sábado, 30 de marzo de 2013

El exmarine Ryan Endicott: "Me tatué en espalda 'perdónadme, he pecado' por ir a Irak"


La fotoperiodista Jo Metson Scott publica un libro con fotos y testimonios de soldados de los EE UU y el Reino Unido arrepentidos de haber ido a la guerra.
Algunos desertaron y tuvieron que enfrentarse a castigos. Otros hacen campaña en pro del pacifismo y contra la política militar de sus países.
"Mi hermano me repudió públicamente en Facebook", dice uno. "Las medalllas no pueden justificar el sufrimiento y los crímenes", añade otra.
ÁNXEL GROVE. 22.03.2013 – 20minutos.es
La fotoperiodista británica Jo Metson Scott acaba de editar un libro que debería ser enviado como regalo de Pascua —época que, según la teología cristiana, celebra la posibilidad de caminar hacia una nueva forma de vida— a los promotores, ejecutores y cómplices de la Guerra de Irak, una matanza (189.000 víctimas, según cálculos conservadores) montada sobre motivos falsos que se inició hace diez años. The Grey Line (La línea gris) compendia, con fotos y textos, la visión del conflicto de varias decenas de soldados arrepentidos.
El joven de la foto que preside esta pieza se llama Ryan Endicott. Entró en los marines de los EE UU en 2004, cuando tenía 20 años. En 2005 lo destinaron a Irak, donde combatió durante siete meses. En 2008 se largó el Ejército (con honores). Para intentar purgar la culpa que no le daba tregua y las pesadillas que no le permitían cerrar los ojos, se tatuó en la espalda dos manos ensangrentadas y una frase: "Perdonadme, he pecado".
"Las atrocidades en las que participé"
Desde 2009, Endicott es miembro de Iraq Veterans Against the War (Veteranos de Irak contra la guerra), la organización de exsoldados que difunde la falsedad y airea las verdaderas motivaciones detrás de la invasión. La militancia le ha costado cara: "Tras contar las atrocidades en las que participé y de las que fui testigo, mi hermano me repudió publicamente en Facebook. Dejó comentarios diciendo que yo era una marioneta, que me estabann utilizando. Dijo que no me consideraba su hermano, que yo ni siquiera era un hombre".
El caso del exmarine con la culpa tatuada en la espalda es sólo uno de los que ha documentado Metson Scott durante los últimos cinco años. Su libro, que ha editado con toda la intención en el décimo aniversario del comienzo de la guerra, recopila fotos y experiencias de soldados de los EE UU y el Reino Unido a los que utilizaron como carne de cañón y ariete.
La fotoperiodista cruzó varias veces el Atlántico para encontrar y entrevistar a veteranos que "públicamente hayan repudiado la guerra, asumiendo los costes de su postura". Encontró "un creciente movimiento de jóvenes hombres y mujeres que eligieron pelear por su país pero empezaron a cuestionar las órdenes que recibían" mientras en todo el mundo "se ponía en duda la legalidad y moralidad" de la invasión y posterior ocupación de Irak.
Diarios, cartas, emails...
Las fotos adquieren carácter de objetos de redención personal con el material complementario que la autora recogió para The Grey Line: testimonios escritos a mano por los exsoldados, diarios personales, emails, correspondencia enviada desde el frente a la familia y los amigos por estos objetores de conciencia o desertores que tuvieron que hacer frente a castigos penales por abandonar sus unidades o al más que frecuente rechazo y ataque por quienes les consideran antipatriotas.
Garrett Reppenhagen, que se alistó en 2001 y estuvo en Irak durante un año en 2003, cuenta como participó en la matanza de tres civiles, un matrimonio y su hijo, y al llegar al acuartelamiento se planteó un "dilema moral" que no le abandonaba la conciencia: "Era un soldado y llevaba armas encima pero todo el rato deseaba tirarlas al suelo e irme a tomar té y hablar con los maravillosos iraquíes (...) Así que empecé a escribir un blog contra la guerra todas las noches".
Cuando sus actividades fueron rastreadas por la Inteligencia militar, Reppenhagen fue investigado y acusado de poner en peligro las operaciones bélicas. Una vez fuera de la disciplina castrense, fue el fundador de Iraq Veterans Against the War.
"Me habían enseñado a no pensar como un humano"
"Cuando regresé de Irak tuve que drogarme: pastillas contra la ansiedad, la depresión, analgésicos, ansiolíticos... Bebía mucho. Ahora me causa mucha vergüenza recordar aquellos dos años y medio", cuenta Jon Turner, ex marine que peló en Irak en 2005 y 2006. "En Irak vi mucha mierda y no dejaba de pensar como un militar. Todo cambió cuando me empecé a poner en el lugar de los iraquíes. Creo que me habían enseñado a no pensar como un ser humano".
También Josh Steiber, que se alistó a los 18 años y estuvo en Iark 14 meses a partir de 2007, sostiene que la insensibilidad hacia el dolor ajeno era imposible de soportar. "Cada día éramos más duros y salvajes con los civiles (...) Ellos empezaron a atacarnos como respuesta (...) Un día me sorprendí pensando que debía matar a todos los civiles que pudiese, al azar", escribe.
Miedo a los compañeros
Tony Langouranis, que fue destinado a Irak en 2004 como interrogador porque sabía árabe, temió por su integridad por las posibles represalias de sus compañeros. "Quemaban a los detenidos con mecheros, los molían a patadas (...) Quise denunciar lo que pasaba y los mandos no aceptaban mis denuncias. Tenía tanto miedo que no me atrevía ni a ir al comedor".
Una soldado que sólo quiso dar su nombre de pila, Maggie, cuenta que tiró a la basura todas sus condecoraciones de guerra: "Las medallas y banderas no pueden justificar el sufrimiento y los crímense: no quiero esta basura".

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