mércores, 30 de xaneiro de 2013

Napolitanas que crecen entre la Camorra


Valerio Spada muestra las pocas posibilidades de supervivencia de las niñas de la ciudad
El fotógrafo recrea en una exposición la historia de una adolescente asesinada en un tiroteo
Hacia las 11 de la noche del 27 de marzo de 2004, Annalisa Durante, una bellísima niña de de 14 años, fue asesinada delante de la tienda de su padre en el napolitano barrio de Forcella, una zona tomada por la Camorra. Annalisa fue utilizada como escudo humano en medio de un tiroteo entre bandas rivales. El autor del disparo letal era un chico de 19 años, Salvatore Giuliano, sobrino del antiguo capo Luigino Giuliano, recién salido de prisión por tráfico de drogas. Escapó ileso. Desde entonces, cada día, a las nueve de la mañana, el padre de Annalisa, Giovanni Durante, lleva a su hija el desayuno hasta su sepultura. No ha querido marcharse de Forcella y sigue viviendo con la familia en la misma tienda ante la que mataron a su hija.
El fotógrafo y documentalista Valerio Spada (Milán, 1972), residente en Nueva york, ha recreado lo ocurrido con Analissa a través de los ojos del padre y la vida de muchas adolescentes que siguen viviendo en unas calles atenazadas por la Camorra. Bajo el título de Gomorrah Girl, Spada, que desde hoy se puede ver en la Galería Cero, hace un duro retrato de las dificultades de ser niña-adolescente en una zona empapada de sangre. Son niñas que desde los nueve años bailan, cantan y se comportan como las mujeres que salen en la televisión. Su único sueño es llegar a convertirse en una ellas y su objetivo más anhelado es poder participar en el Gran hermano italiano.
Spada, que no ve ninguna esperanza en que esa zona del sur de Italia se pueda redimir (“Mueven tanto dinero que es imposible”, lamenta), se sumergió durante meses en ese fortín de la Camorra que es Forcella. En general, son fotos autorizadas. Las chicas posan ante su cámara digital desafiante. En cambio, son robadas las fotos en las que Spada se adentra por las zonas más oscuras del barrio, ocupadas por drogadictos, tan colocados que no tenían fuerza para oponerse.
La exposción, también editada en formato de libro, tiene como hilo conductor la muerte de Annalissa Durante. Reproducida en una vitrina se muestra el informe redactado por la policía durante la fatídica noche. Se ve la motocicleta en la que se acercan dos sicarios que, pistola en mano, se disponen a disparar a Salvatore Giuliano. Ayudados por planos y dibujos, vemos como Giuliano arrastra a la chica que en ese momento charlaba con unas amigas y se la coloca como escudo protector. Se puede ver cuantas balas se dispararon y el trayecto de la que resultó mortal para la niña. El informe policial no recoge las versiones de los testigos porque nadie se atrevió a contar lo que había visto.
La única foto de Annalissa que hay en la exposición se puede ver en el escapulario que cuelga del cuello de su padre. El rostro aquí lo ponen otras adolescentes de futuro más que incierto como Mergellina, una chica de 14 años que posa en bikini en Secondigliano, barriada de las afueras de Nápoles considerada la más peligrosa del mundo o Anna, de solo 9 años, en la puerta de su casa de La Vela Rossa, en Scampia o una tercera sin identificar, retratada en la noche del barrio de Piscinola.
Hay imágenes positivas tomadas en el instituto Elsa Morente con chicas en el gimnasio, como Ángela, de 18 años o Liviana, de 13 años, incluida en la exposición por su extraordinaria belleza. Pero el desasosiego y la angustia se percibe con imágenes como la de Sabrina, de 11 años, una niña cantante de las que se suelen contratar para animar las fiestas familiares de los mafiosos. Desde la primera palabra que entonan empiezan a llorar a lágrima viva. Cuanto más lloran, más cobran. Y esa parece ser la aspiración máxima para estas pequeñas si nadie lo remedia. “Lo más frecuente ”, asegura el artista italiano, “es que sean madres a los 13 o 14, saltándose la adolescencia que en el resto de Italia se vive plenamente. Se convierten en mujeres de mafiosos y cuando ellos caen en prisión, no dudan en sustituirlos. Es su destino”.

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