venres, 15 de xuño de 2012

La trata de blancas aquí y ahora


La cineasta Isabel de Ocampo retrata en 'Evelyn' la construcción psicológica de una prostituta
Hasta en la prostitución se nota la crisis. “Cuando empecé a investigar, el 99% de las mujeres eran extranjeras; ahora en las ONG me cuentan que las españolas vuelven a ejercer, porque la prostitución está directamente relacionada con la economía. No con el pecado o el vicio, sino con el dinero, las crisis o la pobreza”. Pero Evelyn, aunque se desarrolle en un megaburdel, no habla de la prostitución, sino de la trata de mujeres, y la salmantina Isabel de Ocampo (debutante en el largo tras ganar el Goya al mejor cortometraje en 2008 por Miente) incide mucho en eso. “El mundo de la prostitución es muy complejo, y yo no entro en eso. Evelyn habla de la esclavitud sexual, del lavado de cerebro, y cómo se construye psicológicamente a esta prostituta. La gente que le rodea la manipula, para que cambie y asuma su nueva vida, bajo el lema ‘Seduce y vencerás”, cuenta De Ocampo. A Evelyn la enrolan en Perú, y le hacen creer que al llegar a España trabajará en una cafetería con su prima. Pero en Europa le espera un burdel –donde, efectivamente, está su prima-, un proxeneta al que le debe el viaje y el precio de la habitación y la comida. El espectador sufre con la protagonista la opresión de un lugar angustioso y el terror de vivir algo que, como piensa ella con sorpresa, “no me puede estar pasando a mí”.
 “La publicidad es muy dañina, porque justifica la utilización del atractivo erótico en el trabajo. Pues en el trabajo, si usas ese arma, solo será eso lo que te demanden. Quedarás reducida a eso”, cuenta la directora de Evelyn, antes de desgranar cómo escribió el guion. Primero buscó a un coguionista masculino, Juan Manuel Romero, para que no le devorara su punto de vista femenino. Después consultó con innumerables ONG, periodistas y personas que trabajan con estos colectivos. Más aún, ella y Adolfo Fernández –el actor que encarna al dueño del burdel- encontraron a un proxeneta, “todo un personaje”, que les contó muchas cosas, detalles, que encima les presentaba a sus prostitutas para que vieran “que estaban allí libremente”, y que les dio alguna gran frase. Finalemnte no olvidó que estaba en un thriller, “y que por tanto hay un suspense, con estructura carcelaria”. Y finalmente, que el público entendiera qué ocurre en la mente de estas esclavas sexuales, “cómo les lavan el cerebro igual que se hace en las sectas, cómo se pierden psicológicamente en el proceso de huida, se quedan en los burdeles”. A Isabel de Ocampo le interesaba explicar lo que otros no cuentan: la elipsis entre que las redes de trata de mujeres capturan a una chica y su trabajo en el burdel. “El resto de las películas y las obras de teatro se ahorran ese paso, justo el proceso más interesante. Qué pasa en el cerebro de alguien que acaba pensando: ‘Soy puta, a mucha honra, y además voy a traer a mi prima del pueblo porque esto es genial’. Es un autoengaño que se construye con maltrato, violencia sistemática, presión psicológica… Como una secta, y en realidad, como en muchas otras facetas de nuestra sociedad.
De Ocampo ha dirigido cuatro cortos y este largo con un punto en común: “Está claro que me interesa el universo femenino y la construcción de la mujer. Hay un choque entre lo que somos y lo que la sociedad nos diga qué debemos ser. Y ahí surge la comedia y el drama”. Y se permite una confesión: “Me ha resultado más fácil dirigir un largo que los cortos. Porque yo fui la productora de aquellos trabajos y aquí solo me he dedicado a la dirección: poner la cámara en lugares que sean narrativamente importantes, que los actores logren expresar sus emociones y en hacer un montón de deberes en casa para que llegues preparada al rodaje”. Al final De Ocampo rechaza que Evelyn sea el lado oscuro de Pretty woman: “Nooo, que a mí me encanta Pretty woman. Es una historia preciosa, como pueda ser Intocable, un Pretty woman parisiense. Son historias de hadas. Evelyn es otra cosa, es la letra pequeña de la prostitución”.

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