mércores, 20 de marzo de 2013

La doble vida fotográfica de Echagüe


El MNAC expone las imágenes ‘pictorialistas’ realizadas en África por este ingeniero militar
El primer destino del ingeniero militar José Ortiz Echagüe (Guadalajara, 1886) después de graduarse en 1909 fue la zona del Rif, cerca de Tetuán, donde las minas de hierro que España tenía estaban siendo atacadas por las tribus rifeñas. En África, el joven de 23 años recibió el encargo de dirigir el servicio de fotografía de la unidad de Aerostación, en la que realizaba imágenes, primero desde globos y luego desde aviones, para elaborar mapas y localizar las posiciones enemigas. Pero junto a estas imágenes profesionales, Echagüe también dirigió el objetivo de su cámara de aficionado hacia los hombres y mujeres del país, hacia los paisajes y los temas de la vida cotidiana. Una realidad amenazada, precisamente, por la presencia de las tropas españolas. “Creo que la parte más importante para que un fotógrafo consiga el éxito está en el hecho de ponerse en contacto con los personajes en sus rincones, seguir sus costumbres, observarlas y tratar de capturarlas en su ambiente”, dejó escrito Echagüe en su diario. Casi 80 de las imágenes (pertenecientes a la Universidad de Navarra) que el ingeniero fotógrafo creó en el norte de África, además de una selección de imágenes inéditas procedentes del Archivo General Militar de Madrid con fotografías de dirigibles y vuelos aéreos, pueden verse —hasta el 21 de julio, gratis— en el Museo Nacional de Arte de Catalunya, MNAC.
El comisario Javier Ortiz-Echagüe tiene clara la labor de experimentación de su abuelo, creando texturas tras raspar imágenes como Muchacho rifeño, creando primerísimos planos como en Moro del Rif 2, Rifeña 2 o Mora de Fez 3, y nuevas composiciones en diagonal, puntos de vista y luces extremas, parecidas a las que luego usaron las vanguardias, como en Porteadores. “Presentes en sus primeros años, no las abandonará nunca”, asegura.
Sus fotografías de niños, jinetes armados, comerciantes o incluso escenas de la cruda guerra, son perfectamente reconocibles. Reveladas manualmente, con mucha paciencia y habilidad, Echagüe usó la técnica del carbón fresson —en la que empleaba serrín que luego rascaba para sacar la luz—, interviniendo en el resultado final de cada una de las imágenes. Representante del pictorialismo fotográfico español —algo que él negaba— sus obras, que parecen más grabados que fotografías, van más allá del mero registro de la realidad.
Tercer piloto de aviación con título en España, Echagüe fue un pionero con vida de novela. Tras volver de Marruecos, abandonó el ejército y fundó en 1923 Construccions Aeronáuticas SA (CASA) y, en 1950, la empresa de automoción SEAT.
Echagüe realizó varios libros que le dieron fama mundial. American Photography lo consideró el tercer mejor fotógrafo del mundo en 1935. Publicó Tipos y Trajes de España (1930), España. Pueblos y paisajes (1939), España mística (1943) y España. Castillos y alcázares (1956). Echagüe retomó su pasión por África al final de su carrera en tres viajes en 1964 y 1966 (cuando tenía 78 años). Ahora, el fotógrafo se centra más en paisajes y arquitecturas utilizando la misma técnica de carbones de gran formato e intentando ocultar los elementos más modernos que ya se percibían en la sociedad norteafricana. De esta etapa es una de sus imágenes más famosas: Siroco del Sahara publicada hasta en China y Moscú (fue portada del diario Pravda en 1966). “Son imágenes oníricas e incluso surrealistas”, asegura el comisario delante de Fez 1, en la que el enorme grupo de hombres parece ajeno al fotógrafo. Todos menos un niño que corre en su dirección “y que parece un Cartier-Bresson”, señala Echagüe nieto.
Las imágenes de Ortiz Echagüe recuerdan a fortunys fotografiados. En abril, el diálogo entre los dos autores será posible. Será tras inaugurarse la exposición monográfica que el MNAC ha programado alrededor de la enorme La batalla de Tetuán de Marià Fortuny.

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