sábado, 30 de xuño de 2012

El gobernador que salvó vidas y murió fusilado


EL PAÍS 19/06/2012
Por Antonio Ramírez Navarro
Un día antes de ser conducido ante el pelotón de fusilamiento, Vicente Talens Inglá escribía una última postal a su pareja, presa en un campo de concentración francés: "Mi asunto sigue lo mismo. Además de las personas que se ocupan de mí aquí en Valencia, y las de Llaurí, tengo también muy buenos informes de Almería. Se han portado muy bien en mi asunto, no tengo queja". Su asunto, como el de tantos miles de republicanos, socialistas, comunistas y anarquistas prisioneros en las cárceles franquistas de la primera posguerra, no era otro que el de salvar la vida. Talens Inglá, gobernador de Almería de julio de 1937 a abril de 1938, compartía una celda de doce metros cuadrados en  la cuarta galería de la cárcel Modelo de Valencia, con otros doce reclusos. Entre ellos se encontraba Gonçal Castelló, escritor valenciano que narró el dramático día a día de los presos en su novela testimonial Sumaríssim d’urgencia en la que Talens desempeña un papel protagonista con el nombre de Vicente Tamarit.
Para no inquietar a su compañera, que está viviendo también circunstancias dramáticas, en las postales que envía a Francia, el exgobernador se muestra optimista: "Mi sobrino Domingo ya salió en libertad y se interesa de mi asunto mucho, creo que se resolverá bien. Mi asunto es completamente político y por lo tanto no tengo inquietud alguna". Sin duda Talens se refiere al anuncio hecho por las autoridades franquistas sobre que nada habían de temer aquellos que no tuvieran las manos manchadas de sangre. Como delegado del Partido Comunista en la Guardia Popular Antifascista de Valencia, había tenido la oportunidad de interceder a favor de algunas personas perseguidas por el bando republicano y como gobernador había liberado por falta de pruebas a unos 200 presos derechistas.
Nada de ello le sirvió de mucho. Como es sabido, la justicia franquista invirtió la carga de la prueba y por lo tanto era el preso el que debía demostrar su inocencia ante cualquier denuncia que podía llevarle a la cárcel o al paredón. Como la gratitud no es siempre moneda corriente, dos personas a las que había salvado la vida presentaron los cargos más graves contra él. Aunque Talens trataba de mostrarse contento con los informes que sobre su actuación llegan de Almería, de Llaurí, su pueblo de origen, y de la propia Valencia, en su caso pesó más su "asunto completamente político" que, en junio de 1940, bastaba para que cualquier preso acabara formando parte de una de las sacas con dirección a Paterna que hicieron tristemente célebre la cárcel Modelo de Valencia. En su deposición ante el juez, Talens intentó presentarse como "un simple afiliado" del Partido Comunista, pero los que le juzgaron estaban al tanto de su trayectoria y sabían que había sido delegado del PCE en el Consejo Provincial de Seguridad de Valencia en 1937 y gobernador de Almería. Tal como afirmaba el periódico Frente Rojo, "nuestro camarada Vicente Talens Inglá no es un militante cualquiera de nuestro partido". Con semejante historial, las posibilidades de evitar el paredón tendían a cero.
Además de por su propio proceso judicial, tenía otras razones para sentirse angustiado. Durante el transcurso de la guerra, se había unido sentimentalmente con Pauline Taurinya, esposa del jefe de las Brigadas Internacionales, André Marty. Con ella había tenido en Almería a su única hija, la escritora francesa Pauline Talens-Péri. A diferencia de Talens, que fue capturado por las tropas franquistas en el puerto de Alicante, madre e hija pudieron escapar por Gandía en el barco francés Lynx. Pauline Taurinya, también militante comunista, abandonó al todopoderoso André Marty para seguir a Vicente Talens. Acabada la guerra de España, se instala junto con su hija en la casa familiar de Maureillas, en la Cataluña francesa. Hasta allí llegan las postales de Vicente Talens encabezadas con el ominoso "arriba España, viva Franco" que todos los presos se ven obligados a escribir en sus comunicaciones.
