xoves, 2 de maio de 2013

El cementerio del mar


"¿Qué tamaño ha de tener el cementerio de mi isla?", se preguntaba el alcalde de Lampedusa, donde murieron en 2011 más de 200 inmigrantes que buscaban refugio en Italia. Miles de personas han fallecido en el Mediterráneo en los últimos 25 años y muchas de esas muertes se podrían haber evitado.

Nicolas Berger - Director de la Oficina de la UE de Amnistía Internacional 25/04/2013 – eldiario.es
Cuando el crucero Costa Concordia quedó encallado frente a la costa toscana en enero de 2012 murieron 32 personas. Los medios de comunicación informaron ampliamente de la trágica pérdida de vidas. Y volvieron a hacerlo exactamente un año después de la catástrofe.  No cabe duda de que 32 muertes evitables eran algo que no debía olvidarse.
No ocurrió lo mismo, en cambio, el 6 de abril, cuando se cumplieron dos años de un terrible naufragio ocurrido frente a la isla italiana de Lampedusa. En medio del conflicto de Libia, había partido de este país un barco de gran tamaño, cuyos pasajeros iban en busca de seguridad en Europa. Nunca conoceremos su número exacto, pero se cree que había entre 200 y 300 personas a bordo. Eran familias enteras de países como Somalia y Sudán, decididas a hacer el peligroso viaje a Europa porque no les quedaba otra opción. Desaparecieron todos los pasajeros, salvo 51
¿Acaso vimos algo sobre este suceso en las noticias del día siguiente?  ¿O ha aparecido acaso información sobre su conmemoración en nuestros feeds de Twitter? La verdad es que probablemente no, porque no se ha conmemorado, y ni siquiera una búsqueda en Google desvelará muchos datos. 
Miles de personas –mujeres, hombres, niños y niñas– han muerto en el Mediterráneo en los últimos 25 años.  Según artículos de prensa recopilados por la organización Fortress Europe en el marco de su trabajo de vigilancia, más de 13.000 personas han muerto en el Mediterráneo y el Atlántico de camino a Europa. Muchas de estas muertes podrían haberse evitado. Giusi Nicolini, alcalde de Lampedusa, explica así la situación: “¿Qué tamaño ha de tener el cementerio de mi isla? No entiendo cómo una tragedia así puede considerarse normal. Me indigna la normalidad, que parece haberse extendido como una enfermedad contagiosa”. 
Los países de la UE decimos estar orgullosos de nuestros principios de derechos humanos. Pero si nos limitamos a apartar la vista cuando muere gente frente a nuestras costas, ¿qué valor tienen realmente nuestras palabras? 
En el último decenio, los gobiernos europeos han optado cada vez más por excluir a las personas migrantes aplicando medidas que las obligan a tomar peligrosas rutas para llegar a Europa , a menudo con consecuencias fatales. Los países europeos han intensificado el control de sus fronteras , con procedimientos como interceptar, obligar a retroceder o desviar a quienes intentan entrar en su territorio, con la esperanza de impedirles poner el pie en él. Estas medidas de control de la migración no siempre se ajustan a las obligaciones contraídas por los países en materia de derechos humanos. Las personas migrantes, refugiadas y solicitantes de asilo continúan sufriendo graves abusos contra los derechos humanos como consecuencia directa de la política de Europa y su externalización del control de las fronteras y de la migración delegándolo en países vecinos. 
Es hora de cambiar las cosas. La acción SOS Europa, que hemos llevado a cabo ante el Parlamento Europeo este miércoles, tiene por objeto hacer que Europa sienta vergüenza. Que la sientan los encargados de tomar las decisiones y la ciudadanía por igual. ¿Cuánto tiempo más seguiremos callados, sin hacer nada? El 24 de abril ha llegado a la plaza de Luxemburgo un “barco migrante” para entregar más de 50.000 firmas de personas corrientes. Todas ellas instan a los miembros del Parlamento a que cumplan con su deber de garantizar el escrutinio público de los acuerdos y las operaciones de control de la migración. Nuestro barco representa a todas las personas migrantes, los refugiados y los activistas de toda Europa que están pidiendo que las acciones de los gobiernos nacionales en las fronteras de Europa sean claramente visibles y que pueda pedírseles que rindan cuentas de todo abuso. Nuestro barco conmemorará a los miles de personas que han muerto en el mar.  Porque nos importa. Debe importarnos a todos. También debemos sentir vergüenza. E indignarnos.

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