venres, 2 de novembro de 2012

Alemania dedica un monumento a los gitanos asesinados por los nazis


Cientos de miles de romaníes murieron en los países ocupados por Hitler
Xitanos nun campo de concentración
Hasta medio millón de gitanos murieron en los campos de exterminio nazis. Un estanque redondo, de cuyo centro asoma una estela funeraria, recuerda desde este miércoles el genocidio perpetrado por la Alemania de Hitler en paralelo al asesinato sistemático de seis millones de judíos europeos. Ante el pequeño lago abierto a pocos metros de la sede parlamentaria del Reichstag, la canciller, Angela Merkel, describió su superficie como “un espejo de duelo infinito”. Dijo que el monumento “sitúa el recuerdo de las víctimas en el centro de la sociedad” y “conmina a respetar la dignidad humana”.
El superviviente holandés Zoni Weisz habló en el acto del “Holocausto olvidado” y narró su huida de la deportación al campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau. Con siete años vio desde el andén a sus padres y a sus tres hermanos pequeños alemanes alejarse en el “transporte de gitanos” que los llevó a la muerte. Ante la canciller Merkel y el presidente federal, Joachim Gauck, a Weisz se le quebró la voz al lamentar la persistencia del racismo contra los gitanos en toda Europa: “No puede ser que nuestros seres queridos murieran para nada”.
Las cámaras de gas o los campos de trabajos forzados terminaron con cientos de miles de gitanos en los territorios ocupados por Alemania durante la II Guerra Mundial, pero el genocidio no fue reconocido como tal hasta 1982. Hasta entonces, las autoridades políticas alemanas y diversas sentencias judiciales negaron a los gitanos supervivientes cualquier indemnización por las atrocidades sufridas. La Corte federal argumentó que las persecuciones se habían debido a las “particularidades sociales” de los gitanos. Alemania negó durante décadas que el asesinato y la esterilización de gitanos tuvieran motivaciones racistas, pero lo cierto es que las deportaciones masivas de gitanos desde las grandes ciudades alemanas ordenadas en 1940 por el jefe de las SS, Heinrich Himmler, fueron una suerte de ensayo general para el Holocausto. La operación sirvió para deportar a casi 3.000 gitanos, el 10% de los que vivían en Alemania. Fueron concentrados en tres puntos de la geografía alemana, desde donde los llevaron en vagones de carga a territorio polaco ocupado. El viaje fue una tortura.
En una carta a Martin Bormann, colaborador de Hitler, el criminal de guerra y ministro de Justicia Otto Georg Thierack advirtió de que “los jueces solo podrán contribuir de forma limitada a la eliminación de esta etnia”. Le recomendaba que las SS se hicieran cargo, como ya se estaban haciendo cargo de la “solución final de la cuestión judía”. En cámaras de gas. Poco después, en 1942, Himmler ordenó transportar a todos los gitanos a campos de exterminio. En Auschwitz, en territorio polaco, fueron objeto de experimentos “raciales”, a menudo dedicados a la búsqueda de métodos de esterilización. No se sabe cuántos murieron a manos de los científicos criminales de Auschwitz. En 1943, los directores del campo ordenaron cerrar el llamado “campo de los gitanos”. Todos los internos acabaron en las cámaras de gas. Fue cuestión de horas, pero el genocidio contra los gitanos continuó en otros muchos escenarios hasta 1945.
Durante la inauguración del monumento, el presidente del Consejo Central de los Romaníes y Sintos en Alemania, Romaní Rose, alertó a las principales autoridades del Estado y al millar de invitados de que la discriminación no ha acabado.
Cuando la canciller Merkel terminó su discurso, uno de los presentes la interpeló en voz alta: “¿Qué hay de los expulsados, señora Merkel? También son romaníes que quieren quedarse”. Se refería a la polémica desatada recientemente por el ministro de Interior, el socialcristiano bávaro Hans-Peter Friedrich, que ha propuesto denegar las ayudas a los macedonios y serbios que piden asilo en Alemania. Aunque Friedrich no lo dijo públicamente, se trata de gitanos que, en palabras de Rose, “están siendo perseguidos por razones políticas o raciales”. Denegar el asilo a un grupo, sin valorar cada caso, sería “algo indigno de un Estado de derecho”. Un comentarista del diario berlinés Die Tageszeitung se preguntaba ayer si “el ministro se habría atrevido a proponer algo así contra refugiados políticos judíos”.
Según destacan en el Centro de Documentación y Cultura de los Sintos y Romaníes Alemanes, estos grupos siguen siendo objeto de “discriminación cotidiana”. No obstante, también celebran la inauguración del monumento berlinés como “un símbolo de responsabilidad para el presente y el futuro”. La conmemoración se realizó después de 20 años de tensiones sobre el proyecto, que estuvo paralizado durante largos periodos por falta de acuerdos y de financiación. Está situado en el parque de Tiergarten, de Berlín, no muy lejos de la instalación que recuerda la persecución y asesinato de miles de homosexuales en la dictadura nazi. A tiro de piedra de este se levantan las 2.711 estelas funerarias grises del gran monumento conmemorativo de la Shoa judía.

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