sábado, 30 de novembro de 2013

"¿Y si tú sos vos?"


El periodista y guionista uruguayo Danilo Albin presenta en Bilbao su documental sobre el robo de bebés durante la dictadura argentina.
Se estima que aun quedan por encontrar más de 400 bebés robados que "siguen viviendo en una auténtica mentira" en algún lugar del mundo.
Aitor Guenaga 25/10/2013 – el diario.es

Una pancarta en manos de una de las Abuelas de Mayo lleva un lema de futuro, un adagio musical de esperanza: "Se los llevaron llenos de vida y con la vida los hacemos presentes". En algún lugar de Europa y también en Argentina se calcula que aun hay "400 personas que siguen viviendo en una auténtica mentira". Quien habla de esta manera tan contundente lo hace con conocimiento de causa. Danilo Albin ha visitado esta semana la capital vizcaína para presentar su documental: ¿Y si tú sos vos? La pista nos la da la última palabra del título de la obra: el drama empezó en Argentina, pero luego saltó a Europa, donde se refugieran muchas personas, algunos bebes robados, huyendo de la dictadura.
El periodista uruguayo Danilo Albin construyó el guión y el realizador vasco Karlos Trijueque lo tradujo en imágenes. Pero la tétrica historia fue pensada y ejecutada por los responsables de la dictadura argentina en los años de las desapariciones, los asesinatos y una brutal represión contra los sectores de la sociedad argentina más combativa y concienciada. Las dictaduras el Cono Sur no solo planeaban el exterminio del disidente, lo llevaban a cabo: el Plan Condor, la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), Automotores Orletti... todos esos nombres conducen inexorablemente a los crímenes de lesa humanidad. El robo de bebés a los sectores izquierdistas que eran desaparecidos fue solo otra muestra más de la amoralidad de las sucesivas juntas militares argentinas.
Albín eligió un día especial para la exhibición en Bilbao del documental, el 36 aniversario de la fundación de la asociación Las Abuelas de la Plaza de Mayo. Dos de ellas son, junto a sus nietas Carla Rutila Artés y Paula Eva Logares, las protagonistas del documental. Su tesón por encontrar a sus respectivas nietas, auténtico "botín de guerra" de torturadores del régimen, es la parte más vital del documental. Sus testimonios, y los de los supervivientes -entre ellos un argentino que estuvo viviendo en Santurtzi (Bizkaia) y con el que hubo que tener toda la mano izquierda posible porque "se nos derrumbaba ante la cámara" por todo el horror vivido- la parte que entra como un estilete en el espectador. 9 años de búsqueda. Torturas y sadismo en los centros de detención de la dictadura (1976-83).
Un avejentado Videla
Impresiona ver en el documental a un Jorge Rafael Videla avejentado, a la manera de Pinochet cuando el dictador chileno se rió del mundo entero al levantarse de la silla de ruedas a su llegada al aeropuerto de Buenos Aires tras su detención en Londres por orden del juez Baltasar Garzón en 1998. Pero más impresiona ver a Videla, entonces con 85 años, dirigiéndose al tribunal que lo juzga, encabezado por la magistrada María del Carmen Roqueta, por el robo de bebes robados y atreverse ante sus víctimas a presentarse como un "preso político" y calificar el proceso -por el que fue condenado- de "juicio farsa". Para entonces, el 26 de mayo de 2012, día en el que se dicta la sentencia condenatoria, la Ley de Obediencia Debida del expresidente Raúl Alfonsín descansaba en el cubo de la basura y los dictadores y sus acólitos respondían por sus actos deleznables ante los jueces argentinos. Videla ya está muerto, Eduardo Alfreso Ruffo, no. Está en prisión.
En ese juicio, Carla Rutila Artés, "Carlita" para su abuela, mantiene la mirada frente a su "apropiador", su 'padre' durante años tras la desaparición y posterior ejecucioin de sus padres biológicos. Artés fue secuestrada en 1976 y acabó en el domicilio de uno de los torturadores que se empleaba a fondo contra la disidencia argentina en el trístemente famoso Automotores Orletti, uno de los centros de detención de la dictadura al que fue trasladada, entre otros muchos, la madre de Carla.
Ni Danilo Albín, ni el director del documental se recrean en el dolor. Y finalizan el documental con un 'happy end' inesperado: una de las bebes robadas acaba, muchos años después cuando vuelve de Madrid a Buenos Aires para asistir a su juicio, enamorándose de otro hijo de desaparecido que el destino había juntado con su madre en el tétrico Automotores Orletti.
"Se los llevaron llenos de vida y con la vida los hacemos presentes". Palabra de Abuela de la Plaza de Mayo.

