venres, 13 de setembro de 2013

Francia y Alemania cierran las heridas de Oradour-sur-Glane, el pueblo mártir


Hollande y el presidente alemán visitan hoy el pueblo arrasado por los nazis el 10 de junio de 1944, donde 642 personas fueron asesinadas

El desembarco aliado en Normandía se había producido unos días antes, el 6 de junio. Los maquis redoblaron sus ataques contra los soldados alemanes en el centro de Francia, y el 9 de junio, la división Das Reich, que avanzaba hacia el norte para reforzar el frente normando, decidió ahorcar a 99 personas en las calles de Tulle, una pequeña ciudad de la Corrèze que acabaría siendo feudo electoral de dos presidentes franceses: el gaullista Jacques Chirac y el socialista François Hollande. Un día después, el 10 de junio de 1944, las SS llegaron al pueblo de Oradour-sur-Glane, situado a 110 kilómetros de Tulle y a unos 20 kilómetros de Limoges. En unas horas, arrasaron e incendiaron la aldea, matando a 642 personas, entre ellas 205 menores. Las mujeres y los niños fueron encerrados en la iglesia del pueblo antes de ser quemados vivos. Solo seis vecinos de Oradour escaparon vivos.
69 años después, las cicatrices físicas y morales de la mayor matanza de civiles cometida por los nazis en Francia durante la II Guerra Mundial siguen siendo visibles. Los esqueletos de los edificios en ruinas de Oradour permanecen intactos, y mantienen fresca la memoria de aquel espanto franco-alemán que fue también muy francés, porque en la división Das Reich había varias decenas de alsacianos, los llamados “Malgré Nous” -“A pesar nuestro”-, que se habían visto forzados a enrolarse en el ejército nazi tras la anexión de Alsacia.
Hoy, el presidente francés François Hollande, y su homólogo alemán, Joachim Gauck, cumplen una histórica visita a Oradour para rendir homenaje a las víctimas y tratar de restañar una de las grandes heridas bilaterales entre Francia y Alemania. Como sucedió cuando Helmut Kohl y François Mitterrand recorrieron juntos Verdun en 1984, esta será la primera vez que un dirigente alemán visita Oradour.
La visita se decidió el pasado 23 de mayo, en Leipzig, donde Hollande asistió a los actos del 150º aniversario del SPD. El presidente francés invitó al presidente de la República Federal Alemana a hacer un viaje de Estado a Francia en septiembre, y este le pidió detenerse en algún lugar altamente simbólico, cuentan en El Elíseo. Sobre la marcha, Hollande, siempre atento a la memoria histórica, y aficionado a reconocer errores y extraer lecciones del pasado, propuso Oradour, y Gauck aceptó sin dudarlo.
Ayer, en la conferencia de prensa conjunta, Hollande ensalzó el coraje político de Gauck. “Su visita a Oradour”, dijo el presidente francés, “representa un símbolo, el símbolo de una historia, de un pasado que se debe mirar de frente, de una verdad que debe ser dicha, proclamada, reconocida en presencia de las familias, pero también de los supervivientes. Usted ha hecho esa elección, que le honra y que al mismo tiempo nos obliga a emprender, una vez reconocido el pasado, una preparación audaz del futuro”.
Y Gauck respondió: “Usted ha querido que esté a su lado en Oradour para que recordemos las atrocidades que cometieron los alemanes de aquella otra Alemania. Acepto su proposición con una mezcla de reconocimiento y humildad”. Gauck, antiguo pastor y expresidente de la comisión federal que se encargó de los archivos de la STASI añadió que Oradour es “el punto culminante, emocional” de su visita de Estado, y concluyó: “Esta Alemania que tengo el honor de representar es una Alemania distinta de la que avergüenza nuestros recuerdos”.
Los encuentros directos con el pasado nazi son una actividad familiar para Gauck. Desde que llegó al cargo en marzo de 2012, ha visitado también Lidice, un municipio de la República Checa que los alemanes borraron del mapa en 1942, y Sant'Anna di Stazzema, un pueblo de la Toscana donde 560 civiles fueron asesinados por las SS en agosto de 1944.
Una herida francofrancesa
Las heridas francesas no se han cerrado del todo en Oradour. Las familias de los “Malgré Nous” nunca han recibido un consuelo oficial del Estado francés y desean que su “trauma” sea reconocido. Al mismo tiempo, las familias de las víctimas temen que ese reconocimiento pueda servir para relativizar la responsabilidad individual de los culpables.
El proceso judicial abierto en 1953 ante el tribunal militar de Burdeos dividió a los franceses y acabó por no satisfacer a nadie. Entre los 21 soldados acusados de la matanza, casi todos de baja graduación, había 14 alsacianos. Alsacia protestó porque sus ciudadanos fueran juzgados junto a los alemanes, aduciendo que fueron obligados a vestir el uniforme nazi. Los representantes de la región de Limoges, el Lemosín, pidieron en cambio la máxima severidad para todos los encausados por igual. El 13 de febrero de 1953, todos los procesados, incluidos los alsacianos, fueron condenados a duras penas. Cuatro días después, un grupo de diputados alsacianos presentó una ley de amnistía que acabó siendo aprobada por el Parlamento el 19 de febrero. Los habitantes de Oradour colocaron entonces en las ruinas una placa con los nombres de los diputados alsacianos, considerándoles artífices de una traición. La placa solo sería retirada en los años sesenta.
El principal responsable de la matanza, el general de las SS Lammerding, fue condenado a muerte en rebeldía por el tribunal de Burdeos. Pero nunca fue extraditado a Francia, y murió en 1971 después de haber llevado una tranquila segunda vida de ingeniero en Dusseldorf.
Tras dos polémicas visitas de Mitterrand –que votó a favor de la amnistía- a Oradour, sería Jacques Chirac quien apaciguara la inquietud de los habitantes del Lemosín. El 16 de julio de 1999, el presidente inauguró el Centro de la Memoria junto a la ministra de Cultura Catherine Trautmann, ex alcaldesa de Estrasburgo. Y esta tendió la mano al alcalde de Oradour: un signo de reconciliación entre Alsacia y el Lemosín y entre el Estado y Oradour. La paz duró hasta el 8 de mayo de 2010. Ese día, en Colmar, Nicolas Sarkozy declaró que los “Malgré Nous" no fueron traidores sino, al contrario, unas víctimas de un verdadero crimen de guerra”.

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