En la primavera de 1940, Hitler lanza su ofensiva contra Francia y los Países Bajos. El 14 de junio los nazis desfilan junto al Arco del Triunfo. En Francia se había puesto en marcha la caza al comunista y Pauline Taurinya, junto con su hermana, su madre, y su hija, que para entonces no ha cumplido los tres años, son conducidas al campo de concentración de Rieucros, en la región de Mediodía-Pirineos. La noticia llega hasta la celda de Talens. "Ayer por la prensa me entero que estáis las tres detenidas, tú, tu hermana, y la madre, no quiero creer en tal noticia, confío en que no es verdad porque ¿qué culpa tenéis vosotras?". Talens, en la misma postal, atribuye la detención al vínculo que unía a su pareja, con la que no llegó a casarse, con André Marty, al que no nombra. "Tú ya no eres la mujer de él, tú eres mi mujer y por lo tanto, no tienes responsabilidad alguna con él".
Según Castelló, el que parecía imparable avance nazi va a jugar también un papel en el destino fatal de Talens, puesto que los franquistas celebran cada victoria de los alemanes con sacas cada vez más numerosas. Dos semanas después de la entrada de los nazis en París, en su última postal, Talens pide a su mujer que no deje de escribirle todas las semanas. El 28 de mayo ha sido juzgado y el 20 de junio condenado a muerte. Como tantos compañeros, los denominados xapats en la jerga carcelaria, desconoce cuál será su suerte. En cualquier momento puede llegar la conmutación de la pena capital por una larga condena que a su vez podrá ser redimida en parte por el trabajo.
Pero lo que llega es el fatídico "enterado" del Caudillo. Después de un calvario de más de un año que le lleva del puerto de Alicante al campo de los Almendros, de allí al campo de concentración de Albatera para pasar después al Reformatorio de Adultos de Alicante y ya en agosto de 1939 a la Modelo de Valencia, en la tarde del viernes 28 de junio es conducido, junto a otros compañeros de infortunio, a la población de Paterna donde será fusilado y arrojado a una fosa común.
Y después, el olvido. Talens fue el principal responsable político de los refugios de Almería abiertos al público hace algo más de cinco años. Sin embargo, los turistas que visitan las galerías subterráneas reciben una información tan aséptica que salen convencidos de que las bombas son un fenómeno meteorológico. Es curioso que, a pesar de la afición de los políticos actuales a rubricar con su firma en mármol cualquier edificio público, estatua o rotonda, por espantosa que sea, no se haya incluido la menor mención ni una triste foto del hombre que impulsó la construcción de los refugios, salvó la vida de cientos de almerienses, enemigos políticos incluidos, y recibió en pago las balas del pelotón de ejecución.
No menos extraño es que, a pesar de contar con una de las trayectorias más singulares del comunismo español, Talens apenas haya merecido un par de párrafos en algunas monografías de historia local. Tras sus comienzos como agitador anarcosindicalista en Valencia, vivió en Barcelona los años del pistolerismo, y participó en el falso atentando de 1922 contra Martínez Anido. Sabiéndose perseguido por la policía se exilió en París. Allí ingresó en la masonería, en la misma logia que Ramón Franco, y posteriormente en el Partido Comunista Francés. Fue modelo de desnudo artístico y bailarín profesional, seguidor de la escuela de Isadora Duncan.
Tras la proclamación de la República, volvió a Valencia e ingresó en el PCE. Siguió posando como modelo en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos y para escultores como Rafael Pérez Contel y Eugenio Carbonell. En el patio gótico de la Diputación de Valencia se conserva la escultura de un arquero desnudo. Expulsado de la historia pero invitado mudo a una sucesión de recepciones con canapés, Talens aguarda en un rincón del patio. Seguramente los comensales ignoran que el modelo de esa estatua fue un gobernador comunista fusilado a pocos kilómetros de allí.
Antonio Ramírez Navarro, periodista y sociólogo, es autor del libro La fuerza de los débiles (Instituto de Estudios Almerienses).

