sábado, 21 de xullo de 2012

La libertad que nació en Conxo


Un documental recupera la historia de los años de apertura del psiquiátrico
MARÍA PAMPÍN Santiago de Compostela 9 JUL 2012 - 21:59 CET
"El manicomio es la fábrica de Conxo". Primero como ayuntamiento y después un barrio periférico de la capital gallega, Conxo se construyó en torno a un antiguo monasterio que el cardenal Payá convirtió en el manicomio que recluía a los "alienados" y los separaba de la sociedad. Así fue desde su inauguración en 1885 hasta sus años de apertura y reforma, al final del franquismo. Una cámara captó en formato de Súper 8 uno de los últimos actos, en 1976, del intento de renovación. Después, llegaron los despidos del personal y la contrarreforma. Pero en los jardines de Conxo ya había sonado el "Estoy contigo en Rockland" que le repitió en el hipnótico Aullido Allen Ginsberg al escritor Carl Solomon. Los dos autores se conocieron en ese hospital psiquiátrico de Nueva York y 20 años después de que Ginsberg firmase su más célebre poema, una interna, Ánxeles, lo parafraseaba en gallego mientras otros pacientes pintaban o bailaban en el patio. "La policía acabó desalojando a bailarines, escritores y pintores. Fueron los últimos movimientos de la reforma de Conxo", explica la voz en off que guía el documental Fóra, que en hora y media recorre la vida dentro de los muros de Conxo y sus reflejos en el barrio.
El primero manicomino, después sanatorio y, finalmente, hospital psiquiátrico se deshizo de la mano eclesiástica en 1969 y, tan solo dos años después, recalaron en Santiago médicos procedentes de Oviedo y un nuevo gerente que activarían, con el personal que ya trabajaba en el centro, la reforma. En sus pilares estaban el aumento de la cantidad y la calidad de la comida —un lamento recurrente de los usuarios, que incluso llamaron Carne Negra a una revista del centro por la imagen que evocaba aquello que les caía en el plato, una carne "de origen incierto, pero sin duda, lejano en el tiempo"—, las salas mixtas, los cursos formativos y una política que, en contra de la reclusión y la medicación, promovía las altas de los enfermos. Al tiempo que "humanizaban y liberalizaban", los médicos mantenían una batalla laboral que culminó en los despidos de buena parte del personal médico en 1975. "La reforma fue muy de prisa, al poco de los despidos muere Franco y comiezan la Transición. La reforma de Conxo fue importantísima para el futuro de la asistencia en algunas comunidades, no en Galicia, en Asturias y Andalucía y en la ley de Sanidad del 1986, que el capítulo de psiquiatría está escrito por gente que estuvo en Conxo. Pero los beneficios de la reforma no se quedan en Conxo. La experiencia acumulada se capitaliza y se lleva fuera de Galicia", recuerda el jefe clínico durante la reforma, Emilio González, en el documental.
"La oralidad", sin embargo, "el relato oral de la reforma está sin hacer", insiste González y en la inexistencia de un análisis histórico y político coinciden también los autores del documental, Xan Gómez y Pablo Cayuela. "Las fuentes están muy implicadas, de primera mano. No hubo análisis, pausa", indica Cayuela. Ellos recogieron la documentación que guardaron los protagonistas, la que escribieron o la que dejaron grabada para dar forma a Fóra. Explican que fue Conxo el centro que reprodujo "el mismo proceso que se dio en hospitales de Francia o Italia en la década anterior". La cámara de la fotógrafa Anna Turbau retrató a las mujeres que, en 1977, vivieron la contrarreforma en el centro. Estaban sentadas en los pasillos o paseando, con la miraba perdida, y jugando con alguna muñeca.
Los internos nunca constaron como trabajadores del centro, pero siempre cumplieron con una labor, en las horas de laborterapia, que iba más allá que la de ser paciente: la de mano de obra barata. "Era un sistema que en principio podría parecer positivo pero que encubría una explototerapia", explica Gómez. "Dentro de la sección de recuperación del enfermo para el trabajo encontramos muy poca gente haciendo trabajos mínimamente creativos, siendo el trabajo de la mayoría de una monotonía total y sin atisbos de participación, como si fueran máquinas", comienza la narración de la periodista Tareixa Navaza en un reportaje que emitió el centro de TVE en Galicia en los años ochenta y que recupera el documental, "el trabajo que desarrollan es para unas empresas que aprovechan esta mano de obra barata, obteniendo unos beneficios sustanciales y pagándole unas módicas cantidades semanales que, por si fuera poco, les son administradas a los internados con criterios más bien partidistas". Además, de las pensiones de los enfermos, de unas 5.000 pesetas al mes, la gerencia del hospital se quedaba con dos tercios. Hace casi tres décadas, el vicepresidente de la Asociación de enfermos de Conxo contaba ante las cámaras de TVE que la situación "comparada con otros centros de exterminio de España es pasable". Él, que distingue entre los locos "que somos todos" y los locos reconocidos, considera que los que tienen más poder "más locos están". "La prueba es que los que le están haciendo daño al mundo son los más poderosos, no somos los pobres locos reconocidos, si no los locos por reconocer", dice antes de igualar, en el contexto que creó Conxo, enfermedad y pobreza.

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