La brecha por la memoria histórica revive en un documental


La Seminci estrena una polémica película sobre las colonias franquistas
Llanos del Caudillo es la aldea que centra la investigación del filme
¿Por qué en Alemania, Italia o Portugal se borraron por respeto las huellas públicas del fascismo y en España no? ¿Por qué en España, a diferencia de Argentina o Chile, los crímenes de la dictadura siguen impunes? ¿Por qué la memoria histórica de España sigue lastrada por la propaganda de los vencedores? ¿Y por qué, en un lugar de La Mancha, hay un pueblo que se llama Llanos del Caudillo? ¿Es que a nadie le escandaliza? Estas son solo algunas las preguntas que plantea el documental Los colonos del caudillo,que ayer se presentó en la Seminci de Valladolid rodeado de cierta polémica ya que sus directores, el alemán Dietmar Post y la española Lucía Palacios, han denunciado el intento de censura previa por parte de uno de los protagonistas del filme, cuyo nombre prefieren no revelar.
En ese lugar de La Mancha, concretamente en ese paisaje llano que conduce a Ciudad Real, comienza el relato visual de una investigación que bucea en el nacimiento y destino de una de las 300 colonias que se construyeron al albor del franquismo. Un microcosmos elegido por la pareja de cineastas para contar una historia que va de 1955 a nuestros días. La película, cuya financiación se completó gracias a una red de micromecenazgo que contó con la colaboración del artista alemán Daniel Ritcher (quien donó una serie de cuatro serigrafías inspiradas en el rostro de Franco para financiar la posproducción), busca las raíces de aquel brote verde fascista que ha sobrevivido al paso del tiempo y que es desconocido para una gran mayoría. Lugares utópicos creados por el franquismo a la sombra del sistema de la Città nuove, de Mussolini. En ellos, según reza una cita de entonces, nacería “el nuevo hombre fascista: el hombre antiurbano y antiobrero, apegado a la tierra, temeroso de Dios y devoto al régimen, del cual es deudor de todo, casa, tierra y trabajo, bajo el control del partido”.
La película discurre alrededor de los testimonios de vecinos del pueblo, hijos y nietos de colonos; el primer alcalde falangista y el primer maestro; los historiadores Isidro Sánchez y Esther Almarcha; el ingeniero del Instituto Nacional de Colonización Carlos Delgado o el experto en las colonias Cristóbal Gómez. Pero los dos protagonistas de mayor peso histórico son el expresidente del Gobierno socialista Felipe González y el exministro franquista José Utrera Molina, suegro del actual ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, y gobernador civil de las provincias de Ciudad Real entre 1956 y 1962. Tanto González como Utrera Molina hablan sobre su papel e interpretación de aquel pasado y sobre la (hoy sepultada) Ley de la Memoria Histórica.
Una memoria más en carne viva que nunca. Según los cineastas, una carta remitida desde el bufete de abogados de un hijo de un “importante” personaje del filme les amenaza con un secuestro por vía judicial de la obra al no poder controlar la imagen que vierte de él. La carta amenaza con prohibir la exhibición del filme por daños y perjuicios a su imagen pública.
Los colonos del caudillo se proyectó anoche en la sección de la Seminci Tiempos de historia. “Nosotros vimos la película y nos gustó, por la factura, la temática y su interés general”, apunta Denis O’Keeffe, programadora del festival. “Es una película valiente, pero no hay polémica”, añade Javier Angulo, director del certamen. “Nosotros no hemos recibido ninguna comunicación. Así que nuestra postura es de absoluta prudencia”.
“Para nosotros es más que una amenaza, es un ataque a la libertad de expresión y por eso hemos respondido con contundencia a través de nuestro abogado. Bajo ninguna circunstancia retiraríamos la película del festival, sería ir en contra de lo que significa un Estado de derecho y una democracia. Significaría una censura previa y películas como la nuestra, que se basan en la libre expresión y la pluralidad de ideas, así no se podrían hacer”. “Cualquiera que vea la película, y la familia de este señor está invitada, verá que hay respeto hacia nuestros protagonistas, también hacia los que se declaran abiertamente franquistas. Somos documentalistas, no hemos manipulado ningún testimonio. Lo entrevistamos en 2008 durante tres horas, pero el resto del material, que quizá es lo que ahora tanto les asusta, no vamos a utilizarlo en su contra”.
El filme, que se cierra con una espeluznante concentración falangista en la plaza de París de Madrid, es un intento de poner luz sobre el agujero negro de la memoria histórica. Pozo en el que indaga un filme que se topa de bruces con una realidad a la que intenta dar respuesta: en una votación entre los niños de la escuela de Llanos del Caudillo, hoy un pueblo socialista, la mayoría de los pequeños vota a favor de mantener el homenaje al caudillo. “Él es, por así decirlo, el que nos ha dado vida”, dice una niña.