La República en tiempo real


'La victoria republicana', segunda entrega de los diarios de Niceto Alcalá-Zamora, primer presidente de la República, narran el derrumbe de la monarquía y el triunfo de una revolución pacífica
J. LOSA Madrid 19/06/2012
Tras la edición el año pasado de Asalto a la República (La Esfera de los libros), primer volumen que reunía los dietarios de Niceto Alcalá-Zamora comprendidos entre enero y abril de 1936, ve la luz La victoria republicana, en los que el político se convierte de nuevo en un cronista de lujo y narran en primera persona dos años fundamentales de la historia de España -1930 y 1931-. Con edición del historiador Jorge Fernández-Coppel y prólogo de Stanley G. Payne, el volumen abarca dos grandes acontecimientos que protagonizaron esos días: el fin de la monarquía y la instauración de una República constitucional.
De los estertores de la dictadura de Primo de Rivera al exilio de Alfonso XIII pasando por la conformación de un creciente malestar de la sociedad hacia el rey, la pluma de Niceto Alcalá-Zamora ayuda, según el editor, a desmitificar este convulso periodo de nuestra historia. "La República no era ese jardín de rosas que con frecuencia nos cuentan. No se supo aprovechar un movimiento de masas que tuvo una transición modélica", explica Jorge Fernández-Coppel. Lo importante de este libro es, explica, contar por primera vez y de forma simultánea "cómo se teje la telaraña" en la que se intenta "aunar una sublevación", a la que se unen muchos militares, y "cómo se llega a los primeros mítines en los que tanto el propio Gobierno como el rey se dan cuenta de que la situación es seria".
Otro de los alicientes del volumen es la inclusión de correspondencia inédita sobre la maltrecha relación entre la Iglesia y el gobierno provisional de la República. En este campo Niceto hizo las veces de mediador, y subraya que los primeros éxitos se debieron a "la negociación" entre ambas partes, pero remarca también que en la próxima etapa no habría la menor negociación.
Estos escritos, que sufrieron tres robos durante 75 años, también incluyen correspondencia inédita sobre los conflictos entre la Iglesia y el Gobierno Provisional de la República, entre otros documentos. Precisamente, en el contexto de la "alegría" y el "aire fresco" que supuso para el pueblo la llegada de la República, se produce la "quema de conventos", que se recoge en estos testimonios. 
El largo periplo de los diarios
Tras el exilio, Niceto Alcalá-Zamora no pudo recuperar sus diarios y nunca conoció su paradero. El "Gobierno Giral" y el de Largo Caballero se apoderaron de estas memorias en 1937 y en 1939. Durante la desbandada del Gobierno Provisional de la República establecido en Valencia, un estudiante de arquitectura se apoderó de estos escritos.
Más de 70 años después, Jorge Fernández Coppel recibió una llamada durante la promoción de las memorias del general Queipo de Llano. El hijo de este estudiante de arquitectura contactó con él para venderle este legado, pero fue la policía quien recuperó los diarios. Los descendientes de Niceto Alcalá-Zamora los recuperaron y pudieron cumplir su deseo: la publicación de la obra.

Os nazis e 'o canón de Ehrenfeld'


