… papeles.
El responsable político de Malagón durante algún tiempo, Jorge Semprún, desaparecido el pasado junio, glosó en su Autobiografía de Federico Sánchez (1977), la “genialidad” como falsificador de Malagón. "Voy a callarme el nombre” —por esas fechas aún se tentaba la ropa Semprún— “y a silenciar la identidad del camarada que fabricaba nuestra documentación; ese camarada al que tantos debemos la libertad y, algunos, también la vida, porque eran los papeles que fabricaba o amañaba tan prodigiosamente parecidos a los auténticos que nadie podría sospechar de ellos. Alguna vez le he visto trabajar, manejar casi amorosamente las tintas, las gomas, los plásticos, los colores, las imprentillas, los hornos, en un taller donde los documentos falsos adquirían categoría de objetos artísticos, de salvoconductos fraternales para cruzar los posibles temporales de la vida clandestina”, afirmaba en la obra citada.
Domingo Malagón falleció en la madrugada del viernes 30, a los 96 años, en el Hospital de Parla. En esa localidad madrileña es un personaje tan respetado y reconocido que ya hace tiempo decidieron que una calle lleve su nombre. Habría sido un buen pintor, pero se quedó en revolucionario.
Mariano Asenjo es periodista y coautor, junto a Victoria Ramos, de Malagón. Autobiografía de un falsificador (El Viejo Topo, 1999).

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