Diez años de 'la patera de Rota': Africanos muertos en el jardín de Europa


Hace justo diez años una embarcación neumática naufragó en el corazón de la Bahía de Cádiz y dejó 37 personas fallecidas en sus aguas y sus playas. Era la primera vez que la sociedad gaditana se enfrentaba con tanta crudeza a la tragedia de la inmigración.

El dispositivo de seguridad fue un desastre sin precedentes, aunque nadie asumió jamás ninguna responsabilidad.

Éstas son historias de aquellos días y aquellos personajes.
Jorge Garret 25/10/2013 – eldiario.es

No había barcos de Salvamento disponibles ni ayuda de la Guardia Civil ni auxilio de la Base de Rota. Así que aquella barca neumática con 53 personas a bordo se adentró hasta el mismo saco de la Bahía de Cádiz en una tarde infausta de octubre y zozobró a apenas 200 metros de la costa. Unos pocos llegaron a tierra, pero la mar se tragó a la mayor parte de aquellos hombres y mujeres, y durante días escupió sus cadáveres descompuestos a las playas de Rota y El Puerto, entre familias, bañistas y paseantes. El caso de la patera de Rota, que cumple hoy su décimo aniversario, llevó por primera vez hasta la misma puerta de casa de los gaditanos y de los españoles la tragedia de la inmigración clandestina. Fue la primera vez en la que no se pudo mirar hacia otro lado.
Los dos fotógrafos.
(I) Un guardia civil apura un cigarrillo con la vista fija en el puerto pesquero de Rota. Aguarda a que su radio emita alguna noticia sobre el naufragio de una patera con medio centenar de personas a bordo en la víspera. El mar se tragó la embarcación en la Bahía de Cádiz pero sólo ha devuelto restos de goma. Y el agente, un guardia civil "de los antiguos", sólo espera lo inevitable. "En el Estrecho de Gibraltar los cadáveres se pierden, pero aquí estos van a aparecer todos, uno a uno. Tú escúchame: todos". Le escucha un hombre menudo de 40 años, el fotógrafo portuense Fito Carreto, que siente un frío metálico en el interior. El recuerdo de aquella advertencia no se borrará ni diez años después.
(II) Un coche fúnebre ha llegado al escenario antes que el grupo de periodistas que rastrea la noticia. Está aparcado en un paraje costero dentro de la Base Naval de Rota. El día es gris y  sopla el mismo levante incómodo de la jornada previa, el viento que cabrea a las aguas de la Bahía. En una zona de rocas de difícil acceso, allá abajo, flotan restos de hombres o de mujeres. Restos hinchados, descoloridos, desmembrados e irreconocibles de los africanos ahogados al naufragar su patera. Fito Carreto, que un día quiso ser reportero de guerra como lo quieren ser todos los jóvenes reporteros, se encuentra en aquella cala lo más parecido a un campo de batalla que ha visto en su vida, pero "sin tiros ni balas". La muerte. Vuelve a casa con su familia pero no come. Unas horas más tarde, borra de su cámara toda aquella serie de fotografías. Ya sólo las guardaría en su cabeza.
(III) El mar de la Bahía, como un monstruo titánico, escupe cadáveres a las playas durante días. A Las Redes, a Vistahermosa, a las playas en las que se bañan las familias de El Puerto de Santa María. Junto a Fito Carreto está Jaro Muñoz, fotógrafo de la agencia EFE y El País. Ambos iban a mostrar a la opinión pública qué había ocurrido. Jaro baja a la arena y se queda bloqueado ante aquella "macabra performance" en la que hay cuerpos blanquecinos esparcidos por el suelo, hombres de piel negra que han perdido completamente su pigmentación junto a otras personas que hacen deporte en la orilla e incluso un tipo que hace windsurf. Quizás, como Jaro, pensaron que "aquello era otra cosa". Fito fotografía a un cadáver con los brazos extendidos que ha formado una cruz sobre la arena. Jaro dispara intentando disimular un poco el estado de aquellos cuerpos y aquellas caras que ya no existen.
(IV) "Cuando el trabajo estuvo hecho fue cuando todo aquello que vi se hizo real y desde entonces no lo olvido. Personas que buscaban una vida mejor esparcidas en una playa donde la gente corría", escribirá Jaro.