Escrito por Martiño Suárez
Albert Richter tíñao todo para ser un ídolo de masas na Alemaña nazi. Lucía alto, ben parecido, gastaba un deses espectaculares cortes de pelo da época e miraba cos ollos entre xélidos e tranquilos dun Ed Harris dos anos trinta. Era, ademais, de extracción modesta, simpático coa xente e fixera fortuna destacándose no ciclismo en pista, moi popular na época. Resultaba perfecto para que a propaganda fascista, tan amiga dos deportistas de éxito, se apropiase da súa figura para maior gloria do réxime. 
Só había un problema: a Richter dábanlle bastante noxo os nazis e era cabezón coma poucos. O 'canón de Ehrenfeld', en referencia ao barrio de Colonia no que nacera en 1912, fixérase profesional en 1933, xusto o ano no que Hitler subiu ao poder. Conseguírao grazas a unhas formidables dotes como sprinter e, tamén, á axuda do seu adestrador, o ex corredor xudeu Ernst Berliner. Nos primeiros anos de ditadura parda a Richter non lle foi demasiado mal, pois andaba dedicado a correr -e gañar en moitas ocasións- carreiras por todo o continente; a partir de 1934 a Berliner prohibíuselle adestrar en territorio alemán, pero ao campión importáballe pouco que os visen xuntos en calquera outro país.
Pese ás presións do réxime para gañalo para a causa, deu ben cedo mostra de ser duro de roer. Hai unha fantástica foto súa, gañador do Campionato de Alemaña de 1934, rodeado de homes exultantes facendo o saúdo romano, entre eles un SA barrigudo e ameazante. Richter é o único da imaxe que non levanta o brazo; é máis, a súa man dereita agárrase á perna ben aberta e ben visible, protestando por omisión. Tamén se pode apreciar na instantánea que non leva o uniforme oficial da nova era, coa omnipresente esvástica cosida ao peito: Richter prefería reutilizar os de temporadas pasadas, coa aguia imperial, antes que levar a insignia nazi.
Mentres foi gañando, foi zafando, porque se algo tiñan os nazis era talento para aproveitárense das virtudes e das debilidades dos demais. Pero as cousas foron poñéndoselle difíciles a medida que os soños de expansión de Hitler se facían patentes. En 1938 tivo que dobregarse e levar, por fin, a camiseta coa cruz gamada e mesmo se lle viu saudar coa man en alto nalgún campionato. Non xulguen: o medo é libre. Ese mesmo ano, o adestrador fuxiu no último momento da deportación a un campo de concentración e exiliouse en Holanda; Richter non deixou, así e todo, de amosarse xunto del en competicións internacionais. 
Invadida Polonia no 1939, ao campión de Colonia déronlle a opción de converterse en espía, aproveitando a súa axenda internacional, ou marchar á fronte de combate. Negouse a calquera das dúas cousas, e en decembro, despois de gañar o Gran Premio de Berlín, fuxiu de Alemaña levando consigo unha bici, uns esquís e un maletín con cartos para un amigo xudeu. En Ano Vello detivérono na fronteira con Suiza e o 3 de xaneiro declarárono morto por "suicidio por aforcamento", segundo os nazis da vergoña que lle dera ser atrapado colaborando con traidores xudeus. Non lle deixaron ver a ninguén o cadáver.
A filla de Berliner conta no documental O campión que dixo non, de Michel Viotte, que despois da guerra o pai, establecido xa nos Estados Unidos, volveu á Colonia da posguerra para tentar saber da morte do seu discípulo e, de paso, descubrir o traidor que avisara á policía de fronteiras. O adestrador non logrou moito máis que comprobar a sorpresa dos antigos compañeiros de profesión ao ver que el, un xudeu, sobrevivira á máquina de matar hitleriana.

venres, 29 de xuño de 2012

Medio siglo amando a la Chica de Ipanema


Por: Diego A. Manrique | 18 de junio de 2012
Ya deben estar preparados. Me refiero a los programas, los reportajes, los especiales dedicados a los 50 años del nacimiento de Garota de Ipanema. Y volverán a contarse las anécdotas. Que la canción realmente no se compuso en el bar Veloso, donde los lobos de la bossa nova veían cimbrearse a la futura Heloísa Pinheiro, rumbo a la playa de Ipanema. Ella pudo ser la inspiración pero, en el verano de 1962, Antonio Carlos Jobim componía en su apartamento y Vinicius de Morâes escribía las letras en su casa de Petrópolis. Dos profesionales, no simples bohemios de farra.La letra incluía, más que un engaño, un despiste: generalmente, ella no iba al mar, sino a hacer recados-para-mamá. En realidad, se trataba de un espejismo. Heloisa, Helô para sus amigas, NO ejercía de chica de Ipanema, en el sentido habitual: ni sexualmente liberada ni dedicada a un oficio bonito
Helô era maestra de primaria, producto de una familia conservadora (su padre, general de Caballeria, sería censor de prensa en los años duros del gobierno militar), aunque marcada por el divorcio de sus mayores. Su madre vigilaba para que llegara virgen al matrimonio: le esperaba un buen partido, un rico heredero. Dado que los autores de Garota de Ipanema eran hombres maduros (y casados), inicialmente no identificaron al objeto de sus deseos y hubo bastantes candidatas el título de Chica de Ipanema. Hasta que Vinicius lo largó en una entrevista. Jobim fue más discreto: todavía intentaría seducir a Helô antes de que se pasara por el altar.
¿Una canción engendrada en estado de gracia? Hasta cierto punto: hubo una primera encarnación, Menina que passa, donde el texto acentuaba el cansancio existencial del narrador, enfrentado con la natural sensualidad de aquella bella de larga melena. En el segundo intento, brotó Garota de Ipanema. Se estrenó en agosto, en un espectáculo musical del club Bon Gourmet, en la cercana Copacabana, que protagonizaban Jobim, Vinicius, Joâo Gilberto y Os Cariocas. Debutó en microsurco allá por enero de 1963, en la voz de Pery Ribeiro.

