venres, 29 de xuño de 2012

Streltsov, el delantero que ‘murió’ en el Gulag


El soviético, que fue oro olímpico, no jugó el torneo de 1964 tras pasar cinco años encarcelado y realizar trabajos forzados
Le llamaban el Pelé blanco, pero los obreros de la Zil, la fábrica madre de su equipo de fútbol, el Torpedo, no estaban de acuerdo: “Si Pelé bebiese tanto café como vodka bebe Streltsov, moriría”. La vida del delantero soviético (1937-1990) está resumida en el título de un libro: Mujeres, Vodka y Gulag, del italiano Marco Iaria. El ariete fue campeón olímpico en 1956, se clasificó séptimo en el Balón de Oro de 1957, debutó con un triplete goleador en la selección soviética, y no se enfrentó a España en la final de la Eurocopa de 1964 porque ya no se atrevía a beber, tratar con las mujeres y llevar el pelo cortado como los chavales británicos: tras cargar troncos a 40 grados bajo cero, trabajar en la transformación de uranio para un reactor nuclear o deslomarse en una mina de granito, ya no era el mismo. Aún tenía prohibido competir profesionalmente. A los 20 años, había sido declarado culpable de una violación que nunca quedó clara y se había pasado cinco años preso del Gulag, el duro sistema de trabajos forzados soviético.
 “Aquellos cinco años en el Gulag le cambiaron profundamente”, explica Iaria. “Antes era una chico radiante, a veces arrogante, al que no le importaban las buenas maneras. Con aquel look, con el pelo a lo teddy boy [subcultura británica conocida por su forma de vestir], estaba muy lejos de la imagen severa del joven soviético. Parecía un chico de Londres o Nueva York. Tras el Gulag, sus noches de sexo y alcohol se redujeron notablemente… En resumen, fue domesticado por el régimen”.
Ese carácter ejemplarizante, icono puesto de rodillas como aviso a navegantes, permanece en las hemerotecas (“Enfermedad de una estrella: fuma, bebe, provoca peleas”, escribía el Pravda, diario oficial del régimen) y se estudia también en las facultades. “A pesar de verse suavizada respecto a los años 40, la prisión soviética mantiene un fuerte carácter reeducador, centrado en deportaciones y campos de trabajo en esos años 50 y 60”, resume Gutmaro Gómez, doctor en historia especializado en Historia penal y penitenciaria en los siglos XIX y XX. “Al igual que escritores, artistas e intelectuales, la vida privada de los deportistas era controlada milimétricamente”, añade.
Al Pelé ruso le llegó muy pronto el momento de enfrentarse a la extraña realidad soviética. A los 17 años, cuando jugaba en el Torpedo de Moscú, y ya había debutado con la selección absoluta (con un ‘hat trick’, las autoridades rusas le instaron a que fichara por el CSKA, el equipo del Gobierno, o por el Dinamo de Moscú, el equipo de la KGB. Streltsov ni lo dudo. Aún sin la mayoría de edad, decidió... que no jugaba con ninguno de los dos y que seguía en el Torpedo. Así comenzaron sus problemas. La sombra soviética era muy alargada y aquel acto de fe fue entendida por el Gobierno como un acto de soberbia, surgieron muchos de sus problemas posteriores. Aunque él,con su forma de ser puso mucho de su parte. Fue una estrella fundida por el régimen.
Eduard Streltsov no era un futbolista cualquiera. Gabriel Hanot, editor de L’Équipe, había dicho de él que tenía “la estatura de un semidiós”. Llenaba estadios en Rusia, donde le pretendían los grandes equipos de Moscú, igual que algunos conjuntos de Inglaterra y de Suecia.
“Su vida explica la paranoia de la dictadura comunista”, coincide Iaria; “porque no hacía propaganda anticomunista, su anticonformismo no tenía fines políticos, solo quería comportarse como cualquier chico de occidente, y por eso acabó siendo considerado enemigo del pueblo”, sigue. “Aquellos campeones del deporte, en la URSS como en otros países comunistas, tenían una doble misión: vencer para contribuir a la supremacía del sistema soviético y ser ejemplo para las jóvenes generaciones. En los años 50 y 60, el fútbol se había convertido en un fenómeno de masas, y los funcionarios del partido comunista no querían correr el riesgo de que los jóvenes siguieran el ejemplo negativo de Streltsov, un ídolo”.
Tras pasar por el Gulag, el punta acabó volviendo a la selección y se convirtió en el cuarto máximo goleador de la historia del equipo pese a una ausencia de ocho años: marcó 25 tantos en 38 partidos, fue elegido el mejor futbolista soviético en 1967 y 1968 y ganó una Liga y una Copa con su equipo, el Torpedo (99 tantos en 222 encuentros). En una época en la que el fútbol soviético era orden y mecanismos prefabricados, él era un verso suelto dentro y fuera de la cancha, con sus taconazos y sus fiestas.
Streltsov murió de un tumor en un pulmón. Hoy el estadio del Torpedo lleva su nombre, y una moneda conmemorativa y dos estatuas le recuerdan. Le decían Pelé, pero si hubiera nacido más tarde le hubieran dicho George Best: “Fue uno de los rebeldes de la historia del fútbol”, resume Iaria. “Una especie de Best con una profunda diferencia: Best vivió en la libertad del Reino Unido y Strelsov se las tuvo que ver con el régimen soviético, que hasta la época del deshielo toleró mal las desviaciones del modelo del perfecto hombre socialista”

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