El marinero de cubierta.
(I) La Salvamar Gadir está en varadero en labores de mantenimiento. Sólo está al sol una semana cada año y es justo ésta. En Puerto América, junto al puerto deportivo de Cádiz, el marinero de cubierta Manuel Martín Luna, de 37 años, y sus compañeros de tripulación se afanan en las reparaciones de la embarcación durante toda la jornada. Mientras pintan fondos, revisan equipos y arreglan tuberas son completamente ajenos a lo que ocurre en la torre de control de Salvamento a partir de las siete de la tarde de ese 25 de octubre. El carguero Focs Tenerife ha informado del avistamiento de una patera a unos seis kilómetros al noroeste de la Bahía. El patrón de la misma ha rechazado el ofrecimiento de auxilio y ha continuado su ruta hacia el norte con medio centenar de personas a su cargo.
Salvamento llama a la Guardia Civil, que no dispone de barcos. Antes ha contactado con sus efectivos más cercanos: un helicóptero y otra embarcación de rescate, que están a 100 kilómetros al oeste de Tánger y tardarán en llegar. El descontrol es total durante una hora. El carguero Sagarzos, de una empresa privada, acaba haciéndose a la mar 52 minutos después de la primera señal de alarma para no encontrar nada. Se ha retrasado porque ni Autoridad Portuaria ni Capitanía Marítima se ponen de acuerdo en qué agentes de seguridad deben acompañar a los tripulantes de la Sagarzos. ¿Agentes de seguridad para una misión de salvamento? Y mientras tanto, Manuel Martín Luna realiza labores de mantenimiento en la Gadir, la única salvamar destinada en la Bahía de Cádiz.
(II) Dos días después del naufragio del 25 de octubre de 2003, la Gadir está en el agua buscando cadáveres en una Bahía dividida en calles imaginarias de 50 o 60 metros. Se buscan objetos flotantes a ojo, no hay calor que rastrear. La salvamar despliega su red diseñada de forma específica para recoger cuerpos. En ese día y en los sucesivos se hallarían 37 cadáveres flotando en el mar o en las playas de Rota y El Puerto.
(III) Manuel Martín Luna, hoy patrón de la Salvamar Suhail, todo un experto en auxiliar a pateras en alta mar, recuerda al teléfono que todo el mundo desconocía la magnitud de lo que estaba pasando aquella tarde ventosa de octubre en Rota, que cada vez que aparecía un muerto el horror se incrementaba. "Quizás si hubiera ocurrido dos días después nosotros podríamos haber estado allí, quizás no hubiésemos podido salvar a esas personas, pero quizás sí". Los medios de salvamento se han reforzado de forma sobresaliente, admite. Hay embarcaciones de Salvamento con base en Cádiz, en Barbate, en Tarifa y en Ceuta. Cuando una de ellas entra en varadero, sólo una semana al año, hay unidades polivalentes que se encargan de cubrir su guardia.
La vecina de El Puerto.
(I) Hansala no existe. Es un no lugar perdido entre las montañas del Atlas Medio marroquí. Para llegar hasta allí, los portuenses Violeta Cuesta y Rafael Quirós y varios acompañantes preguntan a un contacto en la ciudad más próxima, Beni-Mellal, un tipo que les remite a un taxista que conduce durante unas horas desde la ciudad por carreteras desiertas y que se detiene al pie de una pista forestal. Hay que ascenderla caminando, ladera arriba, hasta que un anciano bereber que trabaja con un arado romano confirma, con gestos, que esa aldea es Hansala. De allí partieron hace sólo unos meses once personas, hombres, mujeres, mayores y jóvenes, hacia el norte para cruzar el Estrecho de Gibraltar y llegar a Europa. Huir de la miseria total y del abandono, saltar hacia la prosperidad a razón de 1.500 euros el pasaje clandestino, los ahorros de media vida africana. Pero aquella patera se desvió en una mala noche de levante hasta las aguas de la Bahía de Cádiz y todos los vecinos de Hansala se ahogaron a unos metros de tierra, tan solos como cuando iniciaron su periplo. Fito Carreto y Jaro Muñoz quizás fotografiaron a algunos de aquellos hombres de Hansala, blancos como bacalaos sin piel, tendidos sobre la arena.