La Garota  llegó con una flor en el culo, si se me disculpa la expresión. Podía haberse quedado en el limbo de la bossa nova, caviar para cariocas exquisitos de clase media y alta, pero tres meses después se grababa en Nueva York, traducida al inglés,  ya pensada para el mercado internacional: The girl from Ipanema. Desde 1961, algunos jazzmen estadounidenses investigaban en aquel filón tropical. Y los chicos de la bossa amaban con pasión el jazz fino. Al productor Creed Taylor se le ocurrió juntar el saxo sedoso de Stan Getz con aquellos simpáticos brasileños: Tom Jobim, Joâo Gilberto y su entonces esposa, Astrud; Milton Banana y Tiâo Neto en la sección de ritmo. Para la versión en single, Taylor dió tijeretazo a la voz de Joâo y privilegió la de Astrud, con lo que el retrato quedó feminizado, sexualmente ambiguo, aún más susurrante de lo habitual.
Si no fuera una música tan lánguida, diríamos que aquel disco –hoy diríamos, de crossover- electrizó al planeta. Universalizó la bossa y puso en órbita la carrera de todos los implicados. Hasta cambio la vida de la destinataria, convertida en encarnación del mujerío brasileño.
Inevitablemente, cuando se evaporó la fortuna de su marido, Helô salió a buscarse la vida. Actriz de culebrones, presentadora de TV, lo normal. Incluso fue portada de Playboy, primero como fruta madura (1987) y, al borde de los sesenta años, en compañía de su hija (2003). ¿Qué hubiera pensado su padre general?
Heloisa también montó unas boutiques de ropa playera, bajo la marca de….¡adivinen!…Garota de Ipanema. En 2001, los herederos de los (fallecidos) autores quisieron obligarla a prescindir de unas camisetas que reproducían la partitura original. La indignación fue general: ¿no podía la musa beneficiarse de la creación que inspiró? El juez se sumó al sentimiento de todo Brasil y desechó la demanda. Aparte, ella no fue ni la única ni la primera. Desde 1967, el citado bar Veloso, refugio de Jobim y Vinicius, se rebautizó como Garota de Ipanema. Ese año, también se rodó una película serie B con el mismo nombre. Hasta Carlos Vergara pintó uno de sus dinámicos cuadros pop con ese título, el encuentro de dos amantes que corren hasta fundirse en un abrazo.

Todavía hoy, la Garota de Ipanema musical irradia gracia, elegancia, seducción. Nos retrotrae, como ocurre con algunos capítulos de Mad men, a un mundo tan cool como aberrante. Me explico: existe un magnífico libro de Ruy Castro, Ela é carioca, un diccionario de 231 entradas –personas, lugares, establecimientos- que cubre la era dorada de Ipanema, entre 1910 y 1970.

El tomo provoca nostalgia por aquel barrio hedonista y luminoso, donde vivir era barato y los emigrantes europeos se integraban rápido. Hasta que adviertes una anomalía: realmente ¿estamos en Rio de Janeiro? Ocurre que, en sus abundantes fotos, no aparecen negros, excepto los pocos que están trabajando: músicos, vendedores callejeros. Ruy de Castro no deja de destacarlo, al señalar los apuros de uno de los pocos vecinos de color, el guapo actor Zózimo Bulbul: cada poco tiempo, era detenido por policías que no podían creer que un negâo viviera allí. Incluso en los primeros años setenta, Ipanema era un paraíso reservado para artistas y profesionales liberales…siempre que fueran blancos. No lo llamen apartheid; llámenlo viejo Brasil, indiferente a su propio racismo.