Tras el estallido de la violencia en Mali, el número de refugiados que han
huido a Mauritania, Níger y Burkina Faso está creciendo dramáticamente. Miles
de personas sobreviven en campos en el desierto, en una región severamente
afectada por la sequía y el hambre.
Amaia Celorrio- 11/12/2012 – eldiario.es
El Sahel es una zona geográfica que se extiende al sur del
desierto del Sahara, va de lado a lado del continente africano, y abarca total
o parcialmente Senegal, Mauritania, Argelia, Mali, Burkina Faso, Chad, Sudán,
Eritrea y Mali. Y ha sido en este último país donde la guerra abierta
entre el gobierno y los radicales islámicos ha obligado a más de 400.000
personas a dejar sus hogares y buscar refugio en países vecinos. Países que
están dando un extraordinario ejemplo de solidaridad, ya que a pesar de sufrir
una sequía recurrente y una crisis alimentaria atroz, han abierto sus fronteras
y sus corazones a los refugiados.
Desgraciadamente, la inmensa mayoría de estos refugiados son mujeres y
niños. Los hombres han permanecido en sus hogares para cuidar del ganado y
de los pocos bienes que poseen, y están siendo víctimas de todo tipo abusos por
parte de los rebeldes, cuando no asesinados.
Un primer cálculo de la ayuda que se precisa, teniendo en cuenta el número
de refugiados y sus necesidades básicas, nos da una cifra enorme: 119 millones
de dólares. Y hace falta de todo, pero lo más urgente es agua potable.
Porque la desesperación empuja a los refugiados a beberla de cualquier lugar
o a obtenerla a cualquier precio: incluso teniendo que recurrir a la prostitución.
Agua que además, al estar contaminada, es el origen de las enfermedades
diarreicas que causan la muerte de miles de niños al día en todo el mundo.
Se necesitan más pozos, y cada vez más profundos porque los acuíferos están
agotados en la zona; hay que reacondicionar los existentes, construir duchas y
letrinas, y en último caso, llevar camiones cisterna, que tienen que recorrer
cientos de kilómetros por caminos sin asfaltar, que cuando llueve quedan
completamente anegados.
Y esto en un territorio donde la seguridad de los refugiados y los
trabajadores humanitarios está amenazada por los grupos armados que operan en
toda la región. Se necesita agua ya, porque el número de refugiados crece sin cesar
y esto invalida incluso los cálculos más pesimistas.
Como ves, la tarea a la que nos enfrentamos es enorme.
Los fondos necesarios para llevarla a cabo también lo son. Sin embargo, hay
algo aún más grande: nuestra determinación y el convencimiento de que la
solidaridad siempre triunfa.
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