(II) La maestra de Infantil Violeta Cuesta, madre de una hija, cree que no es suficiente con lanzar al mar algunas flores y algunas lágrimas, que es lo que se hizo en aquel homenaje improvisado en la playa de El Buzo unas semanas después del naufragio de la patera de Rota. Ha llegado hasta uno de los orígenes de todo: está en Hansala. Incluso ha conseguido conocer a los padres, esposas e hijos de aquellos desgraciados. Les pregunta qué puede hacer por ellos. No es un comunicado de prensa ni una declaración ante micrófonos. Ella está allí y les pregunta mirándoles a los ojos. Y ellos le responden que lo único que quieren es poder velar los cuerpos de sus familiares. La mayoría retornará a su tierra.
(III) Hoy, diez años después del primer viaje a Hansala, Violeta, Rafael y las más de 200 personas implicadas de alguna forma en el proyecto de Solidaridad Directa han finalizado su labor en el pueblo, que se ha convertido en un referente para el desarrollo en el norte de África. Hay un dispensario médico y una ambulancia, acequias para los regadíos, un depósito de agua, un puente y algunas carreteras transitables; en las casas hay cocinas y placas solares; también hay un sustento para cada familia, una vaca, un pequeño huerto, o una tienda. Un sustento. "Cada proyecto ha sido un compromiso personal. El que lo proponía, se encargaba de cómo financiarlo y gestionarlo, y se encargaba de implicar a la población local en sus objetivos. Buscamos la autonomía de estas gentes, no darles caridad", relata Cuesta. En Hansala ya no hay inmigración clandestina.
El Guardia Civil.
(I) El teléfono de Juan Antonio Delgado, secretario provincial de la Asociación Unificada de la Guardia Civil (AUGC), no para de sonar durante la jornada del naufragio de Rota, tanto como lo hará en las sucesivas. Compañeros del Cuerpo y de otros organismos le llaman para relatarle las condiciones del suceso y el desastre del dispositivo de seguridad puesto en marcha por la Guardia Civil y la Sociedad Estatal de Salvamento Marítimo (Sasemar). También le llaman los medios de comunicación cuando las imágenes de los muertos descompuestos en las playas dieron la vuelta al mundo. Saben que Juan Antonio Delgado no tiene miedo a represalias y ofrece información veraz sobre una Institución opaca, de disciplina militar. Delgado declara públicamente que los protocolos han fallado todos, en cadena, y que la catástrofe se podía haber evitado de no ser por la precariedad de los medios disponibles. La Guardia Civil tenía sus dos embarcaciones estropeadas, por lo que no pudo atender la llamada de Salvamento Marítimo, que a su vez tenía a los tripulantes de su Salvamar Gadir haciendo labores de mantenimiento en varadero. Además, los dos agentes del retén del Servicio Marítimo de la Benemérita habían recibido la orden de patrullar aquel 25 de octubre a 40 kilómetros de la mar, en la comarca de la Sierra.
(II) El Guardia Civil que denunció públicamente el desastre del dispositivo de seguridad en el caso de la patera de Rota respira tras recibir de Madrid la notificación del archivo del expediente que le había sido interpuesto por falta muy grave. Sus mandos censuraban aquellas "manifestaciones contrarias a la disciplina o aseveraciones contrarias a la verdad", pero el informe sobre el caso demuestra que no dijo una sola mentira. Es septiembre de 2004, ha transcurrido casi un año del suceso. Movimientos políticos han evitado que Juan Antonio Delgado se convierta en la única persona sancionada por este caso.
(III) El hoy portavoz nacional de la AUGC, Juan Antonio Delgado, recuerda que nunca nadie ha asumido ningún tipo de responsabilidad por el dispositivo fracasado en el caso de las 37 muertes de Rota. Un fallo judicial de la Audiencia Provincial de Cádiz señaló meses después del suceso la imposibilidad de entrar a juzgar "materias colaterales aunque no insignificantes" sobre las "cuestionadas responsabilidades públicas o privadas" por la forma en la que se atendió aquella llamada de socorro previa al desastre. El caso se dejó pasar, sin rumbo alguno, como un cadáver a merced de la corriente.

venres, 29 de novembro de 2013

Antifascistas que sobrevivieron al nazismo


Cerca de 10.000 españoles pasaron por campos de concentración. Más de dos tercios murieron. El documental 'Memoria de las cenizas' rescata el testimonio de cinco andaluces que vivieron el horror nazi por luchar contra el fascismo en Europa
PATRICIA CAMPELO Madrid 24/10/2013 publico.es

El estado español no ha satisfecho aún la deuda contraída con aquellos que hicieron frente al fascismo en España, primero, y en Europa después. Cerca de 10.000 españoles pasaron por campos de concentración nazi. Apenas un tercio logró sobrevivir. Todos los monumentos que hoy rinden homenaje a las víctimas del fascismo en el campo austríaco de Mauthausen fueron levantados a iniciativa de los gobiernos de las 17 nacionalidades de europeos recluidos allí. Todos, menos en el caso español. Aquí fueron los propios supervivientes quienes reunieron el dinero a través de una cuestación popular para edificar el homenaje. El mantenimiento del mismo sigue recayendo en ellos y sus familias, sin ningún tipo de ayuda. Y la primera visita institucional española que recibió este lugar no llegó hasta 2005, con el entonces presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero.
Para rescatar esta memoria y transmitir el testimonio directo de aquellos hombres deportados a campos de concentración nazi, el antropólogo Ángel de Río presentó anoche en Madrid el documental realizado junto con Eduardo Montero, Memoria de las cenizas (Intermedia), en el que traza los relatos de cinco supervivientes andaluces del campo de Mauthausen. "Su voz se apaga, y necesitan que los jóvenes cojan ese testigo", explica Del Río sobre la vocación pedagógica de un documental al que acompañan materiales didácticos para impartir en centros educativos.
La chispa que prendió la idea de rescatar del anonimato los intensos relatos de los supervivientes de un campo nazi surgió en el viaje de un grupo de Andalucía a Austria en 2005, por el 60 aniversario de la liberación de Mauthausen. "Allí conocimos a algunos deportados españoles con historias fascinantes y desconocidas", aclara Del Río a Público. "Durante el trabajo, comunicamos a muchas personas que sus familiares habían muerto en este campo, cuando éstos pensaban que, en realidad, habían desaparecido en la Guerra", apunta sobre el velo de silencio que aún cubre este tipo de historias. "A diferencias de otros países, España no ha asumido como Estado que esto forma parte de su patrimonio. Aquí el fascismo murió en la cama y, después, no se hizo nada", añade.
Virgilio Peña, superviviente cordobés de un campo nazi
Uno de los testimonios incluidos en el trabajo Memoria de las cenizas es el de Virgilio Peña (Espejo, 1914). A sus 99 años mantiene un apasionado interés por la realidad política que le rodea. Integrante de la resistencia francesa contra el fascismo -el denominado maquis- pasó 20 meses en el campo nazi de Buchenwald, uno de los más grandes en territorio alemán. Al otro lado del teléfono desde su domicilio en Francia, donde reside desde que salió liberado en abril de 1945, relata cómo le detuvo la policía francesa en Burdeos "en mi casa mientras dormía, como quien coge a un pajarito mojado", lo interrogó con torturas durante dos semanas y, después, lo entregó a las SS alemanas.
Antes de llegar a Alemania había pasado tres meses en un campo francés de prisioneros al norte de París. "Allí nos preparábamos para el campo de concentración que venía después", detalla a Público.
Uno de los episodios que recuerda con mayor conmoción es el del viaje de cuatro días en tren hasta Buchenwald. "Era un vagón para caballos; íbamos unas 100 personas. Yo no me soltaba de las manillas de atar a los animales porque el que caía al suelo ya no se levantaba más", relata. "Ahí hacíamos nuestras necesidades, y había gente que moría asfixiada". "Es de lo más criminal por lo que he pasado; eso no se puede olvidar", sentencia.
Una vez en el campo de concentración, Virgilio cree que debe su supervivencia a la comida que le aportaba un alemán allí preso -"le conocíamos como Willy", recuerda- que trabajaba limpiando las casas de soldados de la SS, y aprovechaba esa ocupación para llevarse comida. "Hicimos una gran amistad", rememora.
Hoy en día, Virgilio lamenta que su propio país se haya olvidado de los deportados españoles en campos de exterminio nazi. "Francia nos ha reconocido el tiempo en Buchenwald, Alemania también y tenemos una pensión de los dos países. De los gobiernos españoles, nada de nada, no tenemos nada que agradecerles", denuncia. "Es como si no existiéramos", deplora sobre la indolencia de las instituciones españolas.
Últimos testimonios de supervivientes españoles en campos nazis
El documental de Del Río y Montero toma como referencia al colectivo de andaluces deportados en campos nazis. La cifra alcanza los 1.500. Y el hilo argumental se desarrolla entre los casos de Mauthausen -el lugar de exterminio que congregó al mayor número de españoles- y los relatos de familiares de otros deportados.
Los protagonistas principales, supervivientes de Mauthausen, rebasan los 90 años. Uno de ellos, Alfonso Cañete, falleció la semana pasada. Y Juan Camacho lo hizo unos meses antes.
Camacho, que vivía en Uruguay y durante un viaje a España contactó con la Amical de Mauthausen -el colectivo que agrupa a deportados y familiares desde 1962-, regresó al campo austríaco de concentración hace apenas algunos años. "Pero no quisiera volver", dejó plasmado a cámara en el documental. Hasta el final de sus días sintió la lucha contra el fascismo. "Seguimos siendo antifascistas, hasta la muerte", concluyó. Uno de los trágicos sucesos que recordaba en la cinta era la costumbre de los miembros de las SS de tirar piedras a los presos desde lo alto de la cantera de Mauthausen, donde trabajan como esclavos. "Si te daban en la cabeza, te mataban". Con los ojos humedecidos confiesa que no lograron degradarlo como persona. "Seguí manteniendo la dignidad humana".
Cañete, por su parte, contó a cámara que lo habitual allí era "salir por la chimenea" de los hornos crematorios. "Siempre salía humo". Apoyado en una mesa sobre la que muestra unas piedras, confesó que en aquel lugar "el hombre se atrofia, y llega un día que ya no piensas". Cuando salió del campo, su sensación era la de haber permanecido allí "80 años".
El padre de José Marfil fue el primer español que murió en Mauthausen. "Le hicieron un minuto de silencio, y las SS se quedaron sorprendidas", recuerda para Memoria de las cenizas. Otro capítulo de este andaluz da cuenta del carácter fuerte y altivo de los españoles en los campos nazis. Uno de los soldados provocó que le atacara un perro. Mientras José Marfil soportaba al can enganchado por la cintura miraba fijamente al SS alemán. Momentos después, quedó liberado. "Había que hacer que no sentías nada; estabas en el infierno".
Por su parte, Eduardo Scott muestra a cámara la chaqueta del uniforme a rayas que llevó durante cuatro años y medio. Aún se lee el número 5151. El oficial de las SS que se la entregó le insistió en que se lo aprendiera. "Este es tu nombre ahora, ya no tienes otro".
El campo de Mauthausen quedó liberado el 11 de abril de 1945. Al salir, los deportados allí firmaron un documento en el que se comprometían al "deber ético de recordar" en homenaje a los miles compañeros que perdieron la vida.
En 1988, las viudas de los diez vecinos de Zujaira (Granada) que murieron en el campo austriaco recaudaron dinero para levantar un homenaje. En Almería, otro monumento se erigió en memoria de los 140 vecinos deportados en aquel campo de exterminio. También, por iniciativa de las familias y los supervivientes. "Ciudadanos europeos dejan flores en el monumento español en Mauthausen, y los deportados españoles han sido homenajeados por varios países, pero no por las instituciones españolas", recuerda Concha Díaz Berzosa, de la Amical. En Austria, los estudiantes "deben ir al menos una vez a visitar algún campo de concentración", añade Del Río.
En España, la realidad es bien diferente. "Parece que les da vergüenza", intuye Virgilio Peña.