mércores, 7 de novembro de 2012

Luces, cámara... presidencia


Un repaso por los actores y las películas que han retratado la presidencia y el gobierno de Estados Unidos a lo largo de la historia del cine
Henry Fonda en 'El joven Lincoln', 1939
“Henry Fonda”, contesta Woody Harrelson en la película The walker (2007), de Paul Schrader, ante el interrogante: ¿Qué actor ha interpretado más veces a un presidente de Estados Unidos? Error, solo cuentan mandatarios reales. La respuesta, aunque sorprendente, es Rip Torn. Antes de que se abran las urnas el próximo 6 de noviembre y a algún guionista se le encienda la bombilla, las videotecas sirven de archivo para repasar cómo los hombres que se sientan a gobernar el mundo desde una gran mansión blanca han sido retratados en celuloide. 
Torn se hace con el galardón después de interpretar a tres presidentes: Lyndon Johnson en el biopic J. Edgar Hoover (1987); Ulysses S. Grant en la miniserie sobre la guerra civil The blue and the grey (1982) y Richard Nixon en Blind ambition (1979). “El mejor es la versión que John Ford hace de Abraham Lincoln en El joven Lincoln (1939), protagonizada por Henry Fonda”, dice el escritor y catedrático de Comunicación Audiovisual en la universidad Autónoma de Barcelona, Román Gubern. “Es una película brillante, con un Fonda más que consistente”.
El tercero en las quinielas, Anthony Hopkins, para muchos el mejor Nixon en pantalla grande, también se ha puesto el traje de presidente en tres ocasiones: John Quincy Adams en Amistad (1997), George Washington en Freedom: a history of US (2002) y en Nixon (1995) de Oliver Stone –autor de otras dos películas del género W. y JFK, caso abierto-.
A lo largo de la historia del cine estadounidense han sido Abraham Lincoln, Franklin Roosevelt y John F. Kennedy los mandatarios que más veces han ocupado los carteles de estreno. El primero de ellos, tan mentado por el actual presidente Barack Obama, vuelve en noviembre a las pantallas con un Daniel Day-Lewis trasmutado hasta la canibalización a las órdenes de Steven Spielberg en Lincoln. "Daniel me pidió un año para investigar sobre el personaje", cuenta Spielberg en una entrevista en la revista Time. "Llegué un día a trabajar y Lincoln estaba sentado en su mesa, preparado para trabajar". El director recuerda en esta conversación cómo durante todo el rodaje llamó a su actor protagonista Mr. President y vestía con un traje -"no suelo hacerlo en mis películas"- para no desentonar con el resto del vestuario.
 “Hollywood es un agente de primera magnitud en el apoyo y compromiso a la política estadounidense, generalmente de apoyo demócrata”, dice Gubern. “Siempre ha habido bastante sintonía entre la Casa Blanca y el cine; los estudios estaban en California, pero la banca en Nueva York”. Durante la II Guerra Mundial, en especial desde el ataque a Pearl Harbor, las directrices de Washington resonaban en los rodajes. “Se plantearon dos consignas: películas de evasión y patrióticas”, explica el catedrático. Filmes como Las uvas de la ira (1938), Los viajes de Sullivan (1941) y Sucedió una noche (1935) reflejaban los problemas domésticos de un país que entró muy tarde en el conflicto internacional sin involucrarse directamente en lo que sucedía en Washington.
“Durante el macarthismo, los productores reunidos en Nueva York decidieron evitar que se les pudiera acusar de comunismo. Cuando se produce la guerra de Irak, profesionales como Sean Penn o Susan Sarandon vieron cómo se cancelaban algunos de sus contratos por oponerse a la invasión”, recuerda Gubern. Entre medias, la época de los sesenta se desquitó de los horrores de la guerra y las cazas de brujas gracias al glamour de John Fitzgerald Kennedy. La crisis de los misiles con Cuba y su posterior asesinato terminaron de rubricar cinematográficamente su legado con filmes que retrataron el ambiente de locura nuclear como Punto límite (1964) o Teléfono rojo, volamos hacia Moscú (1964). Años después, en 2000, Trece días recrearía la crisis con Kevin Costner y Bruce Greenwood en el papel de Kennedy. “Ronald Reagan, sin embargo, aunque había sido actor, se convirtió en el gran comunicador de la Casa Blanca”, apunta el experto.
El presidente Nixon, además de haber sido objeto de análisis de Oliver Stone, se ha manifestado en los rostros de Philip Baker Hall en Secret honor (1984), Bob Gunton en Elvis y Nixon, ¡vaya dúo! (1995), Beau Bridges en Kissinger and Nixon (1995), Dan Hedaya en Dick (1999), y por Frank Langella en su última aparición cinematográfica en El desafío - Frost contra Nixon (2008).
La entrada de los Bush en Washington trajo consigo otra manera de retratar en el cine. Desde Roger y yo (1989), Michael Moore explota a partir del género documental la concienciación a través de la realidad. Después llegarían Bowling for Columbine (2002) y Fahrenheit 9/11 (2004) para alegría de la familia Bush. El último atisbo sucedió a principios de 2008. Barack Obama, candidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos, pronunciaba las tres palabras que le lanzarían al despacho oval de la Casa Blanca: Yes we can (sí, podemos). En aquel momento, Hollywood y la industria musical con sede en California reinterpretaron el mensaje en forma de canción viral hartos de una administración republicana que les había enfangado hasta las rodillas en la guerra y cuya política económica comenzaba a apellidarse crisis.
El tráiler de aquella película aún no se ha estrenado en pantalla grande. Lincoln, la nueva película de Steven Spielberg, termina diciendo: “¿Debemos parar esta sangría?” Poco tiene que ver la tarea a la que Barack Obama y Mitt Romney se enfrentan a partir del próximo 6 de noviembre. Por suerte el cine aún tiene tarea para perpetuar en la memoria las hazañas de esos hombres que se sientan a gobernar el mundo desde el despacho